Con Rams (El valle de los carneros) (2015), el director islandés Grímur Hákonarson ganó el premio de la sección Un Certain Regard en Cannes y fue elegido por su país para representarles de cara a los Oscar a la mejor película extranjera (al final no fue nominado). Ahora, Hákonarson, presenta su tercera película de ficción, Oro blanco, drama social con toques costumbristas que resulta coherente con su trabajo anterior. En ambas cintas, el islandés plantea escenarios rurales y enfrenta a sus protagonistas a una pequeña comunidad, que representa el orden establecido. Si en Rams, el granjero Gummi se enfrentaba a las autoridades para preservar esos carneros que representan su herencia y la memoria de su padre fallecido, aquí Inga -estupenda Arndís Hrönn Egilsdóttir- le planta cara a una cooperativa de métodos abusivos, no solo por justicia social, sino por defender la memoria de un ser querido. Hákonarson aprovecha las posibilidades del paisaje y para contar su historia utiliza un ritmo narrativo contemplativo: se nota la experiencia en el género documental del director. Sus personajes son de pocas palabras y de emociones más bien contenidas. Es la cámara la que abre o cierra los planos para introducir tensión o incertidumbre en el relato -véase el clímax de la votación- antes que buscar la emoción a través de la interpretación o la palabra. Oro blanco habla de la muerte lenta del mundo rural, incapaz de luchar contra los grandes mercados globales, y de cómo el capitalismo replica sus formas explotadoras incluso entre simples granjeros.
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