CIELO DE MEDIANOCHE -HACIA EL FIN DEL MUNDO


Con una coartada de ciencia ficción ecologista, George Clooney plantea en Cielo de medianoche un drama sobre la paternidad extendida a la responsabilidad generacional que tenemos con respecto a nuestros descendientes. Clooney interpreta a un científico en un mundo que se acaba, en el año 2049, probablemente tras un desastre ecológico. No se ha quedado de brazos cruzados su personaje, Augustine, que ha encontrado la salvación para la humanidad: viajar a otro planeta habitable. Tema recurrente en la ciencia ficción clásica, el del 'arca' que parte de un mundo agotado para que el ser humano sobreviva como especie, la historia se basa en una novela firmada por Lily Brooks-Dalton y se esfuerza en presentar emociones humanas, aunque estemos ante una trama de supervivencia. Dos tramas se van alternando para contarnos esta historia, y en ambas aparece el hombre enfrentado a un ambiente hostil para la vida. Primero, el personaje de Clooney, en el ártico, busca la forma de comunicarse con una nave espacial cuya misión es encontrar el planeta que albergará a la futura humanidad. En dicha nave nos encontramos a una tripulación espacial encarnada por Felicity Jones, David Oyelowo, Kyle Chandler o Demián Bichir. Más o menos tienen los roles que hemos visto en decenas de películas y la peripecia que viven no está lejos de la de una película protagonizada por el propio Clooney, como Gravity (2013). Y ese es el principal lastre de esta película disponible en Netflix: que no aporta nada nuevo. Su ritmo pausado, además, permite a espectador adelantarse fácilmente a los acontecimientos. Eso sí, está estupendamente planificada por Clooney, con buenas interpretaciones y un buen uso de la narrativa cinematogáfica visual -no hay demasiados diálogos-. Este film es un estupendo producto, quizás, demasiado centrado en sus mensajes. El más importante, el esfuerzo que debemos hacer para comunicarnos si queremos salvar el planeta. Luego está el subtexto sobre madurar y hacernos responsables de los que heredarán el mundo, que Clooney propone como el auténtico sentido de la vida, incluso cuando la muerte es inevitable.

EL PADRE -LO QUE QUEDA DE LA VIDA


El escritor y dramaturgo francés Florian Zeller escribe y dirige -adaptando su propia novela- El padre, que propone convertir la terrible experiencia del alzheimer en un mecanismo argumental. El protagonista, Anthony Hopkins, es un anciano que ya no reconoce la realidad que le rodea. La película está planteada como una historia de terror psicológico, en la que dudamos de todo lo que percibe el protagonista, Anthony, y experimentamos cómo él mismo vive en un constante desconcierto. El tiempo, la fisonomía de los que le rodean, todo cambia constantemente alrededor de Anthony, provocando una terrible sensación de terror existencial. Todo se enrarece y los gestos más cotidianos resultan inquietantes, como sacados de contexto, despojados de sentido, convertidos en un teatro del absurdo que provoca un tremenda desazón. El texto de Zeller da saltos temporales y utiliza muy bien la repetición de ciertos elementos: frases, ideas, acciones, para desorientarnos, cosa que consigue. Solo al final del relato colocaremos a Anthony en su momento justo, en su lugar y adjudicaremos los roles correctos a los que lo rodean, interpretados por un elenco más que competente: la estupenda Olivia Colman, un diabólico Mark Gatiss, además de Imogen Poots, Rufus Sewell y Olivia Williams. Anthony Hopkins brilla en un papel pensado para él que aprovecha su estilo descarnado de interpretación y su capacidad para cambiar de registro con un par de gestos. Me quedo con el constante asomarse a la ventana y descorrer cortinas de su personaje, buscando que la luz disipe la confusión en la que se encuentra sumido, mirando hacia afuera desde la prisión en la que se ha convertido su propia mente.

SOUL -EL SENTIDO DE LA VIDA


La muerte ha sido el tema recurrente de las últimas películas animadas de Pixar y quizás desde el magnífico prólogo de Up (2009), pero también en la decididamente crepuscular 
Toy Story 3 (2010), y por supuesto en Coco (2017), pero también en Cars 3 (2017) -que jubila a Rayo McQueen- y hasta Toy Story 4 (2019) y Onward (2020). Todas hablan de alguna manera de dejar atrás etapas de la vida o a personas queridas. En Soul, por primera vez, la muerte acontece en primera persona, es el protagonista el que fallece, lo que permite otro delicioso despliegue de imaginación por parte de los guionistas y diseñadores de Pixar para ofrecernos una visión de cómo puede ser el más allá y bajo qué reglas funciona. Joe (Jamie Foxx) es un músico frustrado que ha tenido que conformarse con ser profesor de música. Justo cuando aparece su gran oportunidad, aparece el fatídico destino que truncará su vida. Pero Joe no se dará por vencido, porque está convencido de que su papel en la vida todavía no se ha cumplido. Esta es la clave del film dirigido por Pete Docter -Del revés (2015)- y Kemp Powers, que, pese al planteamiento de la historia -y de mi propio artículo- es una película que en realidad habla sobre la vida y su sentido. Y lo hace de una forma maravillosa e imaginativa. Con una animación 3D sobrecogedoramente realista en sus texturas y efectos de luz, pero tan expresiva, ágil e imaginativa como la buena animación tradicional en 2D -ahí están las figuras bidimensionales encargadas de coordinar el más allá, que son cartoon experimental y abstracto- Soul brilla con una técnica y un buen gusto que se antojan insuperables. Mencionemos la magnífica forma en la que nos introducen en el mundo de la música: ver a Joe tocar el piano y transportarse a través de la notas resulta subyugante. Eso por no hablar de su apartado musical y su banda sonora, en los que se nota un cuidado especial. Si bien Soul puede ser algo heterogénea en su desarrollo, pasando por varias etapas muy diferentes en la historia, Pixar vuelve a asombrarnos y a dejarnos claro que son de los mejores animadores actuales. Su mensaje, que la vida está hecha de pequeños momentos y que no se trata de cumplir sueños y ambiciones -por bonitos que sean- a toda costa.

VOCES -TERROR ESPAÑOL


Voces
es un sólido producto de terror español, una cinta entretenida, con algo de ambición que trasciende su naturaleza comercial. La película dirigida por Ángel Gómez Hernández y escrita por Santiago Díaz es claramente una explotación del filón iniciado por James Wan -uno de los mejores directores del terror actual- con Insidious (2010) y sobre todo, con The conjuring (2013). Pero el director -y autor de la idea original- demuestra pasión por el género y que sabe que Wan no ha salido de la nada y que también tiene deudas: con Terror en Amityville (1979) y Poltergeist (1982), entre otras referencias -como Al final de la escalera (1980)- bien colocadas en esta cinta disponible en Netflix. Voces engaña un poco, porque su premisa promete apoyarse en las populares psicofonías, pero, en realidad, sus sustos consisten en las apariciones fantasmales de toda la vida. Hay secuencias de sobresaltos muy bien construidas y efectivas, otras menos, pero en general, la película tienen un nivel bastante alto. Su reparto de actores es, también, sólido: Rodolfo Sancho, Belén Fabra, el niño Lucas Blas, Ramón Barea, Ana Fernández, Nerea Barros y un imprescindible del Fantástico patrio como Javier Botet. Como he dicho antes, la película no propone nada nuevo, y cumple con las constantes del género: una familia se muda a una nueva vivienda, ocurren hechos extraños, un experto en parasicología se ofrece a ayudarles, se descubre una vieja maldición. No falta de nada. Pero Hernández consigue que esta reiteración parezca fresca y sobre todo, efectiva, aportando, además, elementos autóctonos que enriquecen el misterio central. Con un final arriesgado, que cierra la historia de forma perfecta, Voces deja con ganas de más y nos hace desear una secuela centrada en Germán y Ruth. ¿Por qué no?

