GODZILLA VS. KONG -MÁS GRANDE QUE NUNCA
JUDAS Y EL MESÍAS NEGRO -EL PODER ESTÁ EN EL PUEBLO
Daniel Kaluuya está soberbio en la película Judas y el mesías negro, interpretando al líder de las Panteras Negras, Fred Hampton, a finales de los años 60. ¿Cómo se recrea el carisma de un revolucionario? Los discursos de Hampton -inspirados en Martin Luther King y Malcolm X- que Kaluuya proclama en la película encienden la sangre del espectador, permitiéndonos entender en 2021 cómo alguien puede dejarse llevar por lo que hoy más de uno considerará radicales. Kaluuya está nominado al Oscar y desde luego merece llevarse el premio de la Academia por este personaje que, desde el mismo título del film, es presentado con obvias connotaciones mesiánicas. Ante él, otro actor soberbio, el 'Judas' de este Nuevo Testamento negro, el auténtico protagonista de la cinta, LaKeith Stanfield, como Bill O´Neal, quien se infiltró en las Panteras Negras para informar al FBI. Stanfield, también nominado al Oscar como actor secundario, se muestra muy capaz de expresar la ambigüedad, la duda y el miedo de cualquier ser humano -con sus luces y sus sombras- dividido entre lo que es justo y el poder. El agente federal que se encarga de atraer a O´Neal hacia el 'lado oscuro', hacia el racismo y el terrorismo de Estado que ejerce Edgar J. Hoover (Martin Sheen) es Roy Mitchell, al que da vida el siempre estupendo Jesse Plemons. No penséis que Judas y el mesías negro es solo una película con grandes interpretaciones, porque estamos ante una obra apasionante, rabiosa, que no se agota en el tema racial -y eso que en los años sesenta, en Estados Unidos, los afroamericanos libraban una guerra por defender sus derechos civiles más elementales- sino que se fija en la desigualdad que oprime a negros, latinos y también a los blancos. El director Shaka King se revela como una mirada a tener en cuenta en esta absorbente crónica histórica, muy capaz de plasmar aquellos años convulsos y de expresar la tensión, el miedo y la violencia, pero también la esperanza de un cambio. Una de las mejores obras del año, nominada al Oscar a la mejor película, al mejor guión original, mejor banda sonora y mejor fotografía.
NOMADLAND -EN LA CARRETERA
Nomadland suena este año como la gran favorita para ganar el Oscar a la mejor película, lo que sería una muy buena noticia. La obra de la directora Chloé Zhao -The Rider (2017)- es un film poderoso, relevante, muy humano, que además afronta temas actuales. Basada en el libro País Nómada: Supervivientes del siglo XXI de Jessica Bruder, la película de Zhao funciona prácticamente como un documental orquestado alrededor de la actriz Frances McDormand, cuyo personaje de ficción viaja por la geografía de Estados Unidos y conoce las historias de varias personas reales, algunos de los cuales, curiosamente, no conocían a la intérprete y pensaron que estaban ante alguien como ellos. MCDormand da vida a Fern, una mujer que tras la crisis de 2008 se ha quedado sin trabajo, pero también sin casa y sin pueblo, cuando la fábrica que le daba empleo a todos sus habitantes se ve obligada a cerrar. Con estas razones entenderemos que Fern se haya convertido en una nómada moderna, solitaria e incapaz de echar raíces en ningún sitio, que vive en una furgoneta en constante movimiento. La película es una road movie en toda regla, solo que sin el Mcguffin de un destino: no hay más razones para el continuo viaje de Fern que buscar un trabajo para sobrevivir un día más. En ese camino iremos conociendo paisajes geográficos pero también humanos. Nomadland está llena de paradas preciosas en el camino, de conversaciones delante del horizonte, en un argumento que se desarrolla de forma relajada, nostálgica, casi siempre con la luz del crepúsculo. La película asombra por su belleza, pero también por la enorme cantidad de cosas que nos dice. Nos habla del final de una forma de entender la -maldita- economía, el trabajo y el trabajador. Por lo tanto, de una nueva forma de entender la vida. El amanecer de la era Amazon. Zhao dibuja un panorama desolador -que sería apocalíptico si no hubiera ocurrido ya- de trabajadores que son esclavos, desechables más que temporales, incapaces de acceder a un sueldo que les permita siquiera tener un techo sobre sus cabezas, cuyo único camino es seguir trabajando hasta morir. Pero Zhao trasciende su propia premisa, para decirnos también que detrás de cada uno de los nómadas que conoceremos en su magnífica película hay una tragedia personal que nos hará emocionarnos y también, por qué no, una cierta dignidad, una cierta rebeldía. Los nómadas también lo son por decisión propia, por no dejarse llevar por las carreteras secundarias que se presentan en el camino, por seguir haciendo kilómetros de asfalto que también son los de la existencia.
