Los viajeros espaciales de High Life, no son los mejores: ni astronautas nacidos para la gloria, ni héroes capaces de salvar a la humanidad. Son presidiarios prescindibles, embarcados para llegar hasta la última frontera. Lo peor de nosotros ¿No fueron colonizadas de manera similar América y Australia por Europa? Más que una nave espacial, el escenario de esta película se parece antes a una prisión. La directora Claire Denis, que creció en diferentes colonias francesas en África, utiliza como horizonte final un agujero negro que tiene poco de la carga metafísica del monolito de 2001: Una odisea del espacio (1968). Denis nos plantea un viaje espacial que se fija antes en los cuerpos, en la piel, en el pelo de los astronautas, que en las constelaciones de estrellas del espacio infinito. Estas se confunden con el interior de un vientre a punto de ser fecundado. Y antes que las preocupaciones existenciales de seres humanos enfrentados a la inmensidad del universo, lo que aflora en esta tripulación es un apetito sexual desbordado, que lleva a escenas sorprendentes -Juliette Binoche autocomplaciéndose o dejando que un ventilador agite una melena imposible-. En High Life está la idea del ciclo reproductivo como en Alien (1979) estaban, en clave de terror, la idea de la penetración, fecundación, gestación y muerte. Con un planteamiento radicalmente distinto, Gravity (2013) también hablaba de maternidad y de volver a nacer. Los mismos temas. Pero si la película dirigida por Ridley Scott tenía marcada la estética revolucionaria de H.R. Giger, aquí la cosa me parece que tiene más que ver con Moebius -ese perfil griego de Robert Pattison me lo recuerda- y hasta con Jodorowsky: la imagen recurrente de la leche -o del semen- chorreando, goteando, o en charcos. High Life es ciencia ficción de autor, ciencia ficción europea. En varios momentos la directora parece buscar lo simbólico con poderosas imágenes de puro fantastique: un agujero negro que parece un ojo o una boca capaz de devorarlo todo; un grupo de astronautas, sin vida, flotando en el espacio. La película es lenta, difícil, decididamente incómoda, pero también ofrece ideas constantemente: la nostalgia que sienten los viajeros por la tierra, la idea de una generación que ha perdido el rumbo durante un viaje que ya no tiene sentido; o esa millennial que ha crecido con viejas imágenes televisivas vaciadas de sentido.
HIGH LIFE -NAVES SILENCIOSAS
Los viajeros espaciales de High Life, no son los mejores: ni astronautas nacidos para la gloria, ni héroes capaces de salvar a la humanidad. Son presidiarios prescindibles, embarcados para llegar hasta la última frontera. Lo peor de nosotros ¿No fueron colonizadas de manera similar América y Australia por Europa? Más que una nave espacial, el escenario de esta película se parece antes a una prisión. La directora Claire Denis, que creció en diferentes colonias francesas en África, utiliza como horizonte final un agujero negro que tiene poco de la carga metafísica del monolito de 2001: Una odisea del espacio (1968). Denis nos plantea un viaje espacial que se fija antes en los cuerpos, en la piel, en el pelo de los astronautas, que en las constelaciones de estrellas del espacio infinito. Estas se confunden con el interior de un vientre a punto de ser fecundado. Y antes que las preocupaciones existenciales de seres humanos enfrentados a la inmensidad del universo, lo que aflora en esta tripulación es un apetito sexual desbordado, que lleva a escenas sorprendentes -Juliette Binoche autocomplaciéndose o dejando que un ventilador agite una melena imposible-. En High Life está la idea del ciclo reproductivo como en Alien (1979) estaban, en clave de terror, la idea de la penetración, fecundación, gestación y muerte. Con un planteamiento radicalmente distinto, Gravity (2013) también hablaba de maternidad y de volver a nacer. Los mismos temas. Pero si la película dirigida por Ridley Scott tenía marcada la estética revolucionaria de H.R. Giger, aquí la cosa me parece que tiene más que ver con Moebius -ese perfil griego de Robert Pattison me lo recuerda- y hasta con Jodorowsky: la imagen recurrente de la leche -o del semen- chorreando, goteando, o en charcos. High Life es ciencia ficción de autor, ciencia ficción europea. En varios momentos la directora parece buscar lo simbólico con poderosas imágenes de puro fantastique: un agujero negro que parece un ojo o una boca capaz de devorarlo todo; un grupo de astronautas, sin vida, flotando en el espacio. La película es lenta, difícil, decididamente incómoda, pero también ofrece ideas constantemente: la nostalgia que sienten los viajeros por la tierra, la idea de una generación que ha perdido el rumbo durante un viaje que ya no tiene sentido; o esa millennial que ha crecido con viejas imágenes televisivas vaciadas de sentido.
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