LA BALLENA -SALVAR Y SER SALVADO


Brendan Fraser es algo así como el bíblico Noé y Moby Dick, todo en uno, en La ballena de Darren Aronofsky. Toda la acción transcurre en su pequeño y algo claustrofóbico piso ya que el protagonista, Charlie, está aquejado de obesidad mórbida y no puede salir a la calle. Fuera, casi siempre, llueve. Y por la puerta -casi siempre abierta- aparecen personajes que intentan salvar a Charlie -que ingiere alimentos de forma autodestructiva- pero también, que necesitan ser salvados. Aronofsky despliega su habitual repertorio de situaciones y de imágenes chocantes: casi siempre ha tratado de forma cruel al espectador, que acabará superando todos su prejuicios -homofobia, el rechazo a las personas con sobrepeso- para abrazar a Charlie y sufrir con él. La película nos somete a momentos muy dramáticos, uno detrás de otro, pero no acaba agotándonos por un magistral control de los tiempos narrativos, de los valles argumentales, de los clímax emocionales seguidos de la calma antes de una nueva tormenta. Hay que destacar también el uso de la música de Rob Simonsen para marcar los diferentes momentos de la historia, en una película en la que el principal paisaje es el cuerpo del protagonista, mostrado de forma grotesca. El guión lo firma Samuel D. Hunter, basándose en su propia obra teatral, que parece hecha a la medida para Aronofsky, como la cara realista de su película más extraña, Noé (2014). Aquí también se trata de salvar almas perdidas, en un mundo de pecadores, con la fe como trasfondo. Curiosamente, el relato que rodea a la propia película, es también el de las segundas oportunidades, me refiero a la campaña de redención que ha protagonizado Brendan Fraser -en la película está magistral, claro candidato al Óscar-, rescatado para el cine por Aronofsky como ya hiciera este con Mickey Rourke en la también estupenda El luchador (2008).

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