Entender al otro o intentar destruirlo parece ser el dilema de nuestra época. Basta echar un vistazo a Twitter para darse cuenta de que expresar una idea de cualquier índole suele acarrear el insulto y la descalificación, sin necesidad de una argumentación previa. Esos prejuicios son los que enfrentan a dos mujeres en Little Fires Everywhere, serie basada en la novela de Celeste Ng, y llevada a la pantalla por la show runner Liz Tigelaar. Disponible en Amazon Prime Video, la miniserie es una mezcla explosiva e irresistible. Es un culebrón de emociones extremas, rencores, amores y giros inesperados, con pasados ocultos que se van desvelando capítulo a capítulo durante sus 8 entregas. Pero si el culebrón tradicional es un melodrama de poso conservador que ofrece un falso ajuste de cuentas social -la humilde heroína será premiada al final y la rica villana acabará castigada- el trasfondo de esta soap opera del siglo XXI contiene los temas sociales más polémicos en la sociedad estadounidense: empezando por la cuestión racial, el feminismo, las reivindicaciones LGTBI y hasta la gestación subrogada, sin olvidar el acoso escolar, y sobre todo, las desigualdades económicas. La historia enfrenta dos modelos familiares: el tradicional, encabezado por la repelente Elena Richardson, interpretada por Reese Witherspoon, que encarna un versión oscura de su personaje en Big Little Lies. Junto a su marido (Joshua Jackson) y sus cuatro hijos, Elena representa a los blancos, ricos y exitosos, seguramente republicanos, privilegiados que se creen con derecho a todo. En el extremo opuesto está Mia Warren (Kerry Washington), madre soltera, afroamericana, que vive en su coche, de pueblo en pueblo junto a su hija, Pearl. La clave de la serie es el enfrentamiento entre Elena y Mia, entre sus modelos de vida, entre la izquierda y la derecha -más o menos- entre los que votaron a Obama y los que ahora votan a Trump. La serie es más interesante cuando matiza los dos personajes principales y nos mantiene neutrales: Elena parece ser la madre responsable y (demasiado) perfecta, pero es controladora e invasiva; Mia es más abierta y sensible, pero ha tomado decisiones más que cuestionables. Los conflictos de sus hijos son los clásicos: primeros amores, embarazos adolescentes, discriminación por raza, orientación sexual y clase económica, pero estas problemáticas se reducen a ser reflejos de las dos madres principales -los padres están ausentes o pintan más bien poco-. Lo mejor de Little Fires Everywhere, si queremos tomarnos en serio su mensaje, es que evita condenar a ninguno de sus dos personajes principales, intentando comprender a Elena y Mia: las dos son culpables, pero también víctimas del sistema, en resumen, las dos son humanas. Pero si queremos, simplemente, pasar un rato entretenido, la serie es puro placer culpable con revelaciones, traiciones, un juicio, y rencores que van escalando hasta un final que ofrece lo que promete su incendiario título.
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