¿Por qué hacer una serie sobre la 'Veneno'? Es una pregunta a la que solo pueden responder Javier Ambrossi y Javier Calvo, creadores de esta ficción sobre la mujer trans que se hizo famosa en los años 90 gracias a la llamada 'telebasura'. Durante los meses previos al estreno de la serie en AtresPlayer Premium escuché más de una vez que se trata de un personaje sin interés. Más allá de los gustos personales y más allá de que creo que todo ser humano tiene una historia digna de ser contada, por pura solidaridad, decir que la 'Veneno' no tiene interés esconde un desprecio que es, precisamente, lo que la propia serie busca combatir. La historia de Cristina Ortiz merecía contarse. Primero, tiene un interés obvio: morbo, sexo, nostalgia y sensacionalismo. Pero de esto, los 'javis' huyen proponiendo una trama inteligente que supone un paso más en la obra de dos autores que están demostrando una mirada humanista digna de alabanza que se empeña en dignificar a los diferentes, y a los marginados. Sí, la 'Veneno' fue una 'friki' televisiva que alimentó audiencias hambrientas de morbo chabacano, pero también fue un ser humano y sobre todo, pertenece a un sector que puede ser el más olvidado y rechazado del colectivo LGTBI. No me da miedo decir, por todo esto, que Veneno es una serie importante.
Fijarse en un personaje como Cristina Ortiz es pura reivindicación. Y hacerlo desde una serie mainstream, en una plataforma que busca hacerse un hueco en un mercado audiovisual tan competido, tiene mucho mérito. Personajes como la 'Veneno' son puro underground y nos remiten al cine de John Waters o del primer Pedro Almodóvar. Los 'javis' reflejan ese mundo tan sórdido de operaciones de cambio de sexo clandestinas, de silicona y bótox, de prostitución y drogas, de telebasura y papel cuché, con una dignidad y un cariño, que nos debería reconciliar con unos referentes a los que es muy fácil hacer ascos, pero que también son España. El primer episodio -y el único que veremos, lamentablemente, mientras estemos confinados- es una obra redonda y posiblemente una de las mejores cosas que se han hecho en la televisión de este país. Los 'javis' escapan del biopic -no sé si los siguientes episodios seguirán otros derroteros- y cuentan su historia en dos tramas paralelas, en dos momentos distintos de la vida de Cristina Ortiz que, más que protagonista, es el personaje principal que modifica las vidas de una reportera televisiva -estupenda Lola Dueñas- y de una joven cuyo sexo no se corresponde con su identidad de género -Valeria (Lola Rodríguez)- y que tiene, en la 'Veneno' a su único referente. Con estas tramas, el guión nos habla de transexualidad, de periodismo, de televisión, de cómo somos los españoles. Con un oído finísimo para los diálogos, que definen muy bien a los personajes, sacando interpretaciones estupendas de actores no profesionales, y con una gran capacidad de llenar el relato de detalles y guiños enciclopédicos, los 'javis' triunfan en su retrato de una época -de los 90- y sobre todo, de los ambientes en los que ocurre la acción. Tampoco intentan ser realistas y con ello consiguen engancharnos a su historia en una obra coherente con sus trabajos anteriores: Paquita Salas, desde el humor, ya nos hablaba de los marginados y La llamada desde la música, se empeñaba también en un mensaje radical de inclusión y buen rollo. También hay que decir que Veneno paga los peajes, necesarios en un producto comercial, del sentimentalismo, haciendo explícito su mensaje en determinados momentos -me refiero a la metáfora sobre el juego del Snake- y asegurándose de que todo el mundo entienda lo que se quiere decir. Pero es un defecto menor en una serie estupendamente dirigida, diseñada, producida e interpretada. Veneno es uno de los productos audiovisuales patrios más logrados de los últimos tiempos y, diría yo, un visionado obligatorio por su mensaje. No dejéis de verla.