HOST -TERROR CONFINADO


Host
pasa por ser la película de terror sorpresa de este 2020. Se trata de un film muy efectivo, que de forma muy inteligente se aprovecha de la situación que hemos vivido este año durante la pandemia. Una delirante sesión espiritista a través de videoconferencia, en la que todos los participantes están confinados en sus casas -como lo estuvieron los actores en el rodaje- es el giro que propone este film dirigido por Rob Savage con respecto a la clásica historia de fantasmas. Obviamente, la película ofrece una buena ración de sustos, de todo tipo, en sus reducidos 55 minutos de duración. Esta es otra buena idea: el mediometraje dura lo que dura una sesión gratuita en Zoom. El film está diseñado para ser visto en la pantalla del ordenador, para ser consumido por la generación millennial, y su éxito le ha servido para dar el salto a las salas de cine. 
Dicho esto, creo que la concentrada duración juega en contra: los sustos y las apariciones en este subgénero del terror se benefician de la expectativa, de la atmósfera, de la espera a que algo ocurra y eso aquí no existe. Lo que quizás es un efecto buscado para satisfacer a unos espectadores habituados a memes y vídeos de corta duración en Tik Tok. Host funciona como un estupendo comentario sobre el lenguaje propio de la comunicación a través de las redes y creo que ahí están sus mejores ideas: cuando explora elementos como los filtros o los fondos de las videollamadas que permiten que el mismo personaje aparezca dos veces en plano, provocando un efecto fantasmagórico -esto ocurre también cuando una de las chicas se conecta al mismo tiempo a través del ordenador y del móvil, creando una extraña duplicidad-; por no hablar de los cortes, lags o las desconexiones. Pero estos hallazgos visuales se quedan en la superficie: Host es una puesta al día de El proyecto de la bruja de Blair (1999), deudora también de Paranormal Activity (2007), y es el enésimo found footage, que sigue sin encontrar una excusa contundente para que los aterrorizados protagonistas sigan grabando. Por último, echo de menos una historia: la película no elabora ninguna mitología, no explica más que someramente el origen de los sustos y lo hace de una forma muy general, por lo que estamos ante mecánicas apariciones de rostros terroríficos, pero sin contenido, como la inquietante máscara que aparece flotando, sin nada detrás.

WONDER WOMAN 1984 -CREERÁS QUE UNA MUJER PUEDE VOLAR


El personaje de Wonder Woman se presentaba en sociedad en la plomiza Batman v. Superman (2016) en la que se convertía con facilidad en lo mejor de la función: Zack Snyder convertía las secuencias de la amazona en una extensión de su propia 300 (2006). Luego, la primera aventura en solitario de la superheroína se proponía como el simpático equivalente en DC a Capitán América: El primer Vengador (2011), una aventura retro, ambientada aquí en la Primera Guerra Mundial. La secuela que nos ocupa parece ser otra réplica a una película Marvel, la reciente Capitana Marvel (2019), que presentaba a su heroína en los años 90, mientras aquí reaparece Diana Prince, en 1984. Teniendo en cuenta, además, la similitudes del personaje, extraído de la mitología griega, con Thor ¿Qué salva a Wonder Woman del pastiche? La respuesta es Gal Gadot, una actriz de físico deslumbrante, de una elegancia y dinamismo tremendos, a la que siempre asociaremos con la creación de William Moulton Marston. Lamentablemente, esta Wonder Woman 1984 es un film pesado y falto de chispa, debido a una cantidad excesiva de tramas que se estorban mutuamente. Individualmente, el enfrentamiento con Cheetah/Barbara Minerva -estupenda Kristen Wiig- podría haber resultado interesante, enmarcado en unos años ochenta vistos por la directora Patty Jenkins como una época materialista, superficial y machista. Pero enseguida aparece otro villano, Maxwell Lord -un divertido Pedro Pascal- que protagoniza una trama alegórica sobre, precisamente, el materialismo, la cultura del éxito, a través de una idea muy bonita sobre un objeto mágico que concede deseos. Por si fuera poco, tenemos que lidiar con una subtrama romántica, que -ojo spoiler- recupera al personaje de Steve Trevor (Chris Pine), que aporta humor -pero se queda corto- cuando ya hemos perdido el interés ante tantos frentes abiertos. A pesar de todo esto, la película es un buen entretenimiento familiar gracias a una estética chula, estupendas secuencias de acción, una utilización muy bonita y naive de los poderes de Diana, y la adrenalítica música de Hans Zimmer -aunque, siendo esto 1984, echo de menos algún tema de pop hortera para darle vidilla al conjunto-. Una pena que el resultado no sea más pulido, porque el intento de recuperar la esencia de las películas de Superman protagonizadas por Christopher Reeve, se había ganado mi simpatía.

MARTIN EDEN -CINE PRIMITIVO


Basándose en la novela autobiográfica de Jack London, el italiano Pietro Marcello ha creado una película soberbia en Martin Eden. Un film que parece un clásico reencontrado, que tiene la fuerza del cine mudo y una pureza casi inocente, incluso en su discurso político. Visualmente es una cinta tremendamente libre, Marcello nos sobrecoge con cambios de formato -está rodada en 16 mm-, insertos de imágenes que parecen documentales, rostros de gente que parece de otro tiempo, intensos planos subjetivos que nos hacen sentir que estamos viendo el cine por primera vez. Todos estos elementos componen un film precioso y sobrecogedor, de principio a fin. El plano final es de los que se quedan en la memoria, y parece filmado por el Murnau de Amanecer (1927). El protagonista de la historia, Martin Eden, es un poderoso Luca Marinelli, que llena la pantalla, gracias a un personaje que mezcla brutalidad primitiva, romanticismo exacerbado, con una intelectualidad que, conforme va creciendo, cercena sus posibilidades de ser feliz. En la trayectoria vital de Martin Eden hay amor, un conflicto sobre la creación literaria, y un trasfondo de lucha de clases que trasciende el simple choque entre socialismo y capitalismo. Empuja al protagonista la rabia del esclavo, del proletario explotado, pero también el amor (imposible) por la bellísima Elena (Jessica Cressy), que protagoniza otra de las imágenes más hermosas de este film imprescindible: cuando lee una carta, mirando a cámara, recuerda nada menos que al Bergman de Los comulgantes (1963). Síntesis del cine europeo, pero con la contundencia de lo nuevo, Martin Eden es probablemente la gran película de 2020 que estábamos esperando.

THE MANDALORIAN -TEMPORADA 2 -MÁS Y MEJOR



Simplemente impresionante la segunda temporada de The Mandalorian, a la que me cuesta mucho encontrarle pegas. Aunque las tenga: cierta falta de riesgo, el fan service descarado y la tendencia al deus ex machina. Pero es fácil olvidarse de todo esto porque la ficción de Disney Plus es entretenimiento y fantasía en su sentido más puro.

El primer episodio, The Marshall, es una entrega espectacular que vuelve a presentar la dinámica de la serie: el héroe llega a un lugar para resolver un problema. Escrito y dirigido por Jon Favreau, el capítulo es pura diversión: el regreso a Tatooine, el sabor a western con los colonos y los moradores de las arenas enfrentados como indios y vaqueros, la recuperación -spoiler- de la armadura de Boba Fett, convertido en marshall del oeste, y ese dragón inspirado en los gusanos de las arenas de Dune que es una clara referencia a Moby Dick -y a Jonás-. Eso la aparición de Temuera Morrison -quien fuera Jango Fett en las precuelas-. Magnífico.

El segundo episodio, The Passenger, continúa la trama en Tatooine y nos devuelve el Star Wars de muñecos y muppets: volvemos a la mítica cantina, Baby Yoda hace de las suyas, y el personaje episódico es una inmensa lagartija que es puro scifi retro. Una batalla espacial contra un par de X-Wings en plan patrulla espacial nos lleva a lo más cerca que vamos a estar de un cruce entre Star Wars y Alien. Los huevos que encuentran en el planeta helado y la aparición de unas terroríficas arañas dotan al relato de texturas de puro horror. Dirige Peyton Reed -Ant-Man (2015)-. 

La tercera entrega, The Heiress, dirigida por Bryce Dallas Howard, que ya se encargó de un episodio en la primera temporada, demuestra aquí de nuevo su buen ojo con la cámara, con movimientos elegantes y dinámicos, sobre todo cuando la acción se traslada a una enorme nave imperial que transporta un arsenal de armas. The Mandalorian, como la mayoría de las entregas de Star Wars, pertenece al género aventurero, un tono que queda patente en la imagen del barco pesquero surcando un mar alienígena, en el encuentro con criaturas exóticas -los Quarren y los Mon Calamari- en los muelles, el enfrentamiento con monstruos marinos, o el abordaje pirata de la ya mencionada nave. El resto del episodios se redondea con referencias a la mitología de Star Wars que siguen siendo emocionantes: los jedi, más mandalorianos, los Stormtroopers. Ojo a las conexiones con las series animadas The Clone Wars (2008) y Rebels (2014). 