FRAGMENTOS DE UNA MUJER -INCOMUNICACIÓN
HIERRO -SEGUNDA TEMPORADA -DESPEDIDA
GODZILLA VS. KONG ¿CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ?
Son los dos monstruos gigantes más famosos y estaban destinados a enfrentarse. De hecho, King Kong y Godzilla ya han medido sus fuerzas en la gran pantalla. Pero no nos adelantemos. King Kong nació en 1933 en la película que es hoy un clásico absoluto, un mito puramente cinematográfico, orquestado por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, al que dio vida el animador, padre de la stop motion, Willis O´Brien, que ya tenía experiencia haciendo dinosaurios en la muda El mundo perdido (1925). El éxito de Kong produjo simpáticas, pero menores, secuelas como la inmediata El hijo de Kong (1933) y la tardía El gran gorila (1949). El principal mérito de esta última es haber servido de campo de entrenamiento para el rey de los monstruos gigantes, Ray Harryhausen, quien realizaría más tarde una película importante de serie B, El monstruo de los tiempos remotos (1953) en la que un experimento nuclear devuelve a la vida a un dinosaurio. ¿Os suena? La película anticipaba la aparición, apenas un año después, de la japonesa Godzilla, dirigida por Ishiro Honda -ayudante habitual de Akira Kurosawa- pero sustituyendo la preciosa animación artesanal stop motion por un actor enfundado en un traje de goma que se dedica a destrozar detalladas maquetas de ciudades, creadas por el experto en efectos especiales Eiji Tsuburaya. Si King Kong (1933) es pura aventura y un viaje al subconsciente -Isla Calavera- y a nuestros miedos primitivos luego liberados en la gran ciudad -Nueva York-, el primer Godzilla era una pesadilla, oscura y terrorífica, que representaba el miedo, la culpa y la pérdida de las muy reales explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki. A pesar de la muerte del monstruo, la película tendría una secuela inmediata en Godzilla contraataca (1955), en la que el saurio radioactivo dejaba ya de ser una amenaza absoluta para enfrentarse a otra criatura, Anguirus. La siguiente aventura de Godzilla, su tercera aparición en la pantalla, sería ya enfrentándose al mítico King Kong.
Curiosamente, King Kong vs. Godzilla (1962) tendría su origen en una idea de Willis O´Brien, que quería enfrentar a la octava maravilla del mundo contra el monstruo de Frankenstein. Aquello no fructificó como O´Brien lo esperaba, sino que fue utilizado por la japonesa Toho para orquestar el enfrentamiento entre los dos míticos monstruos gigantes. Así, King Kong se metía en terreno japonés y pasaba de ser un muñeco animado a un actor enfundado en un grotesco traje de simio, sin duda, horrible. Dirigida por Ishiro Honda, por primera vez vemos a los monstruos en color, lo que le da a la película un aire muy pop. King Kong es aquí un monigote gracioso, convertido en el héroe de la película, pero Godzilla también pierde su aura de pesadilla, a pesar de ser el villano de la función. Ambos se enfrentarán en un ridículo combate de lucha libre, en una película que es pura diversión infantil. Desmintamos la leyenda de los dos finales: uno japonés, en el que ganaba Godzilla y otro 'proamericano' en el que salía victorioso el gorila gigante. En realidad solo existiría la conocida versión en la que Kong se corona campeón de los monstruos gigantes. Tras esto, el simio viviría otra aventura más en su versión japonesa, King Kong Escapa (1967), otro irresistible delirio pop de Ishiro Honda que mezcla la aventura selvática con el film de espías y en la que aparece una versión robot de Kong, Mechanikong. Ya estáis viéndola en Filmin.
