SIN NOVEDAD EN EL FRENTE -EL HORROR DE LA GUERRA

Sin novedad en el frente es una espectacular superproducción alemana, dirigida por Edward Berger, sobre el horror de la guerra. Ambientada en la Primera Guerra Mundial, el argumento nos presenta a un joven, Paul (Felix Kammerer), que consigue ser reclutado para el combate, cegado por el fervor patriótico y el entusiasmo juvenil. A partir de aquí, veremos a Paul sufrir en sus propias carnes todos los horrores posibles de un conflicto bélico que fue una terrible carnicería. Nominada a 9 premios Óscar, la película es una maravilla artística -digna de ser vista en una pantalla de cine, aunque esté disponible en Netflix- con una magnífica fotografía y un soberbio diseño de producción. También opta a estatuillas en categorías como banda sonora, efectos visuales -espectaculares-, sonido, maquillaje y peinado. Y estando nominada al Óscar a la mejor película, parece tener asegurado el premio a la mejor película extranjera ¿No? También ha sido considerada por su guión adaptado, a partir de la novela de Erich Maria Remarque. Precisamente, la gran pega que le puedo poner a la película es que tiene una sola idea temática: el horror de la guerra. Una premisa que queda demostrada en los primeros 20-30 minutos del film, que son soberbios: cuando los jóvenes reclutas, entusiasmados, se dan de bruces con la brutalidad de una guerra suicida. A partir de ese momento, la sucesión de eventos terribles es una acumulación que únicamente sirve para cimentar una tesis ya demostrada -sobradamente- y que lleva a la terrible constatación de que un plato de comida vale tanto como una vida. La cinta refleja, sin esconderlo, la influencia de las grandes películas sobre la guerra. Ahí están las trincheras de Senderos de gloria (1957) y el contraste entre soldados -carne de cañón- y los oficiales -aquí Daniel Brühl- en una trama no del todo desarrollada y que también recuerda a la magistral La gran ilusión (1937), por no hablar de los travellings de la muy reciente 1917 (2019). Quizás, Sin novedad en el frente necesitaba a un personaje protagonista más desarrollado -los secundarios tienen más personalidad- cuyo descenso a los infiernos fuera un viaje más personal e íntimo para aportar otra dimensión a la reflexión sobre la guerra.

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