El estupendo veterano Carl Weathers se pone detrás de la cámara en The Siege, como su título indica, una entrega de acción seca, de tensión mantenida, en el que el Mandaloriano (Pedro Pascal) se une a Cara Dune (Gina Carano) y Greef Karga -el propio Weathers- para el asalto a una vieja base imperial poblada, cómo no, por los acostumbrados Stormtroopers. Eso sí, el argumento está repleto de conexiones con la última trilogía de Star Wars en las que yo, me pierdo un poco. Pero que los interesados pueden encontrar en los foros de Internet.

La otra mente creativa detrás de The Mandalorian es Dave Filoni, director, guionista y productor de la serie animada Star Wars: The Clone Wars. En el episodio titulado Jedi, Filoni recupera a un personaje muy querido de su serie, Ahsoka Tano, que en imagen real adquiere los rasgos de Rosario Dawson. Pero, más allá del fan service, el capítulo es uno de los más oscuros de la serie, que recupera la inspiración de la saga de George Lucas en el cine de samuráis de Akira Kurosawa -Yojimbo (1961)- y en su derivación mediterránea, el spaghetti western de Sergio Leone. Con momentos tan importantes como la revelación del origen y el nombre de Baby Yoda, estamos ante una de las entregas de mayor impacto de la segunda temporada y de la serie. Eso sin mencionar la presencia de Michael Biehn.

Nada menos que Robert Rodríguez firma el episodio The Tragedy un despliegue de acción pura, vibrante, que se hace corto. Tiroteos con Stormtroopers, francotiradores y coberturas en rocas en una colina que recuerdan al buen western. Pero lo mejor, si me permiten, es la (re)aparición de Boba Fett -mi juguete favorito de niño- en toda su gloria, como nunca le habíamos visto -sus apariciones en la trilogía original de Star Wars son muy breves- pero sí como le habíamos soñado desde pequeños.

The Believer es el mejor capítulo de la segunda temporada de The Mandalorian y quizás de toda la serie. Escrito y dirigido por Rick Famuyiwa, creo que recupera el tono de Rogue One (2016), equiparando el planeta en el que se desarrolla la acción con Vietnam, o cualquier otro país castigado por el colonialismo de las grandes potencias. La trama recupera al personaje de Mayfeld (Bill Burr) que evoluciona para verbalizar un discurso mucho más maduro del acostumbrado en Star Wars: para los nativos del planeta, la Nueva República es lo mismo que el Imperio, un poder invasor. Además, Mayfeld expone un punto de vista inédito en el universo de ficción creado por Lucas: ser del Imperio o de los rebeldes puede depender sencillamente de dónde hayas nacido y de tus circunstancias, una idea apoyada en la celebración que presenciamos dentro de la base imperial, muy similar a las victorias rebeldes que hemos visto desde Una nueva esperanza (1977). A pesar de estas ideas, el capítulo tiene un giro estupendo en el discurso del oficial Valin Hess -interpretado por el turbio Richard Brake- que es la misma esencia del fascismo y que recupera ideas ya expresadas por el personaje de Werner Herzog en la primera temporada.

Para un fan de Star Wars, el último episodio de esta segunda temporada, The Rescue, es una maravilla. Dirigido de nuevo por Peyton Reed, el argumento  vuelve  a ser de acción pura: batallas espaciales, tiroteos con Stormtroopers, y peleas con sables. Destaquemos a esos Dark Troopers herederos de Terminator y el mejor fan service posible: la aparición del personaje más importante de la saga, la del más querido y una escena post créditos que nos transporta de vuelta a El retorno del Jedi. ¿Se puede pedir más?

LOS EUROPEOS -LAS DOS ESPAÑAS


El director Víctor García León firmaba en Selfi un retrato agudo y en clave de humor de las dos Españas, en el que ahora reincide en Los Europeos. Basada en una novela, nada menos que de Rafael Azcona, la historia nos lleva a la España de los años 50 para presentarnos a dos españoles que buscan escapar de la realidad gris y represiva del franquismo. Una fuga que tiene la forma de un viaje a la colorida y veraniega Ibiza en busca de desenfreno, de ligarse a las guiris, de libertad. Raúl Arévalo es Miguel, el españolito medio, acomplejado, algo iluso, pero también un poco cobarde. Le acompaña un estupendo Juan Diego Boto como Antonio, el otro español, el fantasma, el niño rico que se cree mejor que los demás y que pasa de todo -quizás un antepasado del Bosco de Selfi-. A este dúo se une un tercer personaje que desestabiliza todo, la francesa Odette, una deliciosa y atormentada Stéphane Caillard, que parece encarnar los sueños imposibles de amor romántico y felicidad. No le hace falta más a León para dibujar el mapa de aquella España cobarde e hipócrita, de la que no se salva nadie. La primera parte de la película es un caos maravilloso de juergas, música y caos en Ibiza, que llega a producir agobio en lugar de algarabía, mientras el personaje de Arévalo, incapaz de tomar ninguna decisión propia, se va dejando llevar. El segundo tramo del film, situado en Barcelona, parece gris al mostrarnos la realidad de la que intentaban escapar, desesperadamente, los personajes principales, que acaban dando un giro inesperado de cara al espectador. El final de los Europeos es uno de los más contundentes del cine español reciente.

SOUND OF METAL -EL SONIDO DEL SILENCIO


En Sound of Metal -disponible en Amazon Prime Video- encontramos la que posiblemente sea una de las interpretaciones del año. Riz Ahmed da vida a un batería de rock que se queda sordo y que debe afrontar una nueva vida con la pesada carga de sus adicciones pasadas. Ahmed compone un personaje complejo, que durante buena parte de la película no se puede comunicar con los demás: en su rostro recae gran parte de la narración, que nos sumerge de lleno en la perspectiva del protagonista, Ruben, y nos hace partícipes de lo que está sufriendo. La cinta dirigida por Darius Marder, experimentado documentalista, hace un esfuerzo concienzudo en plasmar en la pantalla las sensaciones sonoras de Ruben: el estruendo de la música rock que interpreta, el silencio cada vez más acuciado mientras se va quedando sordo, los nuevos ruidos a los que tendrá que enfrentarse en su intento por recuperar la normalidad. Pero Sound of Metal -que parte de una historia de Derek Cianfrance- va más allá de la discapacidad auditiva para hacer un retrato de las adicciones y dependencias que todos tenemos: a las sustancias, claro, pero también al arte, al amor, a la familia y a la estabilidad económica. Adicciones y dependencias que acaban definiéndonos como personas. Si logramos desengancharnos de ellas ¿En quién nos convertiremos?

DEVS -EL MODERNO PROMETEO


Alex Garland se confirma como una de las voces más interesantes de la ciencia ficción audiovisual con Devs, estimulante y madura serie producida para la cadena FX, disponible en España en HBO. Tras la lovecraftiana Aniquilación (2018) -adaptación de la novela de Jeff VanderMeer- Garland recupera aquí el tono de Ex Machina (2014). Dos pueden ser las constantes en la todavía breve obra de este director y guionista: primero, el complejo de Frankenstein. Tanto el excéntrico presidente ejecutivo de una gran compañía tecnológica que interpreta Oscar Isaac en aquella película, como el Forest -también el CEO de una gran empresa- que borda Nick Offerman en esta serie, son reflejos del arquetípico Víctor Frankenstein que ideara Mary Shelley en 1818. Como Prometeo, estos genios científicos intentan robar el fuego de los dioses, el secreto de la creación de la vida -la inteligencia artificial, en Ex Machina- y de la realidad misma en Devs. El misterio de lo que desarrolla Forest en su empresa, Amaya, es el estimulante motor argumental de esta serie que se plantea preguntas suficientes para comernos el coco una buena temporada: sobre el libre albedrío, el peso de nuestras decisiones sobre lo que nos ocurre y la diferencia, si es que existe, entre lo real y lo simulado. Son estos conceptos de ciencia ficción 'dura' que, para mí, son lo mejor de una serie que, sin embargo, se apoya en una trama de espionaje. Lily -estupenda Sonoya Mizuno- es una joven informática que se verá envuelta, contra su voluntad, en una retorcida trama de espionaje industrial y una conspiración de largo alcance. Esta línea argumental es, probablemente, el punto flaco de Devs, por ser relativamente convencional. Lo que no quiere decir que no esté maravillosamente desarrollada en todos los sentidos, con tensión y auténticas sorpresas. Hagamos especial hincapié en el temible agente de seguridad Kenton (Zach Grenier), un personaje estupendo. Retomando lo que decía antes, la segunda constante en la obra de Garland es la pérdida: aquí, la que explica esa estatua gigantesca e hiperrealista en Amaya; pero también la que mueve al personaje de Lena (Natalie Portman) en Aniquilación. La humanidad de los personajes de Devs está en los pequeños detalles cotidianos -atención a la rodaja de limón que coloca Jamie (Jin Ha) en el vaso de agua que le pide Lily- y hace interesante que se tengan que enfrentar a las preguntas científicas y filosóficas más importantes. Si a esto sumamos una puesta en escena elegante, la capacidad de Garland de fabricar imágenes hermosas pero inquietantes y a un sugerente uso de la banda sonora, por no mencionar un final redondo, tenemos en Devs a una de las grandes series de los últimos años.

