Ganadora del Gran Premio del Jurado en el festival de Sundance, Ya no me siento a gusto en este mundo se puede ver en Netflix, que compró sus derechos y la colocó rápidamente en nuestros hogares, evitando, eso sí, su estreno en salas. Obviamente estamos ante una cinta de cine independiente, ópera prima del actor Macon Blair -habitual en la filmografía de Jeremy Saulnier, Blue Ruin (2013), Green Room (2015)-. La historia se plantea haciendo honor a su título, introduciendo a Ruth -Melanie Lynskey, la que dio la réplica a Kate Winslet en Criaturas Celestiales (Peter Jackson, 1994)- una enfermera soltera, de treinta y muchos, con algo de sobrepeso y una actitud de absoluto asco hacia la gente que la rodea. En estos primeros compases, la comedia sutil y amarga funciona muy bien, reflejando una sociedad de individuos egoístas, maleducados y groseros. Una muerte sumirá a Ruth en una profunda depresión existencial, pero será cuando roben su casa que la acción de la historia se pondrá en marcha. Ese pequeño robo abrirá un nuevo mundo para Ruth, que conoce así a un divertido Elijah Wood en el papel de un vecino excéntrico y flipado pero de buen corazón. Comienza así, para Ruth, un descenso a los bajos fondos que la hará entrar en contacto con un submundo criminal, cutre y sórdido, en un desarrollo que recuerda precisamente a la mencionada Blue Ruin (2013) protagonizada por el propio Blair. Este paso de la comedia al relato criminal -que incluye un cambio del punto de vista- funciona bastante bien al mantener el interés en el relato y sobre todo al ser una extensión del planteamiento. Blair parece hacer con esto una pequeña diferenciación entre las malas personas cotidianas y los auténticos criminales, personajes violentos y capaces de una auténtica amoralidad. Lamentablemente, el guión se apoya en un par de situaciones forzadas para mantener a su protagonista implicada en la historia, lo que le resta credibilidad y solidez al conjunto. El desenlace, que puede provocar desconcierto, estaría justificado si pensamos que estamos ante un discurso sobre la maldad, que comienza con pequeños gestos cotidianos, continúa en el mundo criminal y acaba con un mal cósmico. ¿Acaso no representa la serpiente a Satán?
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