Hay varias cosas que The Flash hace realmente bien. La primera es jugar con la mitología de la propia serie. Retuercen a cada personaje hasta exprimirlo bien. Así, en este capítulo, el velocista escarlata viaja al futuro para descubrir cómo es su mundo tras la posible muerte de Iris West (Candice Patton). Los guionistas vuelven a jugar a presentar a los protagonistas con pequeñas variaciones, como ya han hecho mostrando futuros alternativos -Flashpoint- y mundos paralelas -Tierra-2-. Esto solo funciona si conocemos bien a los personajes y están tan excelentemente dibujados como estos. Lo segundo que hacen bien es meternos verdaderamente en la historia y convencernos de su planteamiento: no sé vosotros, pero estoy convencido de que Iris morirá a manos de Savitar. Han buscado ya tantas formas de evitarlo y han fracasado, y el tono de esta tercera temporada es tan oscuro, que verdaderamente no veo otro final. Un espectador curtido como yo, debería saber que probablemente Iris se salvará -como poco hay un 50% de probabilidades- pero es mérito de los guionistas el convencerme de que la tarea de Barry Allen (Grant Gustin) es, como poco, complicada. En el mismo sentido, la serie es muy buena creando antagonistas verdaderamente temibles y cuya identidad es una auténtica incógnita. Al menos yo estoy verdaderamente intrigado. Por último, hay que alabar el delicioso cóctel de referencias ochenteras que es cada entrega de The Flash: aquí, un viaje al futuro como en Regreso al futuro (1985); H.R. (Tom Cavanagh, que además dirige el capítulo) recoge su baqueta justo antes de que se cierre una puerta como Indiana Jones; el mismo H.R. responde "lo sé" a una admiradora que le dice "te deseo" como Han Solo responde al "te amo" de Leia en El imperio contraataca (1980); sin olvidar el futuro distópico y las manos mecánicas de Cisco (Carlos Valdes) que recuerdan a Terminator (1984). Esta serie mola.
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