NIEVA EN BENIDORM -MELODRAMA DEL CAMBIO CLIMÁTICO


Es una pena que casi nada funcione en Nieva en Benidorm, película de Isabel Coixet que parte de un planteamiento interesante: un empleado bancario con conciencia, aficionado a la meteorología, decide viajar a la localidad alicantina tras una jubilación anticipada. Coixet busca el contraste entre este británico noble, pero cuadriculado -el estupendo y muy british Timothy Spall- y el escenario esperpéntico de playas y garitos abarrotados de compatriotas inmersos en una juerga sin sentido y sobre todo, hortera. Coixet parece más interesada en retratar el desaguisado arquitectónico de Benidorm y sus extraños ambientes de palmeras y neones, que en profundizar en sus personajes, que por otro lado, parecían interesantes, encarnados por actores como Sarita Choudhury, Carmen Machi, Ana Torrent y Pedro Casablanc. Pero la intriga, casi detectivesca, que propone Coixet, no cuaja y se diluye perdiendo el interés del espectador a pesar de la ternura que despiertan los personajes. Un tropiezo en la filmografía de una directora más que consagrada en España, que quizás sí conseguirá satisfacer a sus seguidores.

MY MEXICAN BRETZEL -F DE FALSO

My Mexican Bretzel es una contundente reflexión sobre lo real, lo contado y sobre el poder de la imagen en contraposición a la palabra escrita. Se trata de un (falso) documental que se ha convertido en la película española más insólita del año. La directora Nuria Giménez Lorang compone un film experimental y rupturista, que fabrica una historia cuya experiencia está entre la lectura y el visionado de una película: no hay diálogos, ni voz en off, sino que debemos leer los pensamientos de la protagonista impresos, como subtítulos, sobre las fantasmagóricas imágenes de archivo. Por esto, la sala de cine se convierte en un lugar muy extraño, silencioso, en el que tenemos la peculiar sensación de convertir en colectiva la solitaria lectura de un diario íntimo. A partir de viejas películas vacacionales de su abuelo, esta autora crea personajes, familias, amores, un gurú inventado que suelta perlas de sabiduría y juega a la ficción dentro de la ficción, a la mentira dentro de la mentira, en la tradición del Orson Welles de F for Fake (1973) -aunque la directora reconozca otras influencias, como la de David Lynch-. Nada existe en esta película más que en la cabeza de su autora y de su protagonista, Vivian Barrett, y sin embargo, el resultado es una reflexión sobre la vida que parece verdadera y real. En este juego cobra especial importancia la imagen filmada, justificada argumentalmente en la obsesión del personaje de León por registrarlo todo con su cámara. Este esfuerzo documentalista puede llevar a pensar que lo que vemos es real, pero entonces entra en juego el contrapunto de la palabra escrita -la del diario de Vivian- que revela que la cámara de León capta solo la superficie de lo real y no la esencia de los sujetos filmados, no lo que realmente ocurre detrás de sus sonrisas de felicidad, en las idílicas imágenes de vacaciones de verano. Una idea que se proyecta sobre nuestras vidas actuales, de falso bienestar, de vidas bajo el dictado de las imágenes que nos persiguen desde nuestros dispositivos y redes sociales.

SHE DIES TOMORROW -TERROR EXISTENCIALISTA


En She Dies Tomorrow, la guionista y directora Amy Seimetz consigue un cruce afortunado entre el cine indie y el de terror. Como actriz, participó en varias cintas mumblecore -Alexander the Last (2009)- pero también en películas de terror como Una manera horrible de morir (2010), dirigida por Adam Wingard, que aparece aquí en un pequeño papel, o incluso en superproducciones del fantástico como Alien: Covenant (2017) o en la serie Stranger Things. Así, She Dies Tomorrow comienza como un pedante ejercicio de cine de autor, que explora la depresión en el personaje de Amy (Kate Lyn Sheil), quien sufre por lo que parece una ruptura sentimental. En este primer tramo, acompañado por la machacona repetición del Requiem de Mozart, la primera impresión que tenemos de la película puede engañarnos. Entonces aparece Jane, interpretada por Jane Adams -la recordaréis de Happiness (1998) de Todd Solondz- y el film muta hacia una comedia -de humor negro- existencialista que se reparte entre varios personajes, interpretados por actores y actrices como Chris Messina, Josh Lucas y Michelle Rodríguez. Seimetz cita a Albert Camus porque se plantea en su película el mismo dilema que el escritor nacido en Argelia ¿Vale la pena vivir sabiendo que vamos a morir? Para Camus, la toma de conciencia sobre nuestra mortalidad, el entender que la existencia es finita y que no habrá una trascendencia del alma, es equivalente a despertar de un sueño. A desconectarse de Matrix. La mayoría de las personas viven como si no supieran que van a morir -y se dedican a hablar de sexo entre delfines- pero cuando descubrimos que nuestros días están contados, que mañana moriremos, ya no podremos volver al feliz estado anterior de ignorancia e inocencia. Y lo que plantea She Dies Tomorrow es que ese despertar del que habla Camus puede ser contagioso -me viene a la mente un vídeoclip de Radiohead, del tema Just ¿Lo recordáis?-. Seimetz habla de estos temas desde la comedia, pero también utilizando recursos del cine de terror, como una inquietante banda sonora, y sobre todo llevando a sus personajes a las zonas más oscuras, a los peores miedos, del ser humano.

BEGINNING -FUERA DE CAMPO


La gran ganadora del Festival de San Sebastián -mejor película, dirección, guión y actriz- Beginning, es una obra rigurosa de la directora georgiana, Dea Kulumbegashvili. La protagonista de la historia es Yana (Ia Sukhitashvili), la mujer del líder de una comunidad de testigos de Jehová, que aparece como un ser anulado, existencialmente desesperado, presa del peor machismo, empeñada, sin embargo en educar a su hijo en la fe: la parábola de Abraham y el sacrificio de Isaac parece ser la 'guía de lectura' de esta hermética cinta. Este material dramático se presenta de una forma muy exigente para el espectador. La directora presenta su película en una sucesión de planos fijos -hay contados movimientos de cámara- en formato cuadrado y en profundidad de campo. Su cámara no sigue a los personajes ni busca la historia, sino que lo que ocurre debe aparecer delante del objetivo. Este estatismo, además de una ausencia total de música, suponen un esfuerzo considerable que nos obliga a mantener la atención durante planos de larga duración en los que ocurren pocas cosas. Todavía más exigente, y esta es la clave de la película, creo yo, es que esta directora nos obliga a interpretar lo que ocurre fuera de plano. A menudo Yana habla con personajes que no vemos. Y ese mundo que dibuja Beginning fuera de campo, supone una amenaza constante de extremismo religioso, de policía inoperante, de violencia machista y de una opresión invisible que ahoga a la protagonista convirtiéndola en una terrible víctima silenciosa de abusos y vejaciones de las que no puede defenderse. Cada espectador deberá decidir si la exigencia que supone el visionado de esta película vale la pena, o no. Georgia ha presentado Beginning como aspirante a la mejor película extranjera en los premios Oscar de 2021.

