Cerdita es la ópera prima de Carlota Pereda, que expande el concepto de su exitoso cortometraje de 2018. En su premisa radica su mayor interés, al plantear un cambio de perspectiva en el cine de terror, concretamente en el muy codificado subgénero del slasher. La historia de Cerdita nos muestra a un asesino en serie que irrumpe en un tranquilo pueblo para iniciar una serie de brutales asesinatos y torturas, en la línea del terror rural de La matanza de Texas (1974). En lugar de una sucesión de escenas sangrientas en las que las víctimas son adolescentes descerebrados, la historia es contada desde la perspectiva de una chica, Sara (Laura Galán), que sufre acoso por parte de sus compañeros de instituto. Si en la cadena trófica social el psycho killer se podría corresponder con el depredador en lo alto de la pirámide, seguramente la víctima de bullying está en la base de la misma, una presa fácil ¿Cuál puede ser la relación entre ambos? Los dos son marginados sociales, rechazados por la normalidad, solitarios que huyen del contacto humano, aunque, en el fondo, lo desean. Pereda busca fusionar estos dos mundos, pero, si bien consigue un estupendo retrato de la protagonista, Sara, y de las crueles burlas que sufre solo porque su cuerpo no cumple con los cánones de la tiranía estética, no se puede decir lo mismo de ese asesino que se cruza en su vida. El desconocido (Richard Holmes) se mantiene como una presencia fuera de campo a la que nunca llegamos a conocer del todo, lo que en mi opinión descompensa el relato. Cerdita brilla narrando el drama de Sara, sobre todo cuando describe su relación con su madre, estupenda Carmen Machi, que es incapaz de entender su problema, por lo que acaba siendo parte del mismo. Como drama adolescente sobre el acoso, la película funciona estupendamente, pero como cine de género, Pereda prefiere mantener al asesino en los márgenes del relato y del pueblo -un retrato social, por cierto, descorazonador- en el que ocurren los hechos. El psicópata se pasea sin ser detectado por la localidad, lo que se podría haber aprovechado para darle una dimensión más alegórica o fantástica al asesino. Esa es, personalmente, mi única pega a un film crudo y perturbador, cuyo gran valor es su protagonista, la única con un mínimo de humanidad en todo el relato.
CERDITA -CORDEROS Y LOBOS
Cerdita es la ópera prima de Carlota Pereda, que expande el concepto de su exitoso cortometraje de 2018. En su premisa radica su mayor interés, al plantear un cambio de perspectiva en el cine de terror, concretamente en el muy codificado subgénero del slasher. La historia de Cerdita nos muestra a un asesino en serie que irrumpe en un tranquilo pueblo para iniciar una serie de brutales asesinatos y torturas, en la línea del terror rural de La matanza de Texas (1974). En lugar de una sucesión de escenas sangrientas en las que las víctimas son adolescentes descerebrados, la historia es contada desde la perspectiva de una chica, Sara (Laura Galán), que sufre acoso por parte de sus compañeros de instituto. Si en la cadena trófica social el psycho killer se podría corresponder con el depredador en lo alto de la pirámide, seguramente la víctima de bullying está en la base de la misma, una presa fácil ¿Cuál puede ser la relación entre ambos? Los dos son marginados sociales, rechazados por la normalidad, solitarios que huyen del contacto humano, aunque, en el fondo, lo desean. Pereda busca fusionar estos dos mundos, pero, si bien consigue un estupendo retrato de la protagonista, Sara, y de las crueles burlas que sufre solo porque su cuerpo no cumple con los cánones de la tiranía estética, no se puede decir lo mismo de ese asesino que se cruza en su vida. El desconocido (Richard Holmes) se mantiene como una presencia fuera de campo a la que nunca llegamos a conocer del todo, lo que en mi opinión descompensa el relato. Cerdita brilla narrando el drama de Sara, sobre todo cuando describe su relación con su madre, estupenda Carmen Machi, que es incapaz de entender su problema, por lo que acaba siendo parte del mismo. Como drama adolescente sobre el acoso, la película funciona estupendamente, pero como cine de género, Pereda prefiere mantener al asesino en los márgenes del relato y del pueblo -un retrato social, por cierto, descorazonador- en el que ocurren los hechos. El psicópata se pasea sin ser detectado por la localidad, lo que se podría haber aprovechado para darle una dimensión más alegórica o fantástica al asesino. Esa es, personalmente, mi única pega a un film crudo y perturbador, cuyo gran valor es su protagonista, la única con un mínimo de humanidad en todo el relato.
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