La Toho seguiría explotando a Godzilla en la misma tónica, pero convirtiendo paulatinamente al monstruo en héroe, y enfrentándolo a otras bestias enormes como Mothra, Rodan y King Gidorah, entre las más destacadas. 15 películas fueron dedicadas al monstruo en su época clásica -Serie Showa- para vivir luego un reinicio en 1984 que daría pie a 7 películas más -Serie Heisei-, seguido de un nuevo remake en 1999, que daría pie a otros 6 títulos -Serie Millenium-. Pero la estética del monstruo sería siempre la de un actor disfrazado. Mencionemos la última y sorprendente película producida por Toho, en 2016, Shin Godzilla, de trasfondo ecológico y reconvirtiendo a la criatura en una amenaza. Mientras tanto, en Estados Unidos, la vida de Kong ha sido mucho más exigua. En 1976 el elefantiásico productor Dino Delaurentis levantó un proyecto que actualizaba a King Kong, pero que optaba por convertirlo, de nuevo, en un hombre enfundado en un sofisticado traje de gorila, creado y utilizado por el experto en efectos especiales, Rick Baker. Hubo una secuela en 1986.
En 1993, Parque Jurásico de Steven Spielberg revolucionaba los efectos especiales creando dinosaurios digitales que condenarían a la extinción a los reptiles antediluvianos animados por stop motion. Dicha tecnología permitiría al experto en destruir la humanidad, el alemán Roland Emmerich, traer a Godzilla a Estados Unidos en la olvidable película de 1998, un entretenido remake a lo Spielberg que contaba con un interesante diseño de la criatura, obra de Patrick Tatopoulos. Esos mismos efectos digitales son los que utilizaría un enamorado de la stop motion y de la película original, como Peter Jackson, para hacer su propia y estupenda versión de King Kong en 2005.
Saltamos ahora a 2014, cuando se estrenaba un nuevo remake estadounidense de Godzilla, dirigido por Gareth Edwards, con la ambición de inaugurar el llamado Monsterverso, siguiendo la estela del éxito de Marvel Studios y sus películas interconectadas. Aquella primera cinta fue una apuesta arriesgada por hacer algo diferente a lo esperado. El tono era soprendentemente serio, el subtexto era ecológico, y el monstruo que da nombre a la película no era exactamente una amenaza, sino una criatura relativamente pacífica que defiende a la humanidad, aunque sea de rebote. Se notaba la influencia de Monstruoso (2008), en la que J.J. Abrams, Drew Goddard y Matt Reeves hacen básicamente Godzilla visto desde la altura de una temblorosa cámara de vídeo doméstica. En el Godzilla de 2014 los gigantescos seres permanecen ajenos a los conflictos humanos individuales. El reptil radioactivo se las ve con dos criaturas, los M.U.T.O, cuyo diseño recuerda, por cierto, al del Clover de la película de Reeves. Gareth Edwards, evita enseñarnos la titánica lucha desde el punto de vista de los colosos: siempre interpone ventanas, ruinas, o cabezas humanas llenas de asombro. Los gigantes se pelean en otro plano. Y aunque el protagonista de la historia, Ford Brody (Aaron Taylor-Johnson), es un militar que se implica -de manera algo forzada- en todos los acontecimientos, lo que Edwards quiere contarnos es una historia de padres e hijos. La idea no difiere demasiado de lo que había hecho en su anterior cinta: esa historia de amor con gigantescos cefalópodos alienígenas de fondo que es Monsters (2010). Apuntamos desde ya en la carrera de Gareth Edwards su querencia por sacar monstruos gigantes apareándose como rasgo de autor. Lo hizo en Monsters y lo repite en Godzilla, en una de las escenas más valientes de la película. Edwards utiliza como ancla emocional al personaje encarnado por Bryan Cranston -que lleva una horrible peluca porque tendría la cabeza afeitada tras Breaking Bad- que definitivamente podría haber tenido una mayor presencia en la historia. Su papel es el de ser la cara de las víctimas de esas tragedias que vemos en los telediarios. Porque el monstruo ha dejado de ser una metáfora de Hiroshima y Nagasaki (aunque su sombra sigue presente) y se convierte en la fuerza de la naturaleza que regresa imparable para restaurar el equilibrio. No por casualidad, la película se esmera en citar desastres naturales como el terremoto de Japón de 2011; el huracán Katrina de 2005; el tsunami de Tailandia de 2004, y sin olvidar, por supuesto, el 11S de Nueva York de 2001. Tragedias recientes que están en el subconsciente de todos y que los autores de Godzilla (2014) utilizan buscando un eco en nuestra memoria emocional.
La siguiente entrega del Monsterverso fue un cambio radical con respecto a la primera. Kong: La isla calavera (2017) es pura aventura pulp. Ya la hemos reseñado en Indienauta, así que no me extenderé sobre esta fantástica mezcla, muy loca, entre el King Kong (1933) original y una película bélica, que recuerda sobre todo a Apocalypse Now (1979), con un Samuel L. Jackson muy enfadado tras perder la guerra de Vietnam y tan obsesionado con Kong como el capitán Ahab con Moby Dick. Acompañan a Jackson actores como Tom Hiddleston, Brie Larson, John Goodman y un fantástico John C. Reilly, poniendo el toque de humor, pero también de humanidad. Kong: La isla calavera es magnífica.
No puedo decir lo mismo de Godzilla: Rey de los monstruos (2019). Dirigida por el estupendo Michael Dougherty, nos encontramos de nuevo aquí con el tono serio y con la desconexión entre los monstruos y los seres humanos. El desarrollo de personajes no es precisamente satisfactorio a pesar de un elenco de caras muy conocidas: Millie Bobby Brown, Vera Farmiga, Kyle Chandler, Charles Dance, Zhang Ziyi y un largo etcétera en el que ninguno se luce precisamente. Os remito al artículo, más extenso, sobre la película en Indienauta, que se salva de la quema por su preciosa estética de la destrucción, sus espectaculares efectos especiales y la aparición del bestiario de la Toho: Mothra, Rodan y King Gidorah, además de otros monstruos nuevos o menos conocidos, en una lucha apoteósica que se hubiera beneficiado de un tono más ligero. Un defecto que, esperemos, se subsanará en el siguiente capítulo de esta saga cinematográfica: Godzilla vs. Kong (2021).
LA LIGA DE LA JUSTICIA DE ZACK SNYDER -SE HA HECHO JUSTICIA
EL AGENTE TOPO -INFILTRADO EN LA SOLEDAD
Como la vida misma, El agente topo comienza con risas y esperanzas, para luego acabar enfrentándonos a una verdad ineludible, la de la vejez y la muerte. La premisa de esta película chilena nominada al Oscar es muy original, casi de humor absurdo: un detective privado contrata a Sergio (Sergio Chamy), un hombre mayor, para que se infiltre en una residencia de la tercera edad y descubra si una de las residentes está siendo atendida adecuadamente, o si, por el contrario, sufre malos tratos. La comicidad de un torpe Sergio, haciendo de espía improvisado, catapulta la película y de paso nos permite descubrir la tremenda humanidad de un personaje inolvidable. Sergio no podrá mantenerse neutral, ni objetivo ante lo que ve, y acabará trabando amistad con las residentes y solidarizándose con sus problemas. Entre el documental y la ficción, este film dirigido por Maite Alberti tiene la fuerza de su tremenda inocencia: no hay subtexto, la narración es directa y sencilla, las situaciones planteadas ocurren delante de la cámara con tremenda candidez, el mensaje está muy claro. Todo el humor del mundo no puede ocultar la realidad de la vejez, de la decadencia física y mental, de la tremenda soledad de los que ya no pueden correr al ritmo de la vida, del despiadado ciclo vital que aparta a los que 'estorban'. La vida nunca tiene un final feliz. El agente topo nos muestra el fin de la existencia y nos descubre que se parece mucho al inicio de la misma. La residencia en la que ocurre la acción no es muy diferente a una escuela infantil: los que allí están necesitan ayuda para comer, para vestirse y su ropa está identificada con sus nombres. De la mano de Sergio y sus ridículas gafas de espía con cámara oculta, entraremos en el pequeño universo de la residencia, un lugar al que nadie quiere entrar y del que se sale siempre demasiado pronto. Es imposible no emocionarse con lo que vemos, porque sabemos que es lo que nos espera, y quizás sea fácil enfadarse ante una verdad que no se quiere aceptar y probablemente ante la culpa de responsabilidades no asumidas.
