Cada temporada de American Horror Story suele ser muy estimulante al principio, pero algo insatisfactoria en su tramo final. Creo que la razón es que no parece tener interés en plantear un conflicto central claro, sino que se dedica a contar nuevas historias -subtramas- y a introducir personajes -sin parar- en cada episodio. Esto es muy entretenido, pero tiene la pega de que cuando se acerca el final, no tenemos ninguna expectativa sobre el posible desenlace. Es el -pequeño- precio que hay que pagar para poder disfrutar de una temporada repleta de imaginación, guiños al género de terror e idas de olla. Ahora bien, She Gets Revenge es un episodio muy sólido -del veterano guionista James Wong- que elude esa sensación de decepción y consigue ofrecernos un relato entretenido, con un punto macarra, y con mucho corazón.
El prólogo, narrado por Liz (Denis O´Hare), es otra de esas historias encapsuladas que no lleva a ninguna parte argumentalmente, pero establece el tono emocional del capítulo. Aquí se nos habla del hotel como no-lugar en el que los huéspedes se permiten dar rienda suelta a lo prohibido. Entonces aparece una pareja de ancianos que protagoniza algo así como una versión suicida -con mucho humor negro- del fantástico prólogo de Up (Pete Docter, 2009). Tras esto, Liz -quizás el mejor personaje de la temporada- vive una historia muy relacionada con el tema principal de Hotel: la paternidad irresponsable. Liz quiere suicidarse -el nihilismo ensombrece todos los capítulos de esta entrega de AHS- pero antes desea hacer las paces con el hijo que abandonó. La trama, que podría haber sido un mero relleno en otras manos, está resuelta con sencillez y consigue emocionar, gracias sobre todo al buen hacer interpretativo de O´Hare. Pero lo más importante es que se establece al final que Liz e Iris (Kathy Bates) -impagable su vídeo de autohomenaje- se enfrentarán a la Condesa (Lady Gaga) por el control del hotel. La imagen de las dos mujeres pegando tiros a cuatro manos es explosivamente pulp.
El resto del episodio se dedica a atar cabos. Por un lado, John Lowe (Wes Bentley) abraza su naturaleza de asesino en serie y le vemos cometer el penúltimo crimen de los diez mandamientos. Pero enseguida hace las paces con Alex (Chlöe Sevigny) para darle caza a los niños convertidos en vampiros por el virus del sarampión. Esto nos regala alguno de los momentos más terroríficos del episodio, incluyendo un encuentro con Ramona Royale (Angela Bassett). Eso sí, la reconciliación con Alex tiene un precio: John se ha ganado el odio de Sally (Sarah Paulson) lo que establece otro conflicto a ser resuelto en los dos capítulos restantes.
En cuanto a la Condesa, no puedo evitar sentir que la forma en que mata a Natacha (Alexandra Daddario) mientras -paralelamente- Donovan (Matt Bomer) asesina a Rodolfo Valentino (Finn Wittrock) es bastante gratuita. Es un desenlace apresurado para una subtrama que, por otro lado, nos regaló grandes momentos, como el divertido guiño a F.W. Murnau. Tampoco parece demasiado lograda la reaparición -fantasmal- del marido asesinado Will Drake (Cheyene Jackson). Pero como he dicho antes, se trata defectos que se compensan con el despliegue de ideas, con voluntad transgresora, que nos regala AHS cada temporada.
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