Barbarian es primero una película de terror epidérmica, compuesta de set pieces que nos muestran las típicas escenas de tensión ante una posible amenaza; el descubrimiento de lugares misteriosos; la oscuridad que oculta lo desconocido; la revelación de horrores terribles del pasado; además de persecuciones terroríficas. Pero también es una película que explora otros miedos más reales, más presentes en el día a día, como el de la clase media/alta al rencor social en un barrio desfavorecido -en este caso, Detroit-; el miedo al racismo; el temor a una debacle del sistema (capitalista) que nos convierta en habitantes de una ciudad fantasma. Y también el miedo de una mujer a ser agredida -sexualmente- por un hombre desconocido; la inquietud del hombre a ser acusado por una mujer, quizás, de forma injusta ( o quizás, no). La película comienza cuando Tess (Georgina Campbell) alquila un apartamento en Airbnb y encuentra, en su interior, a otra persona (Bill Skarsgard). Pero eso es solo el inicio del relato, porque esta película escrita y dirigida por Zach Cregger es un descenso a los infiernos de la oscuridad del ser humano, tanto en su forma visual, en el relato físico de lo que le pasa a los personajes, como en la exploración de los temas de fondo que apunta. Barbarian es al mismo tiempo un tenso relato de sustos y una reflexión sobre la violencia contra la mujer -violencia que incluye la imposición del rol de madre- buscando sus orígenes en un pasado idealizado, pero tan conservador como terrible. Se puede ver en Disney Plus.
BARBARIAN -CATÁLOGO DE TERRORES
Barbarian es primero una película de terror epidérmica, compuesta de set pieces que nos muestran las típicas escenas de tensión ante una posible amenaza; el descubrimiento de lugares misteriosos; la oscuridad que oculta lo desconocido; la revelación de horrores terribles del pasado; además de persecuciones terroríficas. Pero también es una película que explora otros miedos más reales, más presentes en el día a día, como el de la clase media/alta al rencor social en un barrio desfavorecido -en este caso, Detroit-; el miedo al racismo; el temor a una debacle del sistema (capitalista) que nos convierta en habitantes de una ciudad fantasma. Y también el miedo de una mujer a ser agredida -sexualmente- por un hombre desconocido; la inquietud del hombre a ser acusado por una mujer, quizás, de forma injusta ( o quizás, no). La película comienza cuando Tess (Georgina Campbell) alquila un apartamento en Airbnb y encuentra, en su interior, a otra persona (Bill Skarsgard). Pero eso es solo el inicio del relato, porque esta película escrita y dirigida por Zach Cregger es un descenso a los infiernos de la oscuridad del ser humano, tanto en su forma visual, en el relato físico de lo que le pasa a los personajes, como en la exploración de los temas de fondo que apunta. Barbarian es al mismo tiempo un tenso relato de sustos y una reflexión sobre la violencia contra la mujer -violencia que incluye la imposición del rol de madre- buscando sus orígenes en un pasado idealizado, pero tan conservador como terrible. Se puede ver en Disney Plus.
UNICORN WARS -OSOS NADA AMOROSOS
HALLOWEEN ENDS -EXPECTATIVAS
UN AÑO, UNA NOCHE -EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL TERRORISMO
LA CASA DEL DRAGÓN -EL PROBLEMA DE LA SUCESIÓN
DAHMER -LA REDENCIÓN IMPOSIBLE
En una juguetona referencia a 2001: Una odisea del espacio (1968) el niño que representa al asesino psicópata Jeffrey Dahmer contempla los pequeños huesos de una zarigüeya y los lanza hacia el cielo, como cuando el prehistórico Moonwatcher hacía lo mismo con un hueso que había convertido en arma tras su repentino salto evolutivo en la película de Kubrick. ¿Quieren decir con esto los creadores de la serie que el asesino psicópata está un peldaño por encima del homo sapiens? Esta sería la misma socarrona teoría que esgrimía Quentin Tarantino en el guión de Asesinos natos (1994) de Oliver Stone. Sea como sea, esta ficción creada por Ryan Murphy e Ian Brennan sí que establece que Dahmer es un depredador de hombres que no puede evitar cazar -y alimentarse- de sus presas, igual que un lobo o un león obedecen sin remedio a su naturaleza.
