IRATI -FANTASÍA HEROICA


Lo mejor de Irati es cómo recupera el sentido de lo maravilloso. La segunda película de Paul Urkijo -director de Errementari (2017)- es una obra poco frecuente y a contracorriente en el cine español, una cinta de espada y brujería basada en la mitología vasca. Cuando comienza la historia, como a Conan, vemos a Eneko como un niño que sufre un trauma relacionado con su padre -el rey- y su herencia. Luego, nuestro protagonista se convierte en un guerrero (Eneko Sagardoy) que vuelve, como Ulises, a su reino. El relato medieval es realista y sucio, pero el centro de la historia es una criatura fantástica, una lamia (Edurne Azkarate), que enamora al héroe y que le abre los ojos a un mundo desconocido. En Irati, cuando irrumpe lo fantástico -cíclopes, brujas y la mencionada mujer del río- el registro es terrorífico: estamos ante lo desconocido y eso da miedo. Urkijo demuestra sensibilidad para fabricar estos momentos inquietantes: el primer vistazo a la lamia en el río es estupendo, cuando se descubre el rostro del cíclope, terrorífico. En esta línea, Irati tiene más que ver con las recientes El caballero verde (2021) y El hombre del norte (2022) -cintas de género con sensibilidad de cine de autor- que con la luminosa aventura de las viejas películas de Ray Harryhausen. Urkijo persigue la belleza de las imágenes, con la misteriosa fotografía de Gorka Gómez, antes que el pulso aventurero, lo que podría haberle dado como resultado un film más entretenido en el sentido más lúdico de la palabra. Urkijo se decanta por lo trascendente, por el misterio mágico de la naturaleza convertida en deidad -pagana- y en clara oposición al cristianismo, en una película que aspira desde el primer momento a ser cine de culto.

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