Sorprende La Torre Oscura en un momento en el que cada estudio de Hollywood busca crear su propia franquicia mastodóntica, su propio universo de ficción a imagen de Marvel, DC o Star Wars. Sorprende porque concentra su historia en apenas 95 minutos en los que asistimos a la destilación de las ocho novelas escritas por Stephen King entre 1982 y 2012. Sin haberlas leído, aplaudo la decisión de apostar por una historia independiente, relativamente satisfactoria, en lugar de lanzar anzuelos a diestra y siniestra para engancharnos a futuras secuelas. En esta nueva aproximación, el punto de vista es Jake Chambers (Tom Taylor), un niño que podría haber sido el protagonista de una película de los años 80: sufre la ausencia de su padre, sufre acoso escolar, vive un hecho extraordinario y nadie le cree. Jake tiene "el resplandor" y sueña con otro mundo, habitado por un pistolero, Idris Elba, que se enfrenta a un mago, Matthew McConaughey -más parecido a David Copperfield que a Merlín- para evitar la destrucción de la torre del título, que mantiene el mal a raya en un universo más amplio que el que conocemos. La historia contiene elementos de western, de la leyenda del rey Arturo -el revólver del pistolero está hecho con el metal de Excálibur- de fantasía y de ciencia ficción. El guión cumple a rajatabla con los puntos de giro de todo producto de Hollywood y sigue fielmente el arco de transformación del héroe arquetípico. La lucha entre el bien y el mal -sin matices- se mezcla con conflictos paterno-filiales para dotar de una hondura emocional mínima el argumento. Todo funciona como un reloj, mecánicamente, por lo que hay que decir que se echa en falta más riesgo, más personalidad y un poco más de humor: las escenas del pistolero en Nueva York habrían dado para más; se echa de menos algún secundario con más recorrido; adivinamos que Jake podría haber vivido incluso un primer amor. A pesar de esto, estamos ante una película sencilla, directa y entretenida. Los fans del autor de Carrie (1974) probablemente pondrán el grito en el cielo, pero la película es una estupenda forma de acercase a las novelas. El mejor piropo que se le puede hacer a Stephen King es que, en una época en la que hemos visto Star Wars (1977) y El señor de los anillos (2001), sus obras siguen siendo inadaptables.
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