Robot Dreams (2023) es de esas -escasas- obras que crean un universo en el que te gustaría vivir. Pablo Berger adapta el cómic de Sara Varon en la película animada del año -con permiso de Miyazaki- y una de las mejores cintas españolas de 2023. La historia es tremendamente sencilla: Perro es un tipo solitario que encuentra a su pareja perfecta en Robot, hasta que la fatalidad los separa ¿Conseguirán reunirse de nuevo? La película cuenta con una animación sencilla pero técnicamente impecable, potenciada por la estupenda puesta en escena de Berger, que continuamente busca soluciones visuales para contar la historia con la mayor eficacia posible, pero también con cierta poesía. Los diseños de los personajes son preciosos y la ciudad de Nueva York es un escenario ideal porque, en el fondo, es la ciudad de ciudades, la del cine, la que todos tenemos en la mente cuando pensamos en grandes centros urbanos. El planteamiento puede parecer sencillo, pero sirve para hablar de la soledad, de la amistad y de las relaciones de pareja llegando a ideas muy profundas. La decisión artística de que los personajes sean animales de todo tipo permite que la historia sea interpretada desde cualquier sensibilidad: pueden ser dos amigos, o una pareja gay, o lo que sea. Esto da pie a múltiples reflexiones sobre cómo nacen el amor y la amistad, y cómo se puede sobrellevar la pérdida, la distancia, la añoranza del otro. Cómo la vida sigue aunque estemos separados de nuestros seres queridos y no pasa nada, no es una tragedia. La película juega con las expectativas del espectador -no necesariamente infantil- y su mensaje reside, precisamente, en frustrarlas. Y esa ‘moraleja’ de la historia, me parece mucho más sana -y más adulta- que la de otra de las películas del año, Vidas pasadas (2023), cuyo romanticismo de ficción habla del destino de una forma discutible cuando menos. Me parece un acierto que el niño o niña que vea Robot Dreams se pregunte al salir de la película las razones que han llevado al desenlace de la historia. Y para el espectador adulto, Pablo Berger propone también un festín de divertidos guiños cinéfilos que resultan francamente entretenidos: Nosferatu (1922), El héroe del Río (1928) de Buster Keaton, Planeta prohibido (1956), Psicosis (1960), 2001: Una odisea del espacio (1968), Tiburón (1977), Star Wars (1977), Manhattan (1979) -y hasta Mazinger Z- además de las citas obvias como El mago de Oz (1939) o los musicales, entre muchos guiños más. En mi opinión, la referencia más divertida, es la alusión a una novela de Stephen King que en el mundo de la película debe tener un giro muy interesante.
ROBOT DREAMS -¿SUEÑAN LOS ANDROIDES?
Robot Dreams (2023) es de esas -escasas- obras que crean un universo en el que te gustaría vivir. Pablo Berger adapta el cómic de Sara Varon en la película animada del año -con permiso de Miyazaki- y una de las mejores cintas españolas de 2023. La historia es tremendamente sencilla: Perro es un tipo solitario que encuentra a su pareja perfecta en Robot, hasta que la fatalidad los separa ¿Conseguirán reunirse de nuevo? La película cuenta con una animación sencilla pero técnicamente impecable, potenciada por la estupenda puesta en escena de Berger, que continuamente busca soluciones visuales para contar la historia con la mayor eficacia posible, pero también con cierta poesía. Los diseños de los personajes son preciosos y la ciudad de Nueva York es un escenario ideal porque, en el fondo, es la ciudad de ciudades, la del cine, la que todos tenemos en la mente cuando pensamos en grandes centros urbanos. El planteamiento puede parecer sencillo, pero sirve para hablar de la soledad, de la amistad y de las relaciones de pareja llegando a ideas muy profundas. La decisión artística de que los personajes sean animales de todo tipo permite que la historia sea interpretada desde cualquier sensibilidad: pueden ser dos amigos, o una pareja gay, o lo que sea. Esto da pie a múltiples reflexiones sobre cómo nacen el amor y la amistad, y cómo se puede sobrellevar la pérdida, la distancia, la añoranza del otro. Cómo la vida sigue aunque estemos separados de nuestros seres queridos y no pasa nada, no es una tragedia. La película juega con las expectativas del espectador -no necesariamente infantil- y su mensaje reside, precisamente, en frustrarlas. Y esa ‘moraleja’ de la historia, me parece mucho más sana -y más adulta- que la de otra de las películas del año, Vidas pasadas (2023), cuyo romanticismo de ficción habla del destino de una forma discutible cuando menos. Me parece un acierto que el niño o niña que vea Robot Dreams se pregunte al salir de la película las razones que han llevado al desenlace de la historia. Y para el espectador adulto, Pablo Berger propone también un festín de divertidos guiños cinéfilos que resultan francamente entretenidos: Nosferatu (1922), El héroe del Río (1928) de Buster Keaton, Planeta prohibido (1956), Psicosis (1960), 2001: Una odisea del espacio (1968), Tiburón (1977), Star Wars (1977), Manhattan (1979) -y hasta Mazinger Z- además de las citas obvias como El mago de Oz (1939) o los musicales, entre muchos guiños más. En mi opinión, la referencia más divertida, es la alusión a una novela de Stephen King que en el mundo de la película debe tener un giro muy interesante.
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