VIDA PERFECTA -DESORIENTADOS


La segunda temporada de Vida perfecta, serie creada por Leticia Dolera, es una continuación directa de la primera entrega, que hace evolucionar los conflictos de los personajes que conocimos en aquella: María (Leticia Dolera) se enfrenta a su maternidad y Gari (Enric Auquer) tiene también el reto de una paternidad marcada, claro, por su discapacidad. También están Cristina (Celia Freijeiro) y Esther (Aixa Villagrán) completando el trío de amigas protagónico: la primera sigue atravesando problemas en su matrimonio con Pablo (Font García) y la segunda ha iniciado una nueva vida en la que, quizás, ha dejado de lado su identidad -como artista- con una nueva pareja, Julia (Míriam Iscla), algo mayor que ella y en otro momento de su vida. Con estas tramas, el argumento de la temporada va cruzando las historias de cada personaje, lo que garantiza un buen ritmo narrativo: son seis episodios de apenas 30 minutos que nos dejan con ganas de más. Pero también parece inevitable la irregularidad: no todas las historias son igual de interesantes. María se enfrenta a la depresión post parto, interesante asunto, poco frecuentado en la ficción, que seguramente merecía más desarrollo. En cambio, los problemas de pareja de Cristina resultan algo manidos: no nos sorprenden las infidelidades, la culpa y los celos que experimenta con su marido. Hay un tema común a todas las tramas: estos treintañeros se enfrentan a nuevas responsabilidades -la paternidad, el compromiso de Esther- o se sienten ahogados por sus vidas -caso de Cristina- y ante esos problemas se ven obligados a madurar mediante un proceso traumático y doloroso. Todos tendrán que tocar fondo. En este sentido, el desarrollo de cada personaje está bastante cuidado y cada uno vive un arco satisfactorio. El guión de Dolera y Manuel Burque se mueve entre el melodrama y la comedia, pero creo que renuncia a desarrollar las situaciones hasta su verdadero límite, conformándose con esbozar los momentos que hacen avanzar a los personajes. Las situaciones en sí de Vida perfecta tienen chispa, los actores están estupendos y se los ve entregados, pero los cambios que se producen en los personajes me parecen esbozos, piezas sueltas que el espectador debe completar. Tengo problemas personales con dos secuencias concretas: primero, cuando las tres amigas cantan mientras viajan en furgoneta por carretera ¿Cuántas veces hemos visto momentos parecidos? Y la segunda secuencia, la de ese lobo que se encuentra María en el bosque, una ambiciosa digresión de textura casi fantástica que no me acaba de convencer. Por último, el mayor acierto de la serie es quizás también su gran defecto: Vida perfecta se esmera mucho en dar mensajes sobre las relaciones, sobre las mujeres, sobre las personas con discapacidad. Mensajes positivos y necesarios, pero que, quizás, obstaculizan el que la trama alcance todo su potencial dramático. ¿Lo habría conseguido en una tercera temporada?

No hay comentarios:

Publicar un comentario