Los grandes artistas con vidas conflictivas y polémicas siempre han sido un buen gancho para novelas y películas, y ese es el caso de Leonard Bernstein (1918-1990), célebre compositor y director de orquesta. Bradley Cooper lleva su vida al cine en Maestro (2023) -estrenada en Netflix-, dejándose llevar por la tentación de encarnar a un personaje histriónico y excesivo. Arropado por Martin Scorsese y Steven Spielberg como productores, Cooper se pone detrás de la cámara, y delante de ella desaparece, bajo el maquillaje -diseñado por el ganador del Óscar, Kazu Hiro- algo aparatoso en algunos momentos, como suele ocurrir en este tipo de producciones, pero que consigue la ilusión de convertirle en otra persona. Como actor, Cooper está impecable, con momentos estupendos, como cuando emula a Bernstein dirigiendo una orquesta, dejándose llevar por el poder de la música. Como director, Cooper plantea una contradictoria puesta en escena, que convierte la película en una serie de diálogos dramáticos entre los personajes principales, con aliento teatral, buscando casi siempre el lucimiento del actor. Cooper encuadra algunas escenas desde la distancia, como si sintiese pudor ante lo que nos cuenta, colocando puertas, ventanas y pasillos entre el objetivo y los actores; pero en otros momentos utiliza el primer plano, acercándose mucho a los actores, hasta dejarnos ver lágrimas o gotas de sudor, por lo que no queda claro cuál es exactamente su postura como realizador. Cuando la historia lo requiere, tampoco tiene reparos Cooper en dejarse llevar por la pirotecnia hollywoodiense, permitiendo que la cámara vuele -por ejemplo, el plano secuencia que da inicio al primer flashback en blanco y negro-. La primera parte del metraje está marcada por escenas dramáticas, en las que los dos personajes principales -Bernstein y Felicia (Carey Mulligan)- comienzan su sorprendente romance. Son escenas que parecen algo frías, de diálogos que buscan el ingenio y resultan un poco intelectuales, que separan a los personajes de su entorno social e histórico por lo que rozan la abstracción -en algún momento recuerda el planteamiento de Blonde (2022)-. El guión del propio Cooper y Josh Singer no nos muestra el ascenso de Bernstein como artista, sino que nos lo presenta ya en su primer momento de éxito. Se nos dice que es un joven talentoso, pero nada más. El acento de la historia está puesto en la homosexualidad de Bernstein y en cómo marca su matrimonio con Felicia, quien se ve obligada a aguantar con la 'doble cara' del genio. Y si bien el planteamiento de la historia convierte al músico en prácticamente un villano, un giro dramático trastoca nuestra visión del protagonista. El clímax del film es ciertamente lacrimógeno, melodramático, pero la gran interpretación de Mulligan salva la función. Al final, por cierto, Cooper no puede resistir la tentación de añadir imágenes del Bernstein real para dejarnos claro que lo ha hecho muy bien.
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