RAISED BY WOLVES -MITO Y RELIGIÓN
LA MADRE DEL BLUES -EL ALMA AFROAMERICANA
La madre del Blues -Ma Raineys´s Black Botton- está basada en una de las obras del ciclo de Pittsburgh del dramaturgo August Wilson -dos veces ganador del Pullitzer- que, en una serie de textos teatrales realizó una radiografía, década a década, de la comunidad afroamericana de Estados Unidos en el siglo XX. Produce Denzel Washington, quien ya dirigió y protagonizó otra pieza de Wilson, la estupenda Fences (2016). Con estos antecedentes es fácil suponer que la película contiene no pocas reivindicaciones sociales y que crítica -como no podía ser de otra manera- la discriminación racial en Estados Unidos, en este caso, en los años 20, en Chicago. La obra está inspirada en un personaje real, Gertrude 'Ma' Rainey, cantante de blues afroamericana, de las señaladas que pudo grabar sus canciones y apodada como la 'madre' del blues. Se trata de un personaje poderoso, de gran talento, enfrentado a los prejuicios de una época, no solo por su color de piel, sino también por ser lesbiana, y mujer. A pesar de esto, el talento de Rainey le permitía comportarse como una diva, ya que en Estados Unidos, lo verdaderamente importante es el dinero, y sus discos eran un buen negocio en la comunidad afroamericana. El personaje es interpretado por Viola Davis, fantástica actriz que ya ha ganado el Oscar -precisamente por Fences- y que ahora vuelve a ser nominada -es su cuarta candidatura- pero como actriz principal. Viola Davis borda el papel gracias a su innegable presencia física, aquí siempre sudorosa, con el maquillaje a punto de correrse, excesiva y una auténtica tirana que aterroriza a todos a su alrededor, pero en la que adivinamos también la vulnerabilidad de vivir en un mundo de hombres blancos y de saberse utilizada como mercancía. "Solo quieren mi voz", dice durante la película. Frente a Viola Davis está otro estupendo actor, el tristemente fallecido Chadwick Boseman, muy probable ganador del Oscar por su papel como Levee, un talentoso pero impetuoso, conflictivo y rencoroso trompetista de trágico signo. Boseman, que ya ganó el Globo de Oro, está espléndido en un papel que nada tiene que ver con su heroico T´Challa en Black Panther (2018). Y es que el punto fuerte de La madre del Blues -disponible en Netflix- es su origen teatral, que permite el lucimiento de sus actores, todos estupendos: especialmente Colman Domingo y Glynn Turman. Por lo demás, la película intenta oxigenar con narrativa cinematográfica un texto teatral -todo ocurre durante la grabación de un disco- sin conseguirlo del todo, a pesar de buenas ideas de puesta en escena del director George C. Wolfe, reputado dramaturgo estadounidense. La película cuenta, además, con una estupenda ambientación de época y opta al Oscar por su diseño de producción, maquillaje y peluquería, y vestuario. Aunque quizás falla en la traslación del teatro al lenguaje cinematográfico -que firma Ruben Santiago-Hudson- La madre del blues consigue desarrollar a dos estupendos personajes -Ma Rainey y Levee- y expresar de forma palpable el racismo que sufrieron los afroamericanos y cómo los blancos consiguieron, incluso, robarles su música.
