VALOR SENTIMENTAL -RECONCILIACIÓN

No hay drama más cercano que las relaciones de familia, epicentro del contenido terremoto emocional que propone el noruego Joachim Trier en Valor sentimental (2025). La distancia entre un padre y su hija es la columna vertebral de una película en la que Trier se apropia de temas propios de Ingmar Bergman. Aquí, de hecho, Gustav Borg (Stellan Skarsgård) es un director de cine que abandonó su hogar, dejando solas a su mujer y a sus hijas, un personaje que recuerda vivamente a la figura real del famoso director sueco y su convulsa vida personal -tuvo 9 hijos con diferentes mujeres y no se ocupó de la mayoría de ellos- y a la oposición entre la vocación creadora y las responsabilidades sentimentales que marcó su existencia. La culpa y la reconciliación entre padres e hijos -o hijas- está presente en el cine bergmaniano, en títulos como Sonata de otoño (1978), Saraband (2003) o incluso en la televisiva Tras el ensayo (1984) -apuntemos que el tema aparece también reflejado en La isla de Bergman (2021) de Mia Hansen Løve-. Aquí, Borg es un director veterano, ya en la etapa de su carrera en la que recibe homenajes y protagoniza retrospectivas. Un artista que se enfrenta a nuevas formas y sistemas de producción cinematográfica -léase Netflix- y que teme estar demasiado viejo para seguir activo. Cuando comienza la historia, Borg reaparece en la vida de sus dos hijas, Nora -a la que da vida Renate Reinsve, actriz fetiche de Trier que ha trabajado, por cierto, a las órdenes del director Ullman Tondel, nieto de Bergman y Liv Ullman- y Agnes (Inga Ibsdotter Lileaas), con motivo del fallecimiento de su expareja y madre de estas. Pero también aparece con un guión para proponerle a Nora que protagonice su nueva -y seguramente última- película. El primer giro de la historia es que Nora rechaza participar y su padre la sustituye por una estrella de Hollywood (Elle Fanning), que tiene sus propios conflictos e inseguridades. Trier utiliza el desarrollo de esa película dentro de la película como catalizador del conflicto entre padre e hijas y de los intentos de reconciliación. Valor sentimental explora las relaciones familiares, la vocación artística, y los mezcla con temas bergmanianos como el suicidio o la religión, en una película que goza de interpretaciones sobresalientes: Skarsgård y Reinsve dicen mucho más con la mirada que una decena de líneas de diálogo. Trier convierte una casa en la metáfora de una familia, haciendo de un edificio casi un ser vivo -como si estuviéramos ante una película de casas encantadas- y deja que la memoria se mezcle con el presente recurriendo al flashback como ya hiciera, precisamente, Bergman en Fresas salvajes (1957). Pero su película se aleja de la turbulencia atormentada del maestro sueco y es mucho más limpia, humana y optimista. Las lágrimas aquí son sanadoras.
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