THE UNDOING -LOS RICOS TAMBIÉN LLORAN


Tras el éxito de Big Little Lies, David E. Kelley reincide en The Undoing en una historia de similares características e intenciones. Ambas ficciones parecen estar afincadas temáticamente en la desconfianza en el otro y en mostrar el lado oscuro de los privilegiados o al menos explotar el morbo que despierta ver a los poderosos, en problemas. Kelley vuelve a apoyarse en el protagonismo de una gran actriz como Nicole Kidman para mostrarnos a una exitosa terapeuta psicológica que se enfrenta a revelaciones muy comprometedoras sobre su marido, un médico de niños con cáncer, un padre excelente, encarnado nada menos que por Hugh Grant, ya lo conocéis, el que fuera galán en tantas y tantas comedias románticas. Basada en una novela de Jean Hanff Korelitz y dirigida por Susanne Bier, The Undoing nos muestra a una serie de personajes antipáticos, casi todos de clase alta, y nos invita a desconfiar de ellos como posibles culpables de la muerte de la despampanante -y humilde- madre interpretada por Matilde De Angelis. Con estos elementos, a los que hay que sumar la presencia de un veterano como Donald Sutherland y de buenos actores como Edgar Ramírez, la miniserie disponible en HBO es un fracaso casi total. Mucho más interesada en el giro sorpresa que en el desarrollo de personajes, Kelley apura un guión que nos distrae continuamente para pillarnos desprevenidos en el cliffhanger al final de cada capítulo. Pocas veces he visto a Nicole Kidman tan fría e inexpresiva como aquí, al servicio de un personaje que acaba desdibujándose en favor del verdadero centro de la trama, ese aparente falso culpable que encarna Grant, quizás el único que se salva de la función, seguido por un desagradable Sutherland. Especialmente mal parado sale Ramírez, encarnando a un policía siempre inoportuno, cuyas intenciones parecen inverosímiles y que la propia trama deja en mal lugar una y otra vez. Ojo que, a pesar de los defectos que yo encuentro en The Undoing, la serie ha sido un éxito para la plataforma de pago, la primera que aumenta su audiencia con cada capítulo semanal. Lo mejor de la serie, esto es un spoiler, es su voluntad de presentarnos a un personaje perfecto, interpretado por un actor al que acostumbramos ver en papeles positivos, para luego convertirle en un monstruo, haciéndonos partícipes de las sospechas de su mujer y su hijo. Esto queda patente en la violenta y durísima resolución del flashback que nos ha acompañado toda la serie, en la que Grant destroza su imagen de 'buenazo'.

MRS. AMÉRICA -LIBERACIÓN FEMENINA


Sobre los hombros de Cate Blanchett descansa Mrs. América, ficción que se inspira en hechos reales ocurridos en los años setenta en Estados Unidos, concretamente en la lucha de un grupo de mujeres para cambiar las leyes de su país, para que fueran más igualitarias. Lo interesante es que la serie elige como protagonista a la antagonista de las feministas que vemos defender sus derechos, Phyllis Schlafly, que Blanchett compone de forma magistral. Ella es al mismo tiempo una divertida caricatura de una mujer conservadora y de derechas, pero, también, una mujer de matices, humana y real. En cada episodio, este personaje principal se mantiene en el centro de gravedad del argumento, mientras el punto de vista varía repartiéndose en diversas mujeres que representan distintos aspectos de la lucha feminista, todas interpretadas por estupendas actrices. Si Phyllis Schlafly es el centro del primer capítulo, el siguiente se ocupa de Gloria Steinem, influyente escritora encarnada por Rose Byrne. Shirley Chisholm (Uzo Aruba) es la siguiente, añadiendo el componente racial a las reivindicaciones y con una ambición política, la de ser la primera vicepresidenta afroamericana. Luego está Betty Friedman (Tracey Ullman), antipática e incómoda activista, algo homófoba, que se enfrenta a las dotes para el debate populista de Schlafly. Sigue una aproximación a la vida de pareja, a las frustraciones sexuales y a la exploración de otros modelos de pareja y de familia, en un episodio que enfrenta a dos matrimonios, el de Schlafly y Fred (John Slattery) contra el de Brenda Feigen-Fasteu (Ari Graynor) y Marc (Adam Brody). Jill Ruckelshaus (Elizabeth Banks) aporta la perspectiva de una mujer republicana y feminista que evidencia las concesiones -las humillaciones- que debe aguantar una mujer para abrirse camino en un mundo de hombres. Bella Abzug (Margo Martindale) muestra lo complicado que es mantener el liderazgo por las continuas disensiones en el propio seno de las activistas. Creo que el mejor episodio de la serie es Houston, centrado en Alice Macray (Sarah Paulson), mano derecha de Schlafly que, al verse obligada a participar en el congreso feminista celebrado en la ciudad texana del título, cambiará su forma de ver las cosas. Por último, Reagan marca el final de la miniserie, con un desenlace algo amargo, en el que la lucha de las mujeres se ve recompensada por un cambio legal, lo que no se traduce en la participación real de estas en la vida política.

Mrs. América coloca en el mismo tren a los dos bandos de mujeres que presenta. Tanto las que, lideradas por Phyllis Schlafly, se oponen a la revolución feminista, como las activistas que buscan la igualdad, todas se enfrentan a un mundo machista de oportunidades limitadas por sus maridos, jefes, o por la maternidad. Pero es que incluso la batalla anti feminista que emprende Schlafly la 'libera' y la 'empodera', llevándola a perseguir, por primera vez, sus ambiciones personales, a estudiar leyes y a independizarse de un marido paternal, capaz de obligarla a hacer el amor aunque a ella no le apetezca. De igual forma, en el bando feminista, nos encontramos con prejuicios raciales y hacia otras orientaciones sexuales, además de un conservadurismo inesperado -como cuando Betty reprende a su hija por llevar una ropa demasiado sexy-. Serie creada por Dahvi Walter -productor y guionista de Mad Men- Mrs. América es un retrato complejo de Estados Unidos, de su sociedad y de los cambios políticos que se estaban gestando en una época convulsa pero estimulante y prometedora, cuyas expectativas no necesariamente se cumplieron como -y cuando- las soñaron sus protagonistas.

HISTORIAS LAMENTABLES -VIÑETAS DE UN TEBEO


Tras conseguir un éxito total con la premiada y taquillera Campeones (2018), Javier Fesser vuelve en Historias lamentables al humor y a la estética de sus primeros trabajos, como El milagro de P. Tinto (1998) y La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003). Un regreso a los orígenes que yo, francamente, celebro, sobre todo por la recuperación de una estética muy personal, que bebe de Amelie (2001), de la publicidad, del videoclip, pero sobre todo del cómic, del tebeo de Bruguera. Cada plano está cuidado al máximo, con dinámicas composiciones y un divertido uso de los colores que no huye, sin embargo, del naturalismo y de lo cotidiano. En Historias lamentables, Fesser juega al film de episodios, pero en realidad crea un artefacto cerrado, que recupera su universo personal de nostalgia retro, humor surrealista y de lo esperpéntico. Son cuatro relatos breves, cada uno más absurdo que el anterior, en los que se mira con humor la miseria humana de unos personajes, repletos de defectos, que, sin embargo, Fesser mira con su ternura acostumbrada. Porque al director siempre le ha interesado la figura del diferente, entendido como el marginado, pero también como el inocente. Laten debajo de las situaciones que plantea como humorísticas, temas tan serios como el acoso escolar, la inmigración, las relaciones tóxicas o la picaresca española, pero sin dar lecciones a nadie. Preestrenada en Amazon Prime Video para luego proyectarse en las salas de cine, Historias lamentables recupera al mejor Fesser, que dibuja su película en las páginas de un tebeo imaginario, que consigue que todos sus actores estén maravillosos y en el mismo registro, que demuestra de nuevo un oído finísimo para la frase costumbrista, esa que escuchamos todos los días, y a la que le da un giro irónico para elevarla a la categoría de lo cómico. Fesser hace películas en las que se mofa de la idiosincrasia española, pero siempre desde dentro y con cariño. Somos así de lamentables, así que ¿Por qué no reírnos? 

ONDINA -LA JOVEN DEL AGUA



Basándose en la leyenda y los mitos sobre sobre las ninfas el agua, Ondina es una hermosa y sorprendente película de romanticismo arrebatado. Si en En tránsito (2018) el director alemán Christian Petzold nos obligaba a ver entre líneas la Segunda Guerra Mundial, bajo el aspecto de personajes y escenarios actuales, en Ondina nos presenta una historia de amor y desamor que podría ocurrir cualquier día, pero bajo cuya superficie se esconde un relato fantástico sobre un amor capaz de trascender incluso a la muerte. Ondina (Paula Beer) es una guía en el museo de Berlín -que ofrece charlas sobre desarrollo urbanístico- que acaba de ser abandonada por Johannes (Jacob Matschenz). Jura venganza, pero entonces conoce a Christoph (Franz Rogowski) un buzo experto en obras submarinas con el que mantendrá un intenso romance. La película de Petzold presenta una aparente cotidianidad, pero su sustrato mitológico emerge en imágenes fascinantes, siempre relacionadas con el agua: el acuario que se rompe dejando escapar una cantidad imposible de líquido; el descubrimiento de un pilón submarino con el nombre de la protagonista; el roce de una mano fantasmagórica en el instante más emocionante del film. Petzold arriesga con una propuesta diferente para crear una bella historia de amor trágico que solo puede existir en un pantalla de cine gracias a la complicidad de un espectador desprejuiciado, y que tiene un interesante mensaje sobre el amor femenino. La única amenaza para la felicidad de una ondina, según la mitología, es enamorarse de un hombre mortal.

