APAGÓN -APOCALIPSIS BEFORE


Antes del año 2019, el argumento de la serie Apagón, producida por Movistar Plus, se podía considerar efectivamente como de ciencia ficción. Una tormenta solar deja sin energía eléctrica a gran parte del planeta lo que supone una crisis tremenda: la humanidad se queda sin medios de transporte, sin comunicaciones, sin abastecimiento y debe sobrevivir.  Me diréis que un fenómeno así, una tormenta solar, no ha ocurrido nunca a nivel global, por lo que imaginar lo que pasaría en semejante escenario sigue siendo territorio del género Fantástico. Pero lo cierto es que lo que cuenta Apagón, las consecuencias del mencionado desastre, son un vehículo para expresar lo que hemos sufrido durante la pandemia de covid-19. Así, si la función de la ciencia ficción clásica era preguntarse "qué pasaría si...", en el caso de esta producción no nos encontramos ante un ejercicio de anticipación, sino ante un análisis sobre hechos del pasado reciente, más bien inmediato, por no hablar directamente del tiempo presente, sirviéndose de una premisa fantástica, aunque plausible -recordemos que no hace mucho circuló un protocolo de emergencia para un gran apagón y recordemos que en Austria se llegó a hacer un simulacro-. ¿Es necesario este retrato de lo que hemos vivido en los meses recientes? ¿Es interesante? ¿Es demasiado pronto? ¿Se puede justificar que la ciencia ficción vaya un paso por detrás cuando siempre ha ido un paso por delante? Cada espectador tendrá que decidirlo. En mi opinión, a la serie Apagón le habría beneficiado ir un paso más allá, no solo contarnos los momentos inmediatos al desastre, sino desarrollar personajes más concretos, que fueran más que simples categorías: el técnico de emergencias, la médica, la adolescente, etc. La serie tiene, sin embargo, un atractivo enorme al reunir a los mejores directores y guionistas en una especie de Dream Team del cine español. Por suerte, el que cada uno de estos autores imprima su sello personal en el capítulo a su cargo, trascendiendo la premisa -algo convencional- del argumento, redime Apagón impidiendo que caiga en la mediocridad, proponiendo ideas interesantes y diferentes.

El primer episodio, Negación, viene firmado por Rodrigo Sorogoyen -El reino (2018)- y su guionista habitual, Isabel Peña. La historia nos lleva al Centro de Emergencias nacional, donde se detectan los primeros indicios del desastre que va a ocurrir. Sorogoyen sabe muy bien cómo imprimir tensión al relato y se apoya en su protagonista, un convincente Luis Callejo y en la banda sonora. Lo mejor del capítulo es la habilidad narrativa con la que está contado: no sobra nada. El tema: la incapacidad para prevenir la catástrofe, la falta de previsión -años sin invertir en I+D-, la incredulidad y el miedo de los políticos a tomar decisiones ¿Os suena de algo? 

Raúl Arévalo, cuyo único crédito como director de largometrajes es la estupenda Tarde para la ira (2016) se pone detrás de la cámara en Emergencia, con guión de Fran Araújo -La Peste, Hierro- y Alberto Marini -Mientras duermes (2011)- para dar cuenta, básicamente, de cómo la Sanidad se enfrenta a la crisis del apagón. El argumento pasa lista a todos los asuntos que conocemos de la pandemia: la precariedad de los sanitarios, la falta de recursos, medicamentos y personal, el problema ético de los cribados, etc. El resultado no es demasiado inspirado y creo que Arévalo no le saca partido a ideas estupendas como la del poblado gitano, mostrándonos cómo los marginados -los países del tercer mundo, por ejemplo- han convivido siempre con la falta de recursos y con apagones periódicos, por lo que no han perdido la capacidad de ser felices durante la crisis.

Isa Campo -codirectora de La próxima piel (2016)- y Fran Araújo, se encargan del tercer capítulo, Confrontación, que da cuenta de la inseguridad tras la catástrofe, cuando el estado de bienestar se resquebraja y aparece el miedo al otro, tema recurrente en la ficción post apocalíptica -no hace falta ir más lejos que la popular The Walking Dead-. Se aborda también otro tema conocido de la pandemia, el cuestionamiento de la juventud, acusada de irresponsabilidad, sospechosa de cara a los adultos -los padres con hijos- por su supuesto egoísmo y falta de sentido comunitario. El capítulo se beneficia de la presencia de la estupenda Patricia López Arnaiz, aunque la auténtica protagonista es Zoe Arnao -Las niñas (2020)-. Este episodio es quizás más interesante que los anteriores porque lleva la historia más allá de la crisis de la pandemia que todos vivimos, adentrándose en la distopía de un mundo que ya lleva varias semanas sin electricidad. Con una atmósfera de cine de terror, el adolescente se convierte en 'el otro' que amenaza y atemoriza a la comunidad, un miedo equiparable al de los 'okupas', del 'inmigrante' o los 'menas'.

Supervivencia está dirigido por Alberto Rodríguez -Modelo 77 (2022)- y escrito por su guionista habitual, Rafael Cobos, realizando ambos un soberbio ejercicio narrativo, casi sin diálogos, con mucha acción y haciendo un uso expresivo de los paisajes que convierte el episodio en un pequeño western. Protagoniza Jesús Carroza, que ganara un Goya precisamente gracias a Rodríguez en 7 vírgenes (2005). El mejor capítulo de Apagón habla de la brecha generacional, de un mundo que se extingue, y de la posibilidad de pasar el testigo a los que vienen detrás.

Por último, Equilibrio, brillantemente dirigido por Isaki Lacuesta, y escrito por Isa Campo y Fran Araújo, propone otro tema aparecido durante la pandemia: la vuelta al campo como respuesta al confinamiento urbano, el autoabastecimiento como alternativa a la paralización de los sistemas de distribución. Además, propone el posible fin de las relaciones de poder entre los propietarios de las tierras y los (precarios) trabajadores. La burguesa de clase media que interpreta María Vázquez verá cómo sus manos se llenan de callos al tener que trabajar, mientras, simbólicamente, quema revistas y fotografías en la chimenea para calentarse. Es el fin de la historia. La mirada documental, siempre presente en la obra de Lacuesta, aparece cuando los trabajadores, todos inmigrantes, relatan cada uno su (dura) vida mientras participan en un juego de mesa, a la luz de esa chimenea alimentada por vestigios del pasado. ¿Y si el apocalipsis nos trajera la revolución?

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