LA VIDA POR DELANTE -BUENAS INTENCIONES
La vida por delante es el anodino título de la vuelta al cine de la gran Sofia Loren, que a sus 86 años está prácticamente retirada. Su presencia en pantalla, todavía magnética, es el gran atractivo de esta película disponible en Netflix, dirigida por Edoardo Ponti, hijo de Carlo Ponti y de la propia actriz. Nos cuenta la historia de Momo, un niño huérfano, inmigrante, excluido y desamparado, que se busca la vida en Italia. Francamente bien interpretado por Ibrahima Gueye, Momo tendrá que elegir entre dos caminos, en una historia con connotaciones morales, que busca siempre el retrato humanista y 'buenista' de los personajes, todos pertenecientes a las clases humildes. Un médico, un artesano, una madre soltera y una exprostituta que recoge y cuida a los hijos de las que fueron sus compañeras de profesión. Como 'villano' un narcotraficante de poca monta, que ofrece a Momo una salida fácil a todos sus problemas. La película, a pesar de sus buenas intenciones, no desarrolla en ningún momento un conflicto dramático interesante y a pesar de su escenario en el submundo marginal de la pobreza, el crimen y la prostitución, nunca se 'ensucia' contándonos su lado sórdido, ni siquiera el del malvado narcotraficante. Momo se transforma, cómo no, pero un poco porque es lo que toca y sin que tenga que vivir experiencias verdaderamente significativas. Una película fallida que, sin embargo, nos deja la alegría de ver de nuevo a Sofia Loren en pantalla. La anécdota: la canción 'Yo sí' de Laura Pausini ha ganado el Globo de Oro y está nominada al Oscar.
MINARI. HISTORIA DE MI FAMILIA -LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE
RAYA Y EL ÚLTIMO DRAGÓN -EL VIAJE DE LA HEROÍNA
PASAJERO OCULTO -DELICIOSO PASTICHE
BRUJA ESCARLATA Y VISIÓN -MATRIMONIO CON HIJOS
Hay que hablar además de la integración de Bruja Escarlata y Visión en el Universo Cinemático Marvel, con apariciones en roles importantes de personajes secundarios que vimos antes en las películas: Mónica Rambeau (Teyonah Parris) -de Capitana Marvel (2019)-, el agente Jimmy Woo (Randall Park) -Ant-Man y la Avispa (2018)- y Darcy Lewis (Kat Dennings) -personaje secundario y mordaz de las películas sobre Thor-; y mencionemos también la presentación de la agencia espacial SWORD -que sustituye a la SHIELD de Nick Fury- que seguramente tendrá continuidad en las próximas películas que veremos. En este sentido, me sorprende -y me agrada- la fe de Marvel Studios en sus fans. Para seguir la trayectoria de los personajes principales de esta serie hay que haber visto las películas de los Vengadores desde La era de Ultrón (2015), en la que son presentados la hechicera y el androide. Pero es que, además, el guión nos pide que entendamos el guiño -ojo spoiler- que es la aparición de un Mercurio/Quicksilver encarnado por Evan Peters -perteneciente al Universo X-Men, antes propiedad de Fox- en lugar del velocista interpretado fugazmente por Aaron Taylor-Johnson que sí pertenece al Universo Marvel. Esto creo que debemos entenderlo como una estrategia clara que busca siempre el golpe de efecto, la sorpresa para los fans, el guiño cómplice, lo que no está reñido con un desarrollo argumental satisfactorio, y con el que creo que es el punto fuerte de estas historias: la evolución de sus personajes. Tampoco se olvida Marvel de sus fans de toda la vida, los lectores de cómics, que hemos visto con agrado cómo la Bruja Escarlata, Visión y Mercurio se enfundan en sus trajes clásicos utilizando como excusa una pertinente celebración de Halloween. El episodio final es, además, una espectacular batalla de efectos especiales, pensada para los fans de la acción que hemos visto en el cine.
Bruja Escarlata y Visión es un producto inteligente y arriesgado -lo siento, Scorsese- que se mantiene fiel al espíritu de Marvel Studios: lo importante son los personajes. Aquí la protagonista es Wanda -prácticamente heroína y villana a la vez- una mujer con un pasado trágico que se traiciona a sí misma intentando cumplir el imperativo social de lo que debe ser la felicidad: estar casada y con hijos. Wanda se ve obligada a explorar sus orígenes, la naturaleza de sus poderes y en ese proceso acaba adquiriendo su traje superheroico y su nombre de batalla. La miniserie de 9 episodios tiene un arco cerrado -de final emotivo y, una vez más, arriesgado- pero además hace evolucionar al personaje y lo deja preparado para vivir nuevas y diferentes aventuras.
