Hijo nada menos que de David Bowie, Duncan Jones debutó como director de cine con la magnífica Moon (2009), estupendo relato de ciencia ficción low cost que multiplicaba a Sam Rockwell. A este trabajo le siguió la solvente Código Fuente (2011), un thriller, también de ciencia ficción, desarrollado en 8 minutos que se repetían una y otra vez. Tras estos dos sólidos trabajos, Jones abordaba su primera producción de gran presupuesto, Warcraft: El origen (2016), indefendible obra sin alma basada en el popular videojuego multijugador masivo en línea. Ahora, Netflix estrena un nuevo film de Jones, que recibíamos con la esperanza de que el director volviese a demostrar su talento. Mute, lamentablemente, no me parece una buena película. Narra la historia de Leo -Alexander Skarsgard de Big Little Lies- un amish que se queda mudo de niño y que se niega a operarse para recuperar la voz por cuestiones de fe. 30 años después, el personaje sigue rechazando la tecnología, pero, además, vive en un futuro cyberpunk muy parecido al de Blade Runner -o el de otra producción Netflix, Altered Carbon-. En todo caso, al igual que en los ejemplos antes mencionados, estamos de nuevo ante un entorno futurista, sí, pero marcado por la nostalgia de un pasado analógico: Leo no usa móvil, escucha vinilos en un tocadiscos, y la decoración de los lugares que frecuenta es siempre retro. La historia de Leo tiene tintes de cine negro, ya que tendrá que llevar a cabo una investigación para encontrar a su amada desaparecida. Paralelamente, conocemos a otro personaje, Cactus -Paul Rudd de Ant-Man (2015)- un exmilitar que busca escapar de Berlín -recordemos la "Trilogía de Berlín" de Bowie- con un ambiente y unos bajos fondos que recuerdan al de finales de la Segunda Guerra Mundial. Cactus es, además, cirujano para un mafioso, y padre de una hija, elemento que parece redimir al personaje. Le acompaña en sus andanzas otro médico, Duck -Justin Theroux de The Leftovers-. Juntos, Leo y Cactus, parecen haber salido de Mash (1972). Precisamente, el problema de Mute es que la trama de Leo y la de Cactus tienen tonos muy diferentes: el primero es un héroe silencioso, de cine negro y el segundo tiene la verborrea propia de la nueva comedia americana de Judd Apatow. Lo peor es que, cuando las dos historias confluyen, con un giro sorpresa, el argumento se desmorona completamente. Por último, cabría preguntarse si era necesario que esta historia se desarrollase en el futuro, inscribiéndola en el género de la ciencia ficción: la decisión me parece puramente estética, ya que no hay ningún elemento argumental en su desarrollo que no exista actualmente. A pesar de todo esto, quizás Mute tenga interés para los fans de David Bowie, a quien su hijo dedica el film.
MUTE -CYBERPUNK ODDITY
Hijo nada menos que de David Bowie, Duncan Jones debutó como director de cine con la magnífica Moon (2009), estupendo relato de ciencia ficción low cost que multiplicaba a Sam Rockwell. A este trabajo le siguió la solvente Código Fuente (2011), un thriller, también de ciencia ficción, desarrollado en 8 minutos que se repetían una y otra vez. Tras estos dos sólidos trabajos, Jones abordaba su primera producción de gran presupuesto, Warcraft: El origen (2016), indefendible obra sin alma basada en el popular videojuego multijugador masivo en línea. Ahora, Netflix estrena un nuevo film de Jones, que recibíamos con la esperanza de que el director volviese a demostrar su talento. Mute, lamentablemente, no me parece una buena película. Narra la historia de Leo -Alexander Skarsgard de Big Little Lies- un amish que se queda mudo de niño y que se niega a operarse para recuperar la voz por cuestiones de fe. 30 años después, el personaje sigue rechazando la tecnología, pero, además, vive en un futuro cyberpunk muy parecido al de Blade Runner -o el de otra producción Netflix, Altered Carbon-. En todo caso, al igual que en los ejemplos antes mencionados, estamos de nuevo ante un entorno futurista, sí, pero marcado por la nostalgia de un pasado analógico: Leo no usa móvil, escucha vinilos en un tocadiscos, y la decoración de los lugares que frecuenta es siempre retro. La historia de Leo tiene tintes de cine negro, ya que tendrá que llevar a cabo una investigación para encontrar a su amada desaparecida. Paralelamente, conocemos a otro personaje, Cactus -Paul Rudd de Ant-Man (2015)- un exmilitar que busca escapar de Berlín -recordemos la "Trilogía de Berlín" de Bowie- con un ambiente y unos bajos fondos que recuerdan al de finales de la Segunda Guerra Mundial. Cactus es, además, cirujano para un mafioso, y padre de una hija, elemento que parece redimir al personaje. Le acompaña en sus andanzas otro médico, Duck -Justin Theroux de The Leftovers-. Juntos, Leo y Cactus, parecen haber salido de Mash (1972). Precisamente, el problema de Mute es que la trama de Leo y la de Cactus tienen tonos muy diferentes: el primero es un héroe silencioso, de cine negro y el segundo tiene la verborrea propia de la nueva comedia americana de Judd Apatow. Lo peor es que, cuando las dos historias confluyen, con un giro sorpresa, el argumento se desmorona completamente. Por último, cabría preguntarse si era necesario que esta historia se desarrollase en el futuro, inscribiéndola en el género de la ciencia ficción: la decisión me parece puramente estética, ya que no hay ningún elemento argumental en su desarrollo que no exista actualmente. A pesar de todo esto, quizás Mute tenga interés para los fans de David Bowie, a quien su hijo dedica el film.
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