Es una pena que se pueda vislumbrar una película interesante -divertida y original- en un film que considero fallido -no coincido con las críticas maravillosas que ha obtenido- como lo es Abracadabra. El film de Pablo Berger, tras el éxito de Blancanieves (2012,) tiene una idea de partida muy atractiva: un hombre machista y bruto -interpretado con su solvencia habitual por Antonio De la Torre-, es poseído por el espíritu de un tío sensible y romántico cuya identidad es uno de los misterios de la historia. Dos personalidades habitan así en el cuerpo del marido de una sufrida madre y ama de casa a la que da vida una estupenda, casi almodovariana, Maribel Verdú. El tercero en discordia es un primo friki, un José Mota que está para hacernos reír. Lamentablemente, con esta idea y estos estupendo actores, Berger entrega una tercera película que parece una ópera prima. Abracadabra falla en el ritmo de sus situaciones cómicas, en la cadencia de sus diálogos sin chispa: Howard Hawks habría dicho "ruédalo más rápido". También falla el guión en cómo se engarzan las secuencias, entre las que no hay la continuidad suficiente, por lo que la historia avanza a trompicones, deslavazada. Algunas situaciones parecen gratuitas o que no llevan a nada. El desarrollo de los personajes es prácticamente nulo. La realización adolece de una torpeza difícil de explicar, como si la transición del mudo al sonoro se le hubiese atragantado a Berger. Y a pesar de todo esto, se ven destellos de buenas ideas, algunas incluso originales y hasta excéntricas -el chimpancé- que permiten intuir un universo propio muy interesante que mezcla lo costumbrista con lo fantástico. Hay ecos de Woody Allen -la sesión de hipnosis- y de Almodóvar -la luchadora protagonista femenina- seguramente mal digeridos. Algún momento aislado hace reír -cuando falta el arroz en la iglesia- y hay alguna secuencia de atmósfera muy conseguida -la segunda sesión de hipnosis- pero son destellos aislados de un diamante sin pulir.
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