A finales de los años 70, Ron Stallworth, de la policía de Colorado Springs, logró infiltrarse en la organización racista del Ku Klux Klan, a pesar de ser de raza negra. Sobre esta absurda premisa verídica, se puede decir aquello tan manido de que la realidad, supera a la ficción. Curiosamente, Spike Lee se vale de esta anécdota -y del libro de Stallworth, Black Klansman- para hacer una película cuyo mensaje es, exactamente, ese. En Infiltrado en el KKKlan, Lee nos cuenta una comedia bufa sobre dos policías que representan a una sola persona -como un Cyrano de Bergerac racial-. Son el propio Ron Stallworth y Flip Zimmerman, bien interpretados por John David Washington y Adam Driver. Stallworth, primer policía negro de su departamento, se ve atrapado entre dos bandos, los racistas del KKK -a los que Spike Lee vincula inequívocamente con Donald Trump- y los activistas afroamericanos de los Panteras Negras. Spike Lee retrata ambos grupos con sorprendentes similitudes: tanto los supremacistas, como los defensores de la raza negra, llaman 'cerdos' -pigs- a los policías, y coquetean con la vía violenta para conseguir sus objetivos. El director de Haz lo que debas (1989) utiliza un tono de comedia, autoconsciente, que podría haber firmado Quentin Tarantino: afros, ropa estrafalaria, referencias pop y personajes humanizados desde el humor. Pero los intereses de Lee son otros. El que veamos en la película imágenes de Lo que el viento se llevó (1939) y sobre todo, de la muda El nacimiento de una nación (1915), deja claro que lo que le interesa a Lee es hablar del cine como transmisor de ideología. Porque los citados films, rotundos éxitos de taquilla, muy importantes en la historia del cine, son considerados aquí como películas racistas. Siguiendo este hilo, el director hace un recorrido también por el blaxploitation y cuestiona su doble moral como expresión cultural de lo negro y como vehículo comercial perpetuador de estereotipos negativos del afroamericano.
Ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes, hay dos momentos en Infiltrado en el KKKlan, que me parecen muy poderosos y que dejan clara la rabia de Lee ante el estado de las cosas en su país. Se trata de dos secuencias extraordinarias, que hacen que la película valga la pena y que resumen su contenido político. La primera, el discurso del pantera negra -Kame Ture (Corey Hawkins)- que critica también de la influencia racista del cine -Tarzán de los monos (1932)- y reivindica la belleza de lo negro, que Lee apoya con planos preciosistas de los rostros de los asistentes al mitin, recortados sobre un fondo negro, verdaderamente hermosos. Luego, más adelante en la historia, la secuencia en la que el director intercala un ridículo ritual de iniciación del KKK, con el relato, sobrecogedor, de un anciano activista negro, acerca de un injusto linchamiento y ejecución. Mientras la ceremonia de los supremacistas es pura ficción, una pantomima de disfraces que incluye la proyección de la mencionada El nacimiento de una nación; el discurso del anciano negro -nada menos que Harry Belafonte- es pura verdad, acompañado además de fotos reales de los hechos narrados. Lee se da cuenta de que su película solo puede llegar hasta cierto punto en la lucha contra el odio, y se ve incapaz de escapar a su condición de producto industrial y comercial. Por eso nos da un doble final, y por eso cierra su película con imágenes documentales, mucho más estremecedoras, de lo que está pasando en su país.
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