Convertir el gesto amistoso por excelencia, la sonrisa, en el signo escalofriante de una amenaza es el principal hallazgo de Smile, película de terror del debutante Parker Finn. La película nos presenta a una psiquiatra, la doctora Rose Cotter (Sosie Bacon), que presencia el suicidio de una paciente recién ingresada en el hospital en el que trabaja. Su muerte desencadenará un misterio que perseguirá a la protagonista, que intentará escapar de una extraña cadena de muertes. Sin revelar nada más del argumento, hay que decir que Smile es un estupendo film de terror, que desarrolla y explota una idea muy sencilla, jugando con sus posibilidades y fabricando con ello un entretenimiento sumamente eficaz. El argumento tiene un ritmo endiablado, en el que cada secuencia está coronada por un buen susto: los hay de todos los colores, desde el resultón jumpscare, hasta el recurso visual a esas sonrisas, supuestamente amigables, que acaban resultando siniestras. Además, Finn demuestra tener una buena capacidad para fabricar imágenes de pesadilla, algunas memorables. Lo mejor de la película es que se mantiene fiel a su premisa, lo que evita distracciones y nos lleva de la mano en un tren de la bruja de sustos y sobresaltos. La pega es que, en el fondo, esa sencillez también puede hacer que la trama se vuelva algo previsible. Un detalle menor si nos concentramos en disfrutar de una cinta de terror muy eficaz que tiene, además, otra capa de significado sobre el tema de la salud mental. Todo lo narrado podría estar ocurriendo en la mente de la protagonista, que sufre las secuelas de un trauma infantil y que ahora se enfrenta a los fantasmas escondidos en un psique. Smile podría ser también una escalofriante representación de la soledad, el aislamiento y la desesperación del enfermo mental de tendencias suicidas.
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