MI PRIMER FESTIVAL DE CINE 2020
Poco después del confinamiento domiciliario decretado durante el Estado de Alarma en España, cuando por fin pudimos salir de nuestras casas, mis hijos de 4 y 7 años me preguntaron que por qué llevábamos tanto tiempo sin ir al cine. La pregunta me sorprendió, pero al mismo tiempo me hizo sentir orgulloso. Había logrado inculcarles el interés por una forma artística que para mí no es un mero entretenimiento. Tanto que, de hecho, lo echaban de menos. Una de las herramientas que me han permitido contagiar a mis hijos mi amor por el séptimo arte ha sido llevarles a Mi primer festival de cine, un evento anual, en Barcelona y Madrid, pensado para niños de dos años en adelante. Llevé a mi hijo mayor siendo casi un bebé y desde entonces no he faltado a la cita. En este complicado año marcado por la pandemia, la 13 edición del festival ha tenido que reducir sus proyecciones drásticamente -y en Cataluña, lamentablemente, las salas están cerradas- pero no pasa nada, porque a través de la plataforma Filmin podemos acceder de forma online a la completa oferta de cortometrajes, mediometrajes y largometrajes de animación o documentales, de varios países y para todas las edades, que ofrece cada año este festival. Desde sesiones de cortos para que los más pequeños no pierdan la concentración, hasta películas animadas sobre la caída del muro de Berlín, como Fritzi, un cuento revolucionario; un ciclo de animación checa; películas documentales para niños; la francesa Mi vida en Versalles, la interesante muestra de joyas de stop motion musical y Ágata, mi vecina detective. Dibujos animados de todo tipo de técnicas y estéticas, para esos niños que ya se han visto todo Disney, Pixar o las series de Netflix. La oferta en Filmin es variada, pero si vivís en Madrid, no dejéis de acercaros a las salas que participan: el Cine Doré de la Filmoteca Española, el centro Cultural Conde Duque y la Cineteca en Matadero. ¿Por qué es importante? Porque con el covid cerrando salas, si no enseñamos a las nuevas generaciones el valor cultural de la experiencia cinematográfica, probablemente nuestros nietos nunca sabrán lo que es sentarse en una butaca, comer palomitas, esperar a quedarse a oscuras, a que la luz del proyector inunde la pantalla.
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