Habría sido muy fácil reflejar en la serie a Jeffrey Dahmer como la pura encarnación del mal. Sus crímenes son terribles e incluyen desmembramientos, necrofilia y canibalismo. Y cosas peores. Pero el argumento, lejos de centrarse en los detalles más escabrosos de estos crímenes -tampoco los evita- dedica gran parte del metraje de sus 10 episodios a mostrarnos cómo Jeffrey Dahmer, al que da vida un fantástico Evan Peters, tiene grandes dificultades para adaptarse a la vida en sociedad. Lo terrorífico de este asesino en serie -que mató a 17 personas entre 1978 y 1991- es su forma de ver al otro, a sus víctimas: son como objetos sin vida. Dhamer ve la muerte que hay en todos nosotros. Obtiene placer -sexual- poseyendo cuerpos inertes, ya sean maniquíes o seres humanos. La serie nos dice que nunca sabremos qué ha hecho así a Dahmer, y propone al asesino como un ser incapaz de contener esos instintos depredadores. Lo más interesante que plantea la serie es que el propio Dahmer se dé cuenta de que es diferente y se interrogue sobre ello e incluso busque ayuda en los demás. ¿No nos preguntamos todos por qué somos como somos? Para entender mejor al protagonista principal, el argumento propone también verlo desde fuera. El segundo personaje en importancia es el padre de Dhamer, interpretado por un soberbio Richard Jenkins, cuya mirada de hombre mediocre y gris produce una mezcla de piedad y rechazo. Lionel Dahmer ve a su hijo con una mezcla de amor, repugnancia, horror y culpa ¿Cuál es su responsabilidad en que Jeffrey se haya convertido en un monstruo? El guión explora la infancia del asesino y apunta a ciertos elementos familiares -el divorcio de los padres, el abuso de medicación de la madre- y sociales: Dhamer era rechazado por sus compañeros de colegio e instituto, no tenía amigos. Pero la serie denuncia también cierta crueldad aceptada socialmente: las disecciones de animales en las clases de biología; la forma en la que el padre ensarta una lombriz en un anzuelo intentando que siga viva -como un zombi- para que atraiga a los peces. ¿Cuál de todos esos factores ha sido decisivo en la gestación de su instinto asesino?
Dahmer no es un slasher. No es una sucesión de crímenes, de escenas sangrientas y gore que apelen al morbo del espectador. Es la disección de la personalidad de un perverso asesino desde todos los puntos de vista posible. Cada capítulo nos muestra cómo se ve al criminal desde fuera y cómo afectan sus crímenes a los que están a su alrededor. Vemos las dudas del padre, de la madre, pero también es un personaje importante esa vecina (Niecy Nash) que siempre sospechó de él. Un personaje antipático, chivato, que se pasa la vida viendo la tele, pero que, armada con su moral aprendida de Oprah y Geraldo, es la única con sentido común. Una Casandra afroamericana. La serie critica abiertamente la ineficacia policial, el tratamiento mediático de la noticia, o que Dahmer reciba cartas -¡Y dinero!- de sus fans. Murphy y Brennan hacen una panorámica desencantada de la sociedad estadounidense y de su tendencia a convertirlo todo en espectáculo, tema que conecta con ¡Nop! (2022) de Jordan Peele. Pero sobre todo, esta ficción se interesa por las minorías, por los marginados sociales y los diferentes. Tema presente en muchas de las series producidas por Murphy, nos encontramos con el retrato del colectivo gay, de las minorías raciales como los afroamericanos, e incluso se nos presenta un episodio desde las perspectiva de una persona con una discapacidad auditiva. El asesino psicópata que es Jeffrey Dahmer no solo se aprovecha de que a nadie le importen las víctimas de estos colectivos, sino que parece decirnos que él también es un condenado por ser diferente, que ha sufrido acoso y que vive en una soledad tremenda. El gran riesgo que toma Murphy es hacernos sentir piedad por el protagonista al mismo tiempo que sus crímenes nos resultan repugnantes e inexcusables. Y la forma en la que está presentado su destino final -atención spoiler- me parece el mejor alegato posible contra la pena de muerte. ¿Quién puede decir que un monstruo como Dahmer no merece morir? ¿Por qué entonces verle ajusticiado nos revuelve el estómago?