FIRST COW -LOS ORÍGENES



First Cow es un maravilloso western firmado por Kelly Reichardt -Wendy and Lucy (2008)- cuya simplicidad te conquista desde el primer momento. Visualmente, la película utiliza el formato cuadrado para concentrar la atención del espectador, decisión que aporta la estética del cine primitivo, casi de metraje encontrado, alejándose del encuadre panorámico que relacionamos automáticamente con los grandes paisajes del género. Reichardt construye su película casi como un documental, en el que vemos no ya el día a día de los personajes, sino el minuto a minuto de los primeros años del siglo XIX, en el Oeste americano, en Oregón. La cámara registra cómo viven, cómo duermen y sobre todo, cómo se alimentan, cómo buscan comida constantemente. Tiene algo de mágico el ver cómo Cookie (John Magaro) se las apaña para preparar y hornear bollos en una época en la que, el poseedor de una vaca es, sin duda, rico. En estos Estados Unidos seminales que nos muestra Reichardt, las reglas del juego están claras desde el principio: hay privilegiados y desfavorecidos, y la famosa promesa de la tierra de las oportunidades es falsa desde el principio. Cookie y su amigo King-Lu (Orion Lee) conseguirán mejorar su vida, relativamente, hasta toparse con el terrateniente que interpreta el siempre estupendo Toby Jones. Basada en una novela de Jonathan Raymond, First Cow es también una historia sobre la amistad desinteresada, honesta y hasta el final. Un hermoso y reposado film que ha ganado el premio al mejor largometraje en la competición Albar en la 58 edición del festival de Gijón.

LA REINA DE LA MAGIA NEGRA -CINE DE GÉNERO



Asumiendo mi desconocimiento sobre el cine de terror producido en Indonesia, La reina de la magia negra me sorprendió completamente. La película dirigida por Kimo Stamboel y escrita por Joko Anwar -que además está inspirada en un título de los años 80- arranca como una película de género de la vieja escuela. Sólidamente narrada, tomándose en serio a sí misma y sin distancia irónica, la historia parece casi inocente, presentándonos a los personajes que, sabemos, pronto morirán. El argumento va cumpliendo todo los tópicos del terror: un escenario aislado, macabro -un orfanato- y una leyenda sobre una bruja que hizo cosas terribles. Lo que no me esperaba es que la esquemática caracterización de los personajes era una semilla que luego germina en la forma de terribles muertes relacionadas con sus miedos y debilidades, un poco al estilo de las películas de Freddy Krueger. La reina de la magia negra t
ambién se acuerda de The Ring (1998) en algunos momentos, pero lo importante es cómo se va oscureciendo, poco a poco, según avanza el metraje, presentando elementos cada vez más sórdidos, hasta explotar en un catálogo de escenas muy gores y asquerosas -como los vómitos de gusanos- que llevan a este film a alcanzar una crueldad que no me esperaba. El clímax es un festín de imágenes terroríficas, lo que redondea una película muy efectiva, muy divertida, a la que aporta mucho el exotismo de la imaginería propia de la cultura de indonesia.

PLANTA PERMANENTE -EL PUEBLO (DES)UNIDO


Planta permanente -ganadora en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva- es uno de los mejores retratos el ecosistema laboral que se hayan puesto en una pantalla de cine. El director argentino Ezequiel Radusky plantea una historia tan sencilla como efectiva, y sobre todo, reconocible. Las protagonistas son Lila y Marcela -interpretadas por Liliana Juárez y Rosario Bléfari- dos amigas que trabajan como limpiadoras en un edificio gubernamental cuya vida cambia con la llegada de una nueva regidora (Verónica Perrotta) que amenaza con ponerlo todo patas arriba. Peligran, por tanto, los contratos temporales y sobre todo la economía 'sumergida' con la que Lila y Marcela redondean su precario sueldo. Ambas gestionan un comedor en el edificio que funciona de forma irregular y del que se han hecho la vista gorda las administraciones precedentes. La clave de la película es cómo las dos amigas, de clase trabajadora, acaban enfrentándose en lugar de colaborar para "luchar" contra los supuestos enemigos que ocupan los puestos de poder. Planta permanente dibuja, con una mirada documental y utilizando el retrato costumbrista, una sociedad de curritos que sobreviven a duras penas y que lejos de apoyarse, evitan arriesgar su puesto y su pequeña parcela de poder para echar una mano. La película muestra también cómo el poder se resiste a cambiar de manos y cómo la burocracia funciona para evitar que los de abajo puedan subir ni siquiera un peldaño. Eso sin presentar a los de arriba como malas personas: simplemente son así. Asimismo, el sistema se sostiene por los defectos del alma humana, la falta de solidaridad, el rencor y la envidia, que permiten la perpetuación de la injusticia y la desigualdad.

HISTORIA DE LO OCULTO -BRUJERÍA Y TELEVISIÓN


Historia de lo oculto
es la demostración de que con imaginación y atrevimiento se pueden hacer películas muy interesantes con un presupuesto mínimo. La emisión de un programa de la televisión argentina, de evocador título '60 minutos antes de la medianoche' es el motor argumental de una historia sobre misterios, conspiraciones políticas, que entra en el terreno del fantástico desde la perspectiva realista del engaño y acaba jugando con brujos, rituales y dimensiones extrañas que harían las delicias de Borges, Sábato y Lovecraft. Los escenarios son mínimos: el plató del programa de televisión, el piso que reúne a los protagonistas del relato, y unos pocos exteriores, en un blanco y negro casi expresionista. Lo importante en la película escrita y dirigida por Cristian Jesús Ponce es la palabra -los diálogos son la forma principal para contar esta historia- y la atmósfera. Ponce imprime un sentido de lo extraño, pero también sabe conseguir la tensión necesaria para que nos mantengamos pendientes del relato. Estamos ante lo que podría ser una estupenda ficción radiofónica, lo que no implica que no haya varias imágenes inquietantes, bien colocadas, para estremecer al espectador. El amplio reparto cumple estupendamente: Germán Baudino, Casper Uncal, Nadia Lozano, etc. Lo mejor es el desparpajo con el que Historia de lo oculto mezcla una intriga política arraigada en la realidad argentina, con sectas de brujería, extraños seres de ojos brillantes y otras ideas pulp. Solo un final algo abrupto, evitan que estemos ante una película completamente redonda.

TERRITORIO LOVECRAFT -RACISMO Y FANTÁSTICO


Unir los nombres de J.J. Abrams -Perdidos- y Jordan Peele -Déjame salir (2017)- en un título que lleva el nombre de Lovecraft es necesariamente crear unas expectativas altísimas. Por ello es muy probable que Territorio Lovecraft resulte decepcionante. Desde luego, es difícil decir que la serie cumple con lo esperado porque su principal característica es la sorpresa. Cada episodio de esta ficción creada por Misha Green -adaptando la novela de Mat Ruff- parece ir en diferentes direcciones y eso, francamente, puede desalentar al espectador. Pero a la altura del quinto episodio, la historia comienza a asentarse y a ganar cohesión. Eso, o es que nos acostumbramos a la locura. El planteamiento es bastante interesante: presentar como escenario los Estado Unidos de los años 50 y añadirle elementos fantásticos basados en el terror cósmico de H.P. Lovecraft. La serie incide sobre todo en el racismo de aquella época, en la que los afroamericanos eran ciudadanos de segunda clase, en un contraste buscado: Lovecraft era un supremacista blanco. Los protagonistas de la serie, de raza negra, sufren todo tipo de discriminaciones durante la historia, una opresión a la que no pueden enfrentarse, mientras que las amenazas fantásticas que aparecen en el relato sí tienen soluciones, eso sí, siempre dentro del terreno de lo mágico. Territorio Lovecraft enfrenta la ficción y la realidad. Los protagonistas son víctimas del racismo, el machismo, la homofobia, la pobreza y el horror de la guerra, por lo que buscan refugio en la fantasía, leyendo clásicos de aventuras como El conde de Montecristo o Drácula, haciendo cómics o viendo películas de Hollywood como Cita en Sant Louis (1944). 

