LLAMAN A LA PUERTA -EL SACRIFICIO NECESARIO

M. Night Shyamalan tiene que ser uno de los directores más en forma del cine estadounidense actual. Desde La visita (2015), el realizador se ha dedicado a fabricar películas con un planteamiento llamativo, un desarrollo entretenido basado en la tensión del relato y la capacidad de estimular la reflexión posterior sobre lo visto en la sala de cine. ¿Se puede pedir más? En Llaman a la puerta estamos básicamente ante una home invasion, subgénero del terror que suele provocar escalofríos en el espectador ¿A quién no le aterroriza la idea de ser atacado en su propio hogar? Shyamalan agrega a esa tensión el misterio sobre la naturaleza de los atacantes -Dave Bautista, Rupert Grint, Abby Quin y Nikki Amuka-Bird-, personajes interesantes y misteriosos que se presentan aterradores ante una familia que parece tan perfecta en su armonía, como desvalida. Shyamalan adapta la novela de Paul Tremblay y aunque la historia funciona como un argumento de terror directo, contiene una serie de elementos que conectan con las preocupaciones sociales y existenciales actuales: la pareja protagonista es homosexual -Jonathan Groff, Ben Aldrige y la niña Kristen Cui-, lo que nos hace sospechar que podemos estar ante un crimen de odio. Además, la trama juega con el muy presente miedo al fin del mundo: a los ataques terroristas, al cambio climático, a una pandemia o a desastres inesperados; también se aprovecha del clima de paranoia y de la existencia de grupos radicales que defienden teorías de la conspiración, por no hablar de la profunda crisis de fe de occidente y del mundo en general ¿Es que solo siguen creyendo los radicales? Todos estos elementos enturbian la película y nuestra percepción de la misma, en un film que, sorprendentemente, conecta y evoca imágenes de Sacrificio (1986) de Andrei Tarkovsky. ¿Somos capaces de creer realmente en el fin del mundo? ¿Y hasta dónde podríamos llegar para evitarlo? Tras ver la incapacidad de muchos para creer en la vacuna contra el covid-19 o para hacer algo tan sencillo como utilizar una mascarilla en lugares públicos, la película de Shyamalan parece incluso más aterradora.

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