¿Cuál fue la primera película que visteis de niños? En mi caso se trata de una vieja producción Disney en imagen real, hecha a rebufo de Star Wars, titulada El abismo negro (1979). Nunca la he vuelto a ver, pero la recuerdo perfectamente, a pesar de que pueden haber pasado casi 40 años. Como padre suelo preguntarme cada día qué les estoy dejando a mis hijos. Me refiero a transmitirles algo -además de los valores básicos, la educación, el interés por la lectura o el deporte- que me diferencie de los demás. Se trata de saber quién eres y reflejarlo en tus hijos. Que te conozcan. Si me habéis leído alguna vez en Indienauta habréis detectado que el cine es uno de mis grandes intereses. No he leído ningún estudio que recomiende el cine como herramienta educativa para la vida. Pero debería haberlo. Por eso, desde muy pequeños, he intentado fomentar en mis dos hijos -6 y 3 años- el amor por el cine, que entiendan su lenguaje, que aprendan a disfrutar de la experiencia de ver una película en una sala, en una pantalla grande. No me refiero a ir con ellos a ver cada estreno de Disney o Pixar, ni a ver los dibujos de la tele. Me refiero a ver el cine como arte, como forma de expresión y método de aprendizaje sobre el mundo y sobre la vida. No es fácil. Estarse quieto durante 90 minutos en una butaca, en una sala oscura, es lo contrario al impulso natural de un niño de dos o tres años, cuyo cuerpo le pide a gritos moverse constantemente y a toda velocidad. Y lo normal es que tras pagar las entradas y las palomitas, resulte decepcionante que tu hijo no haga caso a la película, no mire siquiera a la pantalla, y prefiera correr por el pasillo escaleras arriba, escaleras abajo. Tras una experiencia así ¿Quién quiere repetir? Por esto os quiero hablar de Mi Primer Festival de Cine, que se celebra cada año, por estas fechas, en Madrid y Barcelona. El festival consiste en sesiones de cortos de animación, para niños a partir de dos años. El formato de estas sesiones de varios cortometrajes permite que los más pequeños no se aburran, ya que las películas van variando cada poco minutos. Además, ya que en la sala todos son niños, nadie molesta a nadie. Una animadora infantil -Doña Claqueta- enseña a los pequeños el ritual de cada sesión cinematográfica: el apagado de las luces, el encendido del proyector, los aplausos cuando lo que has visto te ha gustado. Además, los críos reciben un programa con la información de cada corto -o película- y una papeleta para votar, como en un verdadero festival de cine. Los organizadores se esmeran en traer cortos inéditos, de diferentes países, estilos, técnicas y estéticas. Esto para mí tiene una gran importancia para enseñar a los niños a que no todo es Disney, Pixar y la animación que viene de Hollywood o Japón. En esta edición, por ejemplo, el país invitado es Rusia y los cortos proyectados de este país, tienen una sensibilidad y una narrativa inusual, que los niños, libres de prejuicios, aceptan sin problemas.
El festival ofrece, además, sesiones para diferentes edades, entre los 2 y los 12 años, para que los padres podamos presentar a nuestros hijos contenidos adecuados a su edad. Sobre todo para una primera inmersión, lo que ofrece este evento me parece sumamente valioso. Mis hijos han ido creciendo con el festival, que va por su sexta edición, y poco a poco hemos ido accediendo a sesiones más avanzadas. Hay largometrajes en preestreno, como la noruega Solan & Eri, misión a la Luna -a la que había que asistir en pijama por una causa solidaria-; la japonesa The Wonderland; cintas de imagen real, como la holandesa Mi semana extraordinaria con Tess, que ha pasado por el festival de Berlín; y también la francesa nominada a los premios del cine europeo, Las vidas de Marona, que clausura la edición. Mencionemos también sesiones de cortos de Buster Keaton con música en directo, de animadores españoles, de mini documentales en los que los niños son los protagonistas, o el cine espectáculo, cortos animados con acompañamiento musical en directo, a cargo de Marc Parrot y Dani Ferrer. Otra cosa que me gusta mucho es que la organización se esmera en invitar a los creadores de las películas para que hablen con los niños, que aprenden lo que hacen directores, guionistas y productores. Por último se organizan paralelamente estupendos talleres, de sombras chinescas, animación tradicional, y hasta de cómo hacer nuestra propia película.
Mi Primer Festival de Cine ofrece la mejor oportunidad de iniciar a tus hijos en el séptimo arte. Ahora que estamos (mal)acostumbrados a consumir vídeos de internet cortísimos, que vemos series y películas en tablets y móviles, que Cuarón y Scorsese lamentan que veamos sus películas en Netflix, creo que llevar a nuestros hijos al cine es una las mejores formas de compartir una experiencia cultural, artística, de entretenimiento y sobre todo colectiva, en peligro de extinción. ¿Cuál quieres que sea la primera película que vea tu hija?
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