El primer episodio es probablemente el mejor de todos, un relato sobre un grupo de afroamericanos que viven atemorizados en la América racista de los años 50 y acaban metidos en una monster movie tras descubrir una secta de magos supremacistas. Las ya mencionadas referencias a la literatura de aventuras, los cómics, las ciudades que no aparecen en los mapas, convierten a esta primera entrega en una deliciosa mini película. El segundo episodio desconcierta porque parece dirigir la historia hacia el enfrentamiento con dos misteriosos magos blancos: Christina y William Braithwithe, interpretador por la peculiar Abbey Lee y el apolíneo Jordan Patrick Smith. A partir de aquí, Territorio Lovecraft se convierte en un antología de historias -la novela original está estructurada así- que mantiene un trasfondo temático -el racismo y el conservadurismo estadounidense-, un argumento general de brujos que buscan el poder, y los mismos protagonistas, claro. Esto es quizás el punto más endeble de la propuesta: Atticus Freeman (Jonathan Majors) y Letitia (Jurnee Smollett) no me convencen demasiado. El tercer episodio es una historia de casa encantada -de nuevo con trasfondo racial- en el que se presenta un personaje secundario más interesante, Ruby, interpretada por la emergente Wunmi Mosaku, de gran presencia en pantalla. Ella protagoniza un descabellado pero interesante episodio en el que adquiere la capacidad de transformarse en una mujer blanca y librarse, por unas horas, de la discriminación. Una idea fantástica y excesiva con una gran dosis de humor y gore. Otro personaje secundario, Montrose (Michael Kenneth Williams), también resulta interesante al introducir temas como la discriminación sexual, el maltrato y la violencia como producto de condicionantes sociales. Por último, mencionemos el personaje de Hyppolite (Anjuane Ellis), que también interesa más que la pareja protagónica, y que hace de heroína en un estupendo episodio que incluye viajes dimensionales, en la línea de la serie marciana de Edgar Rice Burroughs. Tampoco está nada mal un capítulo casi independiente, una precuela realmente, que sitúa la acción en Corea para presentarnos a un demonio sexual basado en la mitología oriental. Añadamos a este cóctel episodios muy locos de la serie que incluyen aventuras en templos de cartón piedra, demonios dignos de Insidious que persiguen a la niña Diana (Jada Harris); y viajes temporales al pasado -traumático y racista- de Estados Unidos, con las habituales paradojas. Todo esto lleva a un final enloquecido de rituales, tentáculos y lucha entre brujos, una mano biónica y la sensación de haber visto una serie con muy buena ideas, pero no demasiado bien desarrolladas, en una ficción desequilibrada. A Territorio Lovecraft le ha faltado enfocar mejor sus intenciones, porque su batiburrillo argumental y temático, aunque disfrutable, no parece haber acabado de cuajar.

MANK -¡QUÉ VIVA EL GUIÓN!


Ciudadano Kane (1941) fue durante mucho tiempo la mejor película de todos los tiempos en las listas de los críticos internacionales, a veces reemplazada por otras obras maestras como Vértigo (1958). Vista hoy, la ópera prima de Orson Welles es un film que sigue siendo moderno, arrollador, con un discurso sobre el poder que sigue vigente. No es difícil ver en Kane una premonición de Donald Trump, por su falta de escrúpulos, sus ansias de dominio. Viendo esta vieja película de la desaparecida RKO vemos que las fake news no son algo nuevo. Ciudadano Kane es una obra revolucionaria, por su argumento estructurado en flashbacks, su arrebatada estética expresionista, esos planos picados que nos dejaban ver los techos, la fotografía de Gregg Toland, operador cuyo crédito comparte pantalla con el del inmenso Orson Welles. Detrás de todos estos logros, se esconde una figura menos conocida, el guionista Herman J. Mankiewicz, un escritor maldito que trabajó a sueldo de la mítica MGM. Él es el protagonista de la nueva película de David Fincher, Mank, que nos sorprende con un espléndido film clásico, en blanco y negro, que recupera el ritmo sustancioso de las viejas películas y el gusto por la réplica brillante y memorable. Fincher, que siempre ha sido un prodigio detrás de la cámara, un maestro de la puesta en escena, firma para Netflix una película de guión, a partir de un texto póstumo de su padre, Jack Fincher, fallecido en 2003. La película resultante es un magnífico retrato del Hollywood clásico, al que se profesa el auténtico amor: el que es capaz de ver también las sombras del objeto amado. Un estupendo Gary Oldman es 'Mank', un escritor deslenguado, alcohólico y ludópata, que atrae a los poderosos como Louis B. Mayer (Arliss Howard) y, claro, como William Randolph Hearst (Charles Dance) -ya sabéis, el empresario que inspiró a Kane- pero a los que desafía, constantemente, sin remedio, con voluntad de justicia y de autodestrucción a partes iguales. El sistema de estudios, que tantas grandes películas produjo, es retratado como una máquina inhumana que se aprovecha de la creatividad de sus talentosos asalariados, pero que también los acaba destruyendo. El argumento se estructura, al igual que Ciudadano Kane, dando saltos temporales para ir armando el rompecabezas de quién es el protagonista, pero, también, de cómo surge la historia, el guión de la mítica película, que permanece en segundo plano, como un personaje referencial al que conviene acercarse antes del visionado de Mank. La película aprovecha poco el cotilleo de Hollywood y prefiere añadir una segunda trama con un claro mensaje político, que habla también de manipulación y fake news, de la caza de brujas y que pone sobre la mesa los argumentos de la izquierda y de la derecha, que parecen no gastarse nunca: son los mismos que escuchamos actualmente en boca de políticos, tertulianos y cuñados. La película de Fincher habla de arte, de cine, de política, pero sobre todo, de integridad y de principios. Una película notable de la que quiero destacar, además, la estupenda interpretación de Amanda Seyfried como Marion Davies, la amante de Hearst y un personaje sorprendente que desafía el estereotipo reflejado en la propia Ciudadano Kane.

CASA AJENA -FANTASMAS DEL PASADO


Se puede colocar Casa ajena -Ganadora del premio NHK en el Festival de Sundance- en esa última tendencia de obras que abordan el problema de la desigualdad social desde la perspectiva del cine fantástico. Como las recientes Atlantique (2019) y Zombi Child (2019) -a las que podemos sumar el cine de Jordan Peele- esta película, disponible en Netflix, habla de temas sociales como la inmigración y la búsqueda de un futuro mejor lejos de la guerra y el hambre. Los protagonistas son una pareja de refugiados de Sudán del Sur que piden asilo en Reino Unido, donde serán recibidos con sospecha y hostilidad. Bol (Sope Dirisu) y Rial -una imponente Wunmi Mosaku, para mí una actriz destinada a ser una gran estrella- huyen del horror de otras realidades, pero también de sus raíces, de su cultura, de su religión y de sus mitos. También huyen de la culpa. Y en su nuevo país se enfrentan a terrores igualmente amenazadores: el racismo, la xenofobía, el rechazo al recién llegado. El debutante Reemi Weeks -escribe y dirige- explora estos temas y al mismo tiempo se sirve de las constantes del género de las casas encantadas para fabricar momentos de terror que son al mismo tiempo poéticos. Sin necesidad de diferenciar lo fantástico de lo real -con guiños a Lovecraft- lo que ocurre en la imaginación de los protagonistas traspasa las fronteras de lo racional para comunicarse con ellos. Los fantasmas siempre llevan mensajes del pasado y en esta película, es todo un pueblo el que intentan comunicarse y reivindicarse. O quizás estamos ante los fantasmas de los propios personajes, que piden venganza contra ellos mismos. El drama al que se enfrenta todo inmigrante es el de dejar atrás lo que fue, para intentar integrarse en su nueva vida. La idea de convertir este concepto en una película de terror, es simplemente preciosa.

