ANATOMÍA DE UNA CAÍDA -¿LA MEJOR DEL AÑO?


Al final de El reflejo de Sibyl (2019), la protagonista -interpretada por Virginie Efira- llegaba a la conclusión de que su vida es una ficción igual a la de los libros que escribe y que puede, por tanto, cambiar la realidad a su antojo. En el inicio de Anatomía de una caída (2023) -Palma de Oro en Cannes-, la protagonista, Sandra (Sandra Hüller), es también una escritora a la que conocemos siendo entrevistada por una estudiante. Sandra revela a la joven que no la percibe como una persona, sino como a un personaje que puede incorporar a sus novelas. La directora Justine Triet, en sus cuatro largometrajes hasta la fecha, ha colocado siempre en el centro de la acción a una mujer, casada o divorciada con hijos, existencialmente desorientada -como todo el mundo- y en esta película se trata de Sandra, quien se convierte en la principal sospechosa de la misteriosa muerte de su marido, en un thriller judicial que nos mantendrá dudando sobre si es culpable o no durante el metraje de dos horas y media. El guión de Triet -escrito junto a su pareja y colaborador habitual, Arthur Harari- explora meticulosamente los hechos -de los que el espectador no es testigo- y el ambiente familiar, revelando poco a poco nuevas informaciones que pueden inclinar la balanza de la culpabilidad hacia un lado u otro. En el centro del conflicto está el gran tema de la filmografía de Triet desde La batalla de Solferino (2013), los problemas de pareja, vista esta como la suma de dos individuos, con ambiciones, anhelos y necesidades, que se obligan mutuamente a compartir su vida y a realizar ciertos sacrificios en nombre del amor. El enigma de quién era realmente el fallecido Vincent (Swann Arlaud) marca la película tanto como la culpa de ambos padres por la ceguera de su hijo, Daniel (Milo Machado-Graner), única concesión de la cinta al melodrama. El esquema de 'película de juicios' -al que Triet ya recurrió en la comedia Los casos de Victoria (2016)-, aunque manido, permite explorar el tema de la verdad y la mentira, pero también, propicia el lucimiento de actores como Antoine Reinartz, estupendo como abogado fiscal; y también posibilita estupendos monólogos sobre asuntos diversos, como la discapacidad, las ambiciones frustradas, la vida. Triet no había escrito un guión tan estimulante ni había conseguido una puesta en escena tan precisa hasta esta, su mejor película. Y el gran subtexto del film es la ficción y la realidad -asunto ya explorado en la mencionada El reflejo de Sibyl- que plantea interrogantes muy jugosas para la conversación al salir de la sala de cine: ¿Hasta qué punto nuestros recuerdos son fiables? ¿Existe una verdad absoluta o todo depende de la perspectiva de cada uno? Y sobre todo ¿Podemos construir un relato ficticio para cambiar nuestra realidad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario