En Breve encuentro (1945) -una de las mejores películas de la historia del cine- David Lean adapta la obra teatral de Nöel Coward para hablarnos del amor imposible y de la vida no vivida. Laura (Celia Johnson) es una mujer que elige quedarse con su marido y sus hijos, aún sabiendo que a quien realmente ama es a Alec (Trevor Howard), un médico al que conoce, por obra del destino, de forma casual en una estación de tren. En Vidas pasadas (2023), ópera prima de la dramaturga Celine Song -de origen coreano, nacionalidad canadiense y residente en Estados Unidos- esta se inspira en una vivencia personal para mostrarnos a Nora (Greta Lee), una mujer entre dos hombres, Hae Sung (Teo Yoo) y Arthur (John Magaro), sentada en la barra de un bar en Nueva York. Nora se descubre también entre dos vidas, su infancia en Corea del Sur y su presente en Estados Unidos, país al que ha emigrado persiguiendo sus sueños de realización personal. La película plantea interrogantes sobre cómo nos cambia el paso del tiempo, el paso de la infancia a la vida adulta, y sobre todo cómo dejamos atrás aspiraciones, lugares, personas y posibles caminos vitales. Un tránsito natural en cualquiera, pero que en el inmigrante se convierte en una fractura que divide de forma abrupta la vida en dos partes que a veces no parecen tener mucho que ver entre sí. Nora mira su vida pasada con asombro, como ajena a ella, pero sabiendo, al mismo tiempo, que entonces comenzó todo. Vidas pasadas es una película lenta y contemplativa, compuesta de silencios y sentimientos no expresados. Una película de imágenes preciosistas -la fotografía es de Shabier Kirchner-, con mucha presencia de la música -Christopher Bear y Daniel Rossen- que busca sobre todo el confort del espectador. Song se plantea el amor como una idea romántica en la que el destino determina quién es nuestra pareja ideal, pero también de forma práctica: no podemos enamorarnos más que de la persona que tenemos al lado, con la que compartimos nuestra vida real y diaria. Aunque la mayoría siga pensando y recordando a esa persona con la que, por razones misteriosas o por decisiones mediocres, nunca pudo tener esa idealizada historia de amor.
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