APPLES -ESCAPAR DE TODO


¿Quién no ha querido escapar alguna vez de su propia vida? Lo que nos dice Apples es que se puede escapar de todo, menos de nosotros mismos. Dirigida por el griego Christos Nikou -ayudante de dirección de Yorgos Lanthimos en Canino (2009)- esta cinta parte de una premisa surrealista, misteriosa y estimulante: por alguna causa desconocida, quizás una epidemia -cómo no- la gente pierde la memoria repentinamente, olvidando completamente quiénes son. Esto nos lleva a descubrir una extrañísima terapia que consiste en fabricar nuevos recuerdos a partir de experiencias disparatadas: desde montar en bicicleta, hasta estrellar un coche contra un árbol. A esto se enfrenta nuestro protagonista, Aris (Aris Servetalis), maravilloso personaje, hierático y enigmático, que esconde un secreto que se revela a mitad de la trama, y cuya fruta favorita es la manzana. Entre la comedia, el film surrealista y el drama, Apples se desarrolla de una forma entre desconcertante y tierna, acumulando situaciones hasta hacernos reír, hasta emocionarnos, y llevándonos a una especie de catarsis -la escena del twist- que desemboca en una amarga constatación existencial.

COME TRUE -TERRORES NOCTURNOS


En Come True una joven, Sarah -probable homenaje a la saga de Terminator- que ha huido de su hogar y sufre problemas para dormir, se apunta a un misterioso experimento sobre los trastornos del sueño. Como si David Cronenberg hubiera hecho un spin-off de Pesadilla en Elm Street, esta película es una estimulante y atmosférica cinta de ciencia ficción con elementos de terror fantástico. Obra total de Anthony Scott Burns -escribe, dirige, edita y se encarga de la fotografía- el film se apoya en una estupenda y vulnerable interpretación de Julia Sarah Stone, como la heroína atormentada por oscuras pesadillas que parecen indagar en los terrores primitivos de la psique colectiva de la humanidad. O quizás del alma humana. El tono de la cinta recuerda a Un viaje alucinante al fondo de la mente (1980) y sobre todo a Proyecto Brainstorm (1983), y también a los films de Vincenzo Natali -Splice (2009)- que aparece acreditado como productor ejecutivo. Con una historia no demasiado trabajada -el giro final parece gratuito, aunque mola- Come True se beneficia de una estética muy cuidada y de la banda sonora de sintetizadores ochenteros compuesta por el dúo canadiense Electric Youth -autores del tema A Real Hero que aparece en Drive (2011)- y Pilotpriest.

MATAR A PINOCHET -LUCHA POLÍTICA


Con voluntad y ambición, Matar a Pinochet desarrolla la historia de un grupo de disidentes que lucha contra la dictadura en Chile, en 1986. Basada en hechos reales, la película de Juan Ignacio Sabatini, director experimentado en el documental e interesado en la historia de su país, ha inaugurado el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva 2020. A pesar de su título casi tarantiniano, Matar a Pinochet no es solo un thriller político, sino un drama de personajes que indaga en los sacrificios personales de los que eligen defender ideales como la libertad y la democracia. Este conflicto entre la historia y la vida personal está protagonizado por la atractiva Daniela Ramírez, cuyo personaje introduce elementos feministas en el relato, al verse obligada a dejar de lado a su hija para luchar contra la dictadura de su país, además de renunciar a una pareja sentimental, y el tener que enfrentarse a sus compañeros masculinos que prefieren mantenerla lejos de la acción. Matar a Pinochet explora también el problema del uso de las armas: los protagonistas son terroristas, aunque luchen por la libertad y la película compara la violencia ejercida por el Estado -las cruentas torturas del régimen- y la violencia entre los propios disidentes, ante la sospecha de una traición. Muchos temas para una película que no acaba de enfocar sus intenciones, a pesar del interés de su argumento y del período histórico que recrea.

PARA SAMA -EL SENTIDO DE LA VIDA


Nada me hubiese gustado más que descubrir, tras su visionado, que Para Sama es una ficción, que todos los niños que he visto morir durante sus terribles 90 minutos, se levantaron luego para seguir jugando. Pero no es así. Para Sama es, de hecho, una realidad que intentamos evitar diariamente cuando cambiamos de canal, cada vez que aparecen en las noticias las imágenes de una guerra en algún país lejano. Si alguna vez os habéis preguntado cómo pueden vivir los habitantes de una ciudad bombardeada, esta película es la contundente respuesta. Sin la estilización ni los filtros de la ficción, sin el pudor de un informativo, este documental deja una herida en el alma al mostrarnos, de forma inmediata, la vida bajo las bombas que destrozaron Alepo durante la guerra en Siria en 2016, desplegadas por el todavía presidente Bashar al-Asad y sus aliados rusos. Si estamos ante un film único, es porque su protagonista, directora y documentalista, Waad Al-Kateab, decidió rebelarse ante la tiranía, arriesgar su vida quedándose en Alepo y, sobre todo, grabar todo lo que ocurría a su alrededor. Nunca habíamos visto la guerra, la muerte, la desesperación, así, en primera persona. Al-Kateab es pareja del médico y activista Hamza Al-Khateab, lo que le permitió el acceso a un hospital de campaña en el que la masacre del pueblo sirio era patente. Lo que registrará Al-Kateab durante los bombardeos es más de lo que muchos podrán soportar: niños asesinados, cuerpos mutilados, familiares llorando desconsolados, pero, también, supervivientes pidiendo que todo lo que ocurre sea difundido, que el mundo se entere. Para Sama no es simplemente un catálogo de horrores. Al-Kateab también registra el día a día de su familia, de amigos, vecinos y voluntarios del hospital. Y entonces aprendemos el verdadero valor del ser humano: cómo es capaz de seguir viviendo en el peor de los escenarios. A pesar del infierno en Alepo, los niños siguen jugando -aunque conozcan todos los tipos de bomba-, los adultos ríen y hasta bromean sobre su situación, las mujeres se quedan embarazadas y los bebés nacen. La vida sigue, a pesar de todo, aunque se acabe el mundo. En esta película están, sin duda, las imágenes más terribles que he visto en una pantalla de cine, pero también, algunas de las más hermosas. Se podría debatir que en Para Sama está el momento más emocionante captado nunca por una cámara. Y además del valor inmenso del documento, la película tiene una narrativa modélica, crea personajes reconocibles y produce tensión. Para Sama es el documental del año (parece increíble que no haya ganado el Oscar). Sus imágenes son casi insoportables, pero quizás, sometiéndonos a ellas, le damos sentido al horror que han vivido sus protagonistas.

MI PRIMER FESTIVAL DE CINE 2020



Poco después del confinamiento domiciliario decretado durante el Estado de Alarma en España, cuando por fin pudimos salir de nuestras casas, mis hijos de 4 y 7 años me preguntaron que por qué llevábamos tanto tiempo sin ir al cine. La pregunta me sorprendió, pero al mismo tiempo me hizo sentir orgulloso. Había logrado inculcarles el interés por una forma artística que para mí no es un mero entretenimiento. Tanto que, de hecho, lo echaban de menos. Una de las herramientas que me han permitido contagiar a mis hijos mi amor por el séptimo arte ha sido llevarles a Mi primer festival de cine, un evento anual, en Barcelona y Madrid, pensado para niños de dos años en adelante. Llevé a mi hijo mayor siendo casi un bebé y desde entonces no he faltado a la cita. En este complicado año marcado por la pandemia, la 13 edición del festival ha tenido que reducir sus proyecciones drásticamente -y en Cataluña, lamentablemente, las salas están cerradas- pero no pasa nada, porque a través de la plataforma Filmin podemos acceder de forma online a la completa oferta de cortometrajes, mediometrajes y largometrajes de animación o documentales, de varios países y para todas las edades, que ofrece cada año este festival. Desde sesiones de cortos para que los más pequeños no pierdan la concentración, hasta películas animadas sobre la caída del muro de Berlín, como Fritzi, un cuento revolucionario; un ciclo de animación checa; películas documentales para niños; la francesa Mi vida en Versalles, la interesante muestra de joyas de stop motion musical y Ágata, mi vecina detective. Dibujos animados de todo tipo de técnicas y estéticas, para esos niños que ya se han visto todo Disney, Pixar o las series de Netflix. La oferta en Filmin es variada, pero si vivís en Madrid, no dejéis de acercaros a las salas que participan: el Cine Doré de la Filmoteca Española, el centro Cultural Conde Duque y la Cineteca en Matadero. ¿Por qué es importante? Porque con el covid cerrando salas, si no enseñamos a las nuevas generaciones el valor cultural de la experiencia cinematográfica, probablemente nuestros nietos nunca sabrán lo que es sentarse en una butaca, comer palomitas, esperar a quedarse a oscuras, a que la luz del proyector inunde la pantalla.