-AVISO SPOILERS-
Tu padre era un ser hecho de luz y vendrá a buscarte, le dice su madre a Peter Quill (Chris Pratt) justo antes de fallecer. La escena que abre Guardianes de la Galaxia es el corazón de la historia, materializado luego en ese walkman y esa cinta con temas de música pop ochentera que mantienen el vínculo del protagonista con su planeta natal en sus aventuras espaciales, y con el misterio de su pasado. Pero atención. Guardianes de la Galaxia es un homenaje a George Lucas. Vale, vale, no tenéis que creerme, así, de primeras. Enseguida os doy mis argumentos. Pero antes, una opinión completamente subjetiva.
Guardianes de la Galaxia es genial. Tenéis que verla. Su estúpido slogan, "Todos los héroes tienen un pasado", es una de las frases con menos sentido que se pueden pensar para vender un film ¿qué significa para alguien que no ha visto la película? ¿qué atractivo tiene? Ninguno. Pero la frase es completamente cierta. Cada personaje de la historia tiene su pequeña subtrama, y sobre todo los protagonistas son presentados y desarrollados con mimo. Si una película puede conseguir que un -estúpido- mapache (Bradley Cooper) te dé pena, es que se han tomado la molestia de contarnos quién es. Incluso Groot (Vin Diesel), un árbol animado, se hace querer a pesar de tener una sola frase en toda la película. Y con esto no quiero decir que sólo hable una vez. Es que repite la misma frase una y otra vez, con diferentes entonaciones, en una filigrana de guión cuyo único precedente es el "these pretzels are making me thirsty" que intentaba decir Cosmo Kramer en un episodio de Seinfeld (1989-1998).
El director, James Gunn, es un tío que empezó en la productora Troma, cuyas películas de serie Z no tenían otro remedio que utilizar el humor para esconder sus carencias de presupuesto. Y eso se nota en Guardianes de la Galaxia: hay mucho humor, más que en Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) y de todo tipo: desde las frases y los bailecillos chorras que parecen el peaje de todo blockbuster, hasta el humor autoconsciente que busca desactivar los momentos épicos -que los hay- al más puro estilo Cazafantasmas (Ivan Reitman, 1984).
Pero además, James Gunn sabe lo que mola en una película de este estilo, y no le da miedo utilizarlo a su favor. Un ejemplo muy personal: odio cuando los superhéroes se quitan la máscara. En las películas de Iron Man, Robert Downey Jr. se la quita cada vez que puede; nunca olvidaremos la afrenta de Sylvester Stallone cuando encarnó a Judge Dredd (Danny Cannon, 1995); o incluso en The Rocketeer (Joe Johnston, 1991) -uno de los trajes más bonitos ever y muy similar al de Star-Lord en esta película- sale, para mi gusto, muy poco. Pero James Gunn saca la chulísima máscara que utiliza Peter Quill (Chris Pratt) un montón de minutos en pantalla. Mola.
Si todo esto no es suficiente, tengo que hablar como lector de cómics de Marvel. No lo vais a entender, pero resulta emocionante ver en pantalla a Thanos (Josh Brolin), al Coleccionista (Benicio Del Toro), a los Kree, a los Nova Corps ¡Hasta sale un Celestial! Todos personajes de una etapa que recuerdo especialmente por haberla leído siendo apenas un niño: el tercer volumen de Silver Surfer (1987) que empezaron Steve Englehart y Ron Lim como artistas, y que luego continuó Jim Starlin para crear la saga de las gemas del infinito, protagonizada para el ya mencionado Thanos, y que Marvel Studios está utilizando como trasfondo para todas sus películas. Fin del dato friki.
Karen Gillan sin su melena pelirroja... noooooooooo |
Resumiendo: sólo he encontrado dos defectos en Guardianes de la Galaxia. El primero es que se acaba. Y el segundo es ocultar bajo el maquillaje a mujeres tan guapas como Zoe Saldana y Karen Gillan. Error.
