Pieles tendría que haber sido hecha con cuatro duros. Eduardo Casanova -hay que dejar de hablar de él como "el chaval de Aída"- sorprende estrenándose con una comedia melodramática que busca provocar a través del mal gusto. Por suerte, esta ópera prima ha contado con el apoyo de Álex de la Iglesia, decisión más que coherente del que debutara también celebrando lo diferente, con Acción Mutante (1993). Casanova se presenta con un film de personajes, que mezcla historias con una temática común, la deformidad física (y espiritual), saltando de una trama a otra en una estructura que se corresponde con la narrativa fragmentada necesaria para conectar con el espectador joven, ese millennial al que presuponemos déficit de atención. Nada que objetar. La película de Casanova está llena de referentes: se puede hablar de "la nueva carne" de David Cronenberg -y hasta del Brian Yuzna de Society (1989)- por el festín de látex -muy de agradecer- con el que se ha caracterizado a los personajes. Pero también aparecen marginados de la vida real, como los freaks de La parada de los monstruos (1932) de Tod Browning. Hay algo del gore moral del Todd Solondz de Happiness (1996), la provocación escatológica de John Waters y hasta un punto gamberro que recuerda a la Troma. Estos referentes -conscientes o no- están convenientemente unificados por unas interpretaciones y unos diálogos costumbristas que normalizan lo extraordinario, que humanizan a estos fenómenos, que los hacen más parecidos a nosotros de lo que nos gustaría aceptar. Una estética conscientemente hortera y cursi en la que predominan el fucsia y el rosa crea un universo aséptico y casi distópico, casi de Black Mirror. Unas cuantas fugas poéticas, en las que Casanova utiliza ralentizados y temas musicales para expresar una emoción determinada, remiten a Xavier Dolan. Pero estos elementos, que podemos llamar "prestados", sirven sin embargo para elaborar un discurso propio, original incluso en varios momentos. Casanova exprime las situaciones para no quedarse en la superficie de sus personajes y consigue retorcer la lógica de sus planteamientos de forma estimulante. Me permito, por último, un apunte personal. Coincidí con Eduardo Casanova en un pase de la excelente Crudo (Julia Ducornau, 2016) y le vi aplaudir con entusiasmo al final de la película. Tras ver Pieles entiendo por qué.
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