MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA (WOODY ALLEN, 2014)


¿Creéis en el amor? Al ver Magia a la luz de la Luna he tenido la sensación de estar viendo una película "clásica", en el sentido de estar presenciando un "cine" que ya no se hace. O más bien, que solo hace Woody Allen. Desde su primera película en 1969, el neoyorquino ha tenido tiempo para convertirse en un clásico vivo. Ver una de sus obras me produce ahora la misma sensación que tengo cuando veo una película del Hollywood clásico. Películas que, aún si son "menores", tienen una "calidad", un espíritu, que no se encuentra en el cine actual. Pero quizás esta es solo una idea mía. Si Blue Jasmine (2013) era una tragedia disfrazada de comedia, Magia a la luz de la Luna trata temas existenciales muy profundos con una ligereza y un buen rollo que inevitablemente se gana al espectador. La película gira básicamente alrededor de uno de los temas que siempre ha sido motivo de humor (negro) en las películas del director: el miedo a la muerte. Y en esta película encontramos a un Woody Allen juguetón, que consigue engañarnos varias veces -su señuelo son sus siempre fantásticos diálogos- y nos hace pensar incluso que a sus 79 años podría haber dejado de ser el agudo escéptico que ha sido siempre. La otra idea que posee Magia a la luz de la Luna es que una mentira puede hacernos felices. Y a veces esa mentira se llama "amor".


-AVISO SPOILERS-

Stanley (Colin Firth) es un exitoso ilusionista que precisamente por dedicarse a crear "magia" sabe muy bien que esta no existe en realidad. El personaje me parece uno de los puntos más fuertes de la película: nos lo presentan disfrazado de misterioso chino -Wei Ling Soo- con un punto ridículo, para luego desvelar que se trata de un misántropo depresivo y pesimista que cita a Nietzsche cada vez que puede. Para mí es uno de los mayores hallazgos de la película. Su contrapartida es una exquisita Emma Stone (Sophie) -especializada en papeles de "chica perfecta"- que interpreta a la perfección a una mujer recurrente en la filmografía de Allen: es inocente, inteligente pero inculta y tan atractiva como peligrosamente joven. Está cantado que Stanley se va a enamorar de Sophie, pero Allen juega tan bien sus cartas, que consigue sorprendernos y crear una historia de amor encantadora. Stanley cae en la red de Sophie no solo por sus grandes ojos brillantes -ni por una sonrisa que reconcilia con la existencia- sino precisamente porque ella es capaz de engañarle dándole algo que nunca ha tenido: esperanza. Haciéndole creer que hay algo más en la vida que la sensación del absurdo. Algo mejor que la lucidez que otorga saber que no hay nada. Obviamente, los poderes de Sophie son un engaño, aunque Allen nos lleva de la mano y logra hacernos pensar que está a punto de dar un salto de fe en su cine. Pero la pirueta final es mucho más bonita. Sophie elige con su corazón -y no hace lo razonable, que era casarse con un joven millonario que en realidad es un friki- y Allen nos regala un desenlace -también predecible- pero tan lleno de encanto que no podemos hacer más que sonreír. Lo malo es que si en la película algunos personajes dudan de que exista la "magia", en la vida real poca fe nos queda ya en los milagros. Al menos a mí.


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