Por último, os explico lo de George Lucas. Lo he dicho así, a las bravas. Pero lo creo. He leído por ahí muchísimas comparaciones entre Guardianes de la Galaxia y Star Wars (1977). Parecen obvias porque estamos en el espacio, hay imperios extraterrestres y naves espaciales. Podemos comparar a Gamora con Leia, a Groot con Chewbacca ¿Puede ser Guardianes de la Galaxia un Star Wars sin el ñoño de Luke Skywalker? Puede.
Pero la primera escena tras el prólogo -a pesar de que vibra en la misma frecuencia de space opera pulp que Star Wars- es un calco de la primera secuencia de En busca del Arca Perdida (Steven Spielberg, 1981) con huida en avioneta -aquí nave espacial- incluida. Más tarde, un primer enfrentamiento entre Gamora (Zoe Saldana) y Nébula (Karen Gillian) se salda con un disparo de Drax (Dave Bautista) en una escena que recuerda poderosamente al mítico duelo de Indiana Jones (Harrison Ford) con un espadachín (Terry Richards). Peter Quill tiene los problemas de paternidad de Luke Skywalker (Mark Hamill), la personalidad de Han Solo (Harrison Ford), el apetito sexual del capitán James T. Kirk (William Shatner) y una sensibilidad postmoderna que le permite hacer constantes referencias a la cultura popular -terrestre- como comparar el orbe -el mcguffin de esta historia- con el Arca de la Alianza o la estatuilla de El Halcón Maltés (John Huston, 1941). Asimismo, aunque podemos ver a Ronan (Lee Pace) como un trasunto de Darth Vader (James Earl Jones), su persecución del orbe le asemeja más a los nazis que le pisaban los talones a Indiana. La otra lectura posible es equiparar a Ronan a un radical terrorista que busca el "choque de civilizaciones" extraterrestres: la Kree y la Xandariana. Ronan es la versión real de ese Mandarín (Ben Kingsley) que en Iron Man 3 (Shane Black, 2013) resulta ser un engaño.
Ronan trabaja para Thanos (Josh Brolin), el futuro enemigo de Los Vengadores: La Guerra del Infinito (2018), visto ya en Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) y Los Vengadores: La era de Ultrón (Joss Whedon, 2015). Guardianes de la Galaxia prepara el camino para éstas: el orbe es el cuarto mcguffin de una película Marvel tras el teseracto de Capitán América: El primer vengador (Joe Johnston, 2011), la lanza chitauri de Loki en Los Vengadores (2012) y el éter de Thor: El mundo Oscuro (Alan Taylor, 2013). Cada uno de estos elementos es una gema del infinito, un objeto de poder que el malvado Thanos planea reunir en un guantelete. Las escenas postcréditos de las películas Marvel han ido refiriéndose a estas gemas y han presentado a Thanos. Pero en Guardianes de la Galaxia todo esto ocurre dentro de la propia película. Por eso James Gunn se da el lujo de regalarnos un cameo en la escena postcréditos: el de Howard el pato. El personaje de cómic creado por Steve Gerber es genial, pero hay una película -desastrosa- que llevó al pato al cine en 1986 ¿Sabéis quién la produjo? George Lucas.
Ronan trabaja para Thanos (Josh Brolin), el futuro enemigo de Los Vengadores: La Guerra del Infinito (2018), visto ya en Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) y Los Vengadores: La era de Ultrón (Joss Whedon, 2015). Guardianes de la Galaxia prepara el camino para éstas: el orbe es el cuarto mcguffin de una película Marvel tras el teseracto de Capitán América: El primer vengador (Joe Johnston, 2011), la lanza chitauri de Loki en Los Vengadores (2012) y el éter de Thor: El mundo Oscuro (Alan Taylor, 2013). Cada uno de estos elementos es una gema del infinito, un objeto de poder que el malvado Thanos planea reunir en un guantelete. Las escenas postcréditos de las películas Marvel han ido refiriéndose a estas gemas y han presentado a Thanos. Pero en Guardianes de la Galaxia todo esto ocurre dentro de la propia película. Por eso James Gunn se da el lujo de regalarnos un cameo en la escena postcréditos: el de Howard el pato. El personaje de cómic creado por Steve Gerber es genial, pero hay una película -desastrosa- que llevó al pato al cine en 1986 ¿Sabéis quién la produjo? George Lucas.
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