Lo que más me enganchó de Westworld fue la gran cantidad de interpretaciones, ideas, pensamientos, referencias, miradas, que surgían de su visionado. Tantas, que me fue imposible elaborar un texto manejable (o legible). Por eso propongo una serie de textos que iré publicando poco a poco. Gracias por leer.
(1) El complejo de Frankenstein. Es imposible hablar de WestWorld sin tener en cuenta el concepto acuñado por el escritor de ciencia ficción, Isaac Asimov, para referirse al miedo a que las máquinas se rebelen contra los hombres. Este argumento está presente en todo tipo de obras, desde las propias adaptaciones de la novela de Mary Wollstonecraft Shelley, hasta la reciente Ex Machina (2015). En este esquema argumental encaja perfectamente este remake en formato serie de Almas de metal (1973), película escrita y dirigida por el novelista Michael Crichton. En ella nos presentaba un parque de atracciones en el que los usuarios pueden hacer realidad sus fantasías convirtiéndose en cowboys del salvaje oeste, caballeros medievales o nobles de la antigua Roma. Estas épocas históricas estaban recreadas utilizando robots que acababan rebelándose y convirtiéndose en asesinos. De estética superada, resulta imborrable la imagen del cowboy de negro -el pistolero interpretado por Yul Brynner- persiguiendo sin piedad a los protagonistas, que parece anticipar al T-800 (Arnold Schwarzenegger) de Terminator (1984). Como veis, el argumento es muy similar al que usaría luego el propio Crichton -cambiando robots por dinosaurios- en Parque Jurásico (1993). La serie de HBO conserva el tono incómodo, inquietante, de la película original y el terror hacia esos hombres mecánicos, que son una parodia de vida. De nuestra vida. Crichton se anticipaba así al uncanny valley: el rechazo que sentimos cuando una réplica se acerca demasiado a la recreación de un ser humano real. Lo acabamos de experimentar, por cierto, con el Peter Cushing digital de Rogue One (2016). Otro elemento de la película que pervive en la serie es la sensación de que los robots se rebelaban por los constantes abusos de los acaudalados visitantes humanos del parque, que maltratan, violan y matan a los anfitriones, a los que consideran meras máquinas a su servicio. La lectura en clave marxista parece inevitable: estaríamos ante una revolución. ¿No comandó la robótica María una rebelión de trabajadores explotados en el clásico del cine mudo Metrópolis (1927)?
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