VERANO 1993: LA FUERZA DE LA VERDAD


Tiene Verano 1993 la fuerza de lo vivido en primera persona por su autora, Carla Simón. Tiene esta película la fuerza de la verdad, no solo porque la directora nos cuente cosas que conoce mejor que nadie, sino porque ha sabido capturar con su cámara instantes que reproducen esa verdad. La historia se desarrolla, antes que por acciones dramáticas y sus efectos, por una acumulación de instantes, de momentos muy reales, de la vida de la pequeña Frida, una niña que ha perdido a su madre y que debe lidiar demasiado pronto con la tragedia, en un verano que le cambiará la vida. Frida, interpretada por la debutante Laia Artigas, es sencillamente apabullante en su interpretación: no he visto muchos niños en la historia del cine que alcancen semejante autenticidad. Lo mismo puede decirse de su compañera infantil, Paula Robles, que da vida a Anna, la prima de Frida. Creo que el gran logro de Simón es precisamente recrear el universo infantil de forma tan certera, sin edulcorar, con sus luces y sus sombras, pero también sin juzgar. La cámara de Simón se coloca al nivel de los ojos de Frida para expresar que lo que vemos es su mundo -que se derrumba- y en el que los adultos son gigantes que aparecen en segundo plano o cuyas voces se escuchan fuera de cuadro. La capacidad de Simón para recrear la lógica infantil da pie a una película absorbente: al salir de la sala de cine tendremos la sensación de haber sido invitados a entrar en la intimidad de una familia que atraviesa unas circunstancias muy complicadas. Pero no hay dramatismo en la película, porque se apoya en lo no contado. En las conversaciones de los adultos que Frida coge al vuelo pero no entiende del todo, en las verdades que le ocultan, en las tensiones de su familia que solo entrevemos. La estrategia narrativa de Simón es mostrarnos los momentos cotidianos antes que los trágicos y por ese rigor su película se parece mucho a la realidad. La energía catártica de la escena final es la prueba de que estamos antes un debut prometedor. Tiene Verano 1993 la fuerza que debe tener una ópera prima.

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