SMILE -LA SONRISA DEL TERROR
LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA -TODO LO QUE SIEMPRE QUISO SABER SOBRE SEXO
GIRASOLES SILVESTRES -MADRE SOLTERA BUSCA
CERDITA -CORDEROS Y LOBOS
Cerdita es la ópera prima de Carlota Pereda, que expande el concepto de su exitoso cortometraje de 2018. En su premisa radica su mayor interés, al plantear un cambio de perspectiva en el cine de terror, concretamente en el muy codificado subgénero del slasher. La historia de Cerdita nos muestra a un asesino en serie que irrumpe en un tranquilo pueblo para iniciar una serie de brutales asesinatos y torturas, en la línea del terror rural de La matanza de Texas (1974). En lugar de una sucesión de escenas sangrientas en las que las víctimas son adolescentes descerebrados, la historia es contada desde la perspectiva de una chica, Sara (Laura Galán), que sufre acoso por parte de sus compañeros de instituto. Si en la cadena trófica social el psycho killer se podría corresponder con el depredador en lo alto de la pirámide, seguramente la víctima de bullying está en la base de la misma, una presa fácil ¿Cuál puede ser la relación entre ambos? Los dos son marginados sociales, rechazados por la normalidad, solitarios que huyen del contacto humano, aunque, en el fondo, lo desean. Pereda busca fusionar estos dos mundos, pero, si bien consigue un estupendo retrato de la protagonista, Sara, y de las crueles burlas que sufre solo porque su cuerpo no cumple con los cánones de la tiranía estética, no se puede decir lo mismo de ese asesino que se cruza en su vida. El desconocido (Richard Holmes) se mantiene como una presencia fuera de campo a la que nunca llegamos a conocer del todo, lo que en mi opinión descompensa el relato. Cerdita brilla narrando el drama de Sara, sobre todo cuando describe su relación con su madre, estupenda Carmen Machi, que es incapaz de entender su problema, por lo que acaba siendo parte del mismo. Como drama adolescente sobre el acoso, la película funciona estupendamente, pero como cine de género, Pereda prefiere mantener al asesino en los márgenes del relato y del pueblo -un retrato social, por cierto, descorazonador- en el que ocurren los hechos. El psicópata se pasea sin ser detectado por la localidad, lo que se podría haber aprovechado para darle una dimensión más alegórica o fantástica al asesino. Esa es, personalmente, mi única pega a un film crudo y perturbador, cuyo gran valor es su protagonista, la única con un mínimo de humanidad en todo el relato.
FESTIVAL DE SITGES 2022 -CINE FANTÁSTICO ON LINE
Para los que no tenemos la suerte de poder acercarnos a Sitges cada año para disfrutar de su festival de cine fantástico, la versión online que ofrece la organización nos da la vida. Es la oportunidad de ver películas, aunque tenga que ser en la privacidad del hogar y sin disfrutar del estupendo ambiente del festival. Este año hay unas 22 películas disponibles -hasta el domingo 16 de Octubre- y yo he podido ver cinco de ellas, que comento brevemente.
Arde! de Paco Campano propone una inmersión en sus imágenes dejando en el misterio la posible relación argumental entre ellas. La imaginería es la del cine exploitation: erotismo y sexo gratuito, violencia, un poco de gore y hasta OVNIS, por no hablar de referencias al formato VHS que forjó la cinefilia de toda una generación. Hay una voluntad de homenaje al cine argentino no canónico, adoptando como padres a Armando Bo e Isabel Sarli, director y actriz que realizaron una serie de films sexploitation en ese país y también aparece por ahí el cartel de una película de Jorge Porcel, que hizo películas similares a las del destape español. Arde! es cine underground, algo provocador, que abraza la estética del vídeo digital. Protagoniza una despampanante Rocío López Ferreira, que se pasea por la película desatando su sexualidad contagiosa -en plan La Invasión de los Ultracuerpos (1978)- y a la que vemos siendo pretendida -y acosada- por los hombres que se van cruzando en su camino. Curiosa.
LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS -ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DE FRANCO
EN LOS MÁRGENES -HISTORIAS CRUZADAS DEL DESAHUCIO
APAGÓN -APOCALIPSIS BEFORE
Isa Campo -codirectora de La próxima piel (2016)- y Fran Araújo, se encargan del tercer capítulo, Confrontación, que da cuenta de la inseguridad tras la catástrofe, cuando el estado de bienestar se resquebraja y aparece el miedo al otro, tema recurrente en la ficción post apocalíptica -no hace falta ir más lejos que la popular The Walking Dead-. Se aborda también otro tema conocido de la pandemia, el cuestionamiento de la juventud, acusada de irresponsabilidad, sospechosa de cara a los adultos -los padres con hijos- por su supuesto egoísmo y falta de sentido comunitario. El capítulo se beneficia de la presencia de la estupenda Patricia López Arnaiz, aunque la auténtica protagonista es Zoe Arnao -Las niñas (2020)-. Este episodio es quizás más interesante que los anteriores porque lleva la historia más allá de la crisis de la pandemia que todos vivimos, adentrándose en la distopía de un mundo que ya lleva varias semanas sin electricidad. Con una atmósfera de cine de terror, el adolescente se convierte en 'el otro' que amenaza y atemoriza a la comunidad, un miedo equiparable al de los 'okupas', del 'inmigrante' o los 'menas'.
Supervivencia está dirigido por Alberto Rodríguez -Modelo 77 (2022)- y escrito por su guionista habitual, Rafael Cobos, realizando ambos un soberbio ejercicio narrativo, casi sin diálogos, con mucha acción y haciendo un uso expresivo de los paisajes que convierte el episodio en un pequeño western. Protagoniza Jesús Carroza, que ganara un Goya precisamente gracias a Rodríguez en 7 vírgenes (2005). El mejor capítulo de Apagón habla de la brecha generacional, de un mundo que se extingue, y de la posibilidad de pasar el testigo a los que vienen detrás.
Por último, Equilibrio, brillantemente dirigido por Isaki Lacuesta, y escrito por Isa Campo y Fran Araújo, propone otro tema aparecido durante la pandemia: la vuelta al campo como respuesta al confinamiento urbano, el autoabastecimiento como alternativa a la paralización de los sistemas de distribución. Además, propone el posible fin de las relaciones de poder entre los propietarios de las tierras y los (precarios) trabajadores. La burguesa de clase media que interpreta María Vázquez verá cómo sus manos se llenan de callos al tener que trabajar, mientras, simbólicamente, quema revistas y fotografías en la chimenea para calentarse. Es el fin de la historia. La mirada documental, siempre presente en la obra de Lacuesta, aparece cuando los trabajadores, todos inmigrantes, relatan cada uno su (dura) vida mientras participan en un juego de mesa, a la luz de esa chimenea alimentada por vestigios del pasado. ¿Y si el apocalipsis nos trajera la revolución?
ARGENTINA 1985 -LAS SOMBRAS DE LA DICTADURA
Argentina 1985 es la crónica del primer juicio civil contra los crímenes de la Dictadura militar que rigió el país sudamericano entre 1976 y 1983. Hechos reales convertidos en cine con una efectividad pasmosa por el director Santiago Mitre -Paulina (2015)- apoyado en el guión por otro director del 'nuevo cine argentino', Mariano Llinás -La flor (2018)-. La película abraza el formato del cine clásico de Hollywood, estamos ante un thriller político y judicial, para narrar los hechos desde una perspectiva 'objetiva' y cronológicamente. El protagonista es un fiscal, un funcionario, que tendrá que enfrentarse nada menos que al oscuro poder del fascismo, que en ese momento seguía muy vivo en Argentina a pesar de la llegada de la democracia. Ese fiscal, un personaje casi capriano, funciona de maravilla gracias a la inmensa presencia de un actor como Ricardo Darín, que sin pestañear da vida a Julio Strassera. De hecho, el film está construido para llevarnos hasta un emocionante clímax protagonizado por Darín, y vaya si lo consigue. La película tiene un ritmo tremendo: comienza lenta, presentando a los personajes y describiendo, con mucha habilidad, un clima familiar de falsa normalidad en un país que, en realidad, sigue paranoico por el miedo a la autoridad y a las instituciones, en las que han sobrevivido personajes muy oscuros de la dictadura. Y si puede ser cierto que esta película 'ya la hemos visto' en las decenas de films sobre conquistas sociales y políticas del cine americano, también es verdad que en Argentina 1985 todo está muy bien ejecutado y que la idiosincrasia argentina aporta un sabor diferente: el humor hasta en las situaciones más terribles y los coloridos personajes secundarios ayudan a matizar el idealismo del argumento y a digerir el terrible relato de las víctimas de los secuestros, torturas y asesinatos que se juzgan. Pocas veces en una misma película se llora y se ríe con tanta facilidad.