No por casualidad, La maravillosa Sra. Maisel comienza donde acaban la mayoría de las historias románticas: en una boda. Ganadora del Globo de Oro a la mejor serie de comedia, esta ficción hace del feminismo su principal discurso. Pero su interés radica más bien en la gran calidad que atesora. Primero, por el carisma de su protagonista, interpretada por una fantástica Rachel Brosnahan -ganadora también del Globo de Oro- que encandila. Segundo, por la inteligencia de su creadora, la guionista Amy Sherman-Palladino -Rosseane (1994) y Las chicas Gilmore (2000)- que escribe y dirige junto a su marido -y colaborador habitual- el productor, Daniel Palladino. Cada entrega de esta producción de Amazon destaca por unos guiones soberbios y una realización inspirada, nada usual en la televisión actual, incluso teniendo en cuenta el buen momento del audiovisual catódico. La historia comienza con la mencionada boda entre Miriam "Midge" y Joel Maisel (Michael Zegen) y a partir de allí asistimos al desmoronamiento de la pareja. Ella es la esposa perfecta. Él sueña con ser una estrella del stand-up comedy. En los conservadores años 50, solo Joel puede alcanzar sus sueños -de hecho, Midge es la ayudante perfecta para el éxito de su marido-. El problema es que el talento lo tiene ella. La trama se divide entonces en dos frentes: los obstáculos que enfrenta Midge para abrirse camino en el mundo del espectáculo y los problemas, aún peores, que le supone convertirse en una mujer separada. Con una espléndida ambientación de la época -decorados y vestuario maravillosos- la estrategia narrativa es hablarnos de temas actuales -el empoderamiento femenino- situando a los personajes en un escenario retrógrado y machista que exagere los problemas que afrontan hoy las mujeres. Un ejercicio parecido al de la fallida, pero estimable, Agent Carter (todavía en la época Pre-Trump) o más bien, como hacer un spin-off de la Peggy Olson (Elisabeth Moss) de la obra maestra que es Mad Men (2007). La verdad es que La maravillosa Sra. Maisel podría ser una versión humorística de la serie de Matthew Weiner.
Los guiones de cada episodio se alejan notablemente de lo convencional, dándole más protagonismo a cada escena, que al argumento general. El libreto brilla por sus diálogos, de ritmo trepidante e intensidad teatral, defendidos por unos estupendos actores: Alex Borstein -muy original como la representante de Midge, como otra cara de lo femenino, como escudera de la protagonista- o Tony Shalhoub -como el estupendo padre de la protagonista-. Eso sí, no es una serie fácil: las tramas no avanzan según las expectativas, los diálogos resultan difíciles de seguir en versión original y probablemente pierden con el doblaje por sus referencias culturales. Además, la narración no tiene prisa y se recrea en los ambientes domésticos -llegamos a familiarizarnos con el hogar de los Weissman- y profesionales -estupenda la entrega, Doink, que describe el trabajo en unos grandes almacenes de la época-.
La heroína de la historia es, sin duda, Midge, pero no esperéis un panfleto feminista. Sus principales obstáculos son también otras mujeres: como su propia madre -Marin Hinkle- autentica guardiana del status quo y esclava del qué dirán, o la famosa comediante Sophie Lennon -estupenda Jane Lynch- algo así como nuestra Lina Morgan, cuyo mensaje a la protagonista es devastador: no puedes ser simplemente "una mujer"; lo que da pie al fantástico monólogo, rebelde y rabioso, que cierra el episodio Put That On Your Plate! Tampoco recurre esta serie al recurso fácil de convertir al marido de Midge, Joel, en un estereotipo machista. Joel se presenta como un tipo frustrado, presionado por el éxito exigido a los hombres del patriarcado -obviamente inalcanzable para todos- que provoca su infelicidad -la escena en su habitación infantil, llena de trofeos que ya no sirven para nada en su vida adulta-. Joel se cree obligado a cumplir con un papel de proveedor, aunque eso signifique renunciar al rol más importante de su vida: el de padre. Siendo Midge un personaje de un optimismo infatigable, es muy interesante cómo el conflicto que genera su lucha feminista se refleja más bien en su marido, dividido entre el amor que siente por su mujer y su lamentable educación machista.
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