Judd Apatow, ese director que personificó la llamada nueva comedia americana, estrena en Netflix la pertinente La burbuja. El film nos muestra al elenco artístico de una ficticia franquicia de películas de cine (muy) comercial y al equipo técnico de la misma, intentando rodar la enésima secuela de la saga en plena pandemia. Para ello deberán aislarse en la famosa burbuja, situada un hotel en el que todos harán la pertinente cuarentena, evitando cualquier contacto con el exterior, para crear un ambiente libre de covid-19. Apatow decide construir su comedia a partir de sketches, antes que crear y desarrollar un argumento, así que veremos una sucesión de escenas de diversa duración que nos van mostrando situaciones y personajes distintos. Aunque el personaje encarnado por Karen Gillian tiene cierto protagonismo, la historia es bastante coral y todos los personajes tienen su pequeño momento. Apatow es un director que depende en gran parte de sus actores, casi siempre cómicos de profesión y de sus improvisaciones. Aquí se rodea bien de un elenco variopinto: Pedro Pascal, el ya veterano David Duchovny, su actriz fetiche -y pareja-. Leslie Mann, su hija Iris Apatow, además de cómicos como Keegan-Michael Key, Fred Armisen, Kate McKinnon y una buena cantidad de cameos. Bajo la apariencia de un inocuo film de sketches sobre la pandemia y el cine de Hollywood, creo que Apatow nos da la sátira definitiva sobre lo que hemos vivido en los últimos años. Dejando fuera las consecuencias más trágicas de la enfermedad -que se cebó sobre todo con los mayores y los vulnerables- Apatow plantea cómo el virus ha puesto patas arriba nuestras vidas dinamitando el supuesto estado de bienestar. Su película refleja cómo en el primer mundo, en occidente, nos cogemos rabietas infantiles por lo incómodas que son las mascarillas o por no poder irnos de vacaciones cuando nos da la gana, mientras nos llevamos las manos a la cabeza por los constantes escenarios apocalípticos creados por los medios; mientras, nos distraemos presenciado el valor de personas que se enfrentan a verdaderas tragedias -como el pueblo de Ucrania, o las decenas de países que no salen en las noticias y que también sufren por la guerra, la pobreza y la ausencia de derechos humanos-. Para representar a los niños malcriados de occidente que somos en el fondo, Apatow elige el ejemplo perfecto, los actores de Hollywood, esos bebés inseguros, iletrados, y millonarios que han olvidado los problemas de la vida real. Apatow pone en solfa todo el sistema de estudios, hace sangre con los ejecutivos, se ríe la mala calidad de los blockbusters y sus cromas -en una clara parodia de la saga de Parque Jurásico-, y tampoco perdona a los fans, ni a los influencers. No deja títere con cabeza. Además, Apatow se burla de todos nosotros echándonos en cara todo lo que hacíamos al principio de la pandemia, cuando no sabíamos nada sobre el virus: todos esos saludos con el codo, las ridículas pantallas de plástico sobre la cara, eso de mantener la distancia social, y los constantes test PCR. Y se ríe de todo con una malicia casi negacionista, preguntándose -creo que justificadamente- de qué sirvió todo aquello. Pero sobre todo disfrutaréis de La burbuja si os gusta la comedia estadounidense -en la línea del Saturday Night Live- y si disfrutáis con algunos de sus mejores cómicos, como los ya mencionados Armisen y McKinnon. Creo que esta película haría una doble sesión perfecta, por cierto, con No mires arriba (2021).
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