EL PLAN -LAS CARAS DE LA CRISIS
No esconde su origen teatral El plan, película que reduce su escenario dramático a la vivienda de uno de los protagonistas y en cuya trama solo aparecen tres personajes. Paco, Ramón y Andrade son tres trabajadores en paro que se reúnen para llevar a cabo 'el plan' que menciona el título, auténtico Mcguffin que sirve como excusa para revelar los problemas existenciales de los personajes. De fondo, la eterna crisis del desempleo, que nos lleva a imaginarnos mil cosas sobre la naturaleza del mencionado plan. Otra capa de la cebolla dramática que caerá también para profundizar en los problemas más personales de estos tres 'perdedores' que podrían estar esperando a Godot y para los que será imposible salir de la casa en la que se han reunido, como en El ángel exterminador (1962) de Buñuel. El ir descubriendo el conflicto humano de cada uno de los protagonistas es la mecánica del argumento que firma el director Polo Menárguez, adaptando la obra de Ignasi Vidal. Está claro, en una película como El plan lo importante son los actores, y son muy buenos: Antonio de la Torre, Raúl Arévalo y Chema del Barco, este último nominado al Goya como actor revelación. El film opta también a un premio al mejor sonido. Estamos ante una película incómoda, que nos engaña sucesivamente, que comienza como una comedia costumbrista, de tintes sociales, muy española, pero que poco a poco se va convirtiendo en una tragedia de desenlace desesperanzado y casi nihilista.
THE OWNERS (LOS PROPIETARIOS) -SIN COMPASIÓN
PEQUEÑOS DETALLES -OBSESIÓN POR EL MAL
La figura del psicópata se convirtió en un enigma insondable con la magistral Zodiac (2007) de David Fincher, que no hablaba solo de la imposibilidad de llegar a la verdad última en cuanto a la resolución de un crimen, sino también sobre el enigma irresoluble sobre las razones que mueven al asesino en serie. Fincher pasó a explorar entonces, con la estupenda Mindhunter, cómo afecta esa maldad pura del psicópata al policía que le persigue, ese que, como trabajo diario, debe enfrentarse a horribles crímenes y al vacío que producen tantas muertes sin sentido. En Pequeños detalles, el director y guionista John Lee Hancock -The Highwaymen (2019)- propone un planteamiento similar al presentarnos a un exdetective, Joe 'Deke' Deacon, cuya vida y carrera policial acabaron destruidas por su obsesiva persecución de un asesino de mujeres. Este personaje crepuscular tiene su reflejo en un joven y prometedor detective, Jim Baxter, que representa los nuevos métodos de investigación, más profesionales y científicos, en oposición a la intuición y la experiencia vital de la 'vieja escuela'. A estos dos personajes se opone un enigmático y muy inquietante sospechoso, Albert Sparma, una suerte de aprendiz de Charles Manson. El guión de Hancock se mueve siempre en la ambigüedad, tanto sobre los crímenes que presenciamos, como sobre si los personajes son positivos o negativos. Una ambigüedad moral es que la mayor virtud de una historia de corte clásico que sigue una investigación policial al uso, pero que esconde secretos relacionados con el pasado de los personajes. Giros de guión que provocan constantes relecturas de lo que estamos viendo y obligándonos a cuestionar si los personajes actúan correctamente, o si se equivocan fatalmente. El protagonista, 'Deke', está fantásticamente interpretado -como es habitual- por el competente Denzel Washington, capaz de inyectarle veracidad a un personaje que es un puro arquetipo cinematográfico. Más complicado he tenido comulgar con el joven Baxter, al que da vida el siempre interesante Rami Malek, cuyo peculiar rostro no sé si es el adecuado para un policía eficiente, recto, profesional y además, un perfecto padre de familia. Por último, Jared Leto como el sospechoso Sparma está muy divertido, a veces pasado de rosca, pero también perturbador. Este trío principal está rodeado de excelentes secundarios como Chris Bauer y Michael Hyatt, que redondean un cinta bien dirigida, escrita e interpretada, con una atmosférica banda sonora de Thomas Newman. Pequeños detalles es un film que respira como el viejo Hollywood, una cinta que no pasará a la historia del cine con letras mayúsculas, pero que tampoco defrauda. Resaltemos su amargo poso de cine negro puro.