PUBERTAT -LA UNIÓN HACE LA FUERZA


Hay una metáfora en Pubertat (2025) que me parece tremendamente afortunada: la de hablar de la sociedad a través de la imagen de los castells, esas torres humanas que, para elevarse, requieren que todos los miembros del grupo -la colla- sean solidarios, trabajen coordinadamente y tengan una confianza plena entre ellos, que todos den su consentimiento para un contacto físico que puede llegar a ser tan íntimo como incómodo. En este escenario, la directora, guionista y actriz, Leticia Dolera, introduce el conflicto en un grupo que es casi familiar y una microsociedad: se produce un presunto abuso sexual. Una situación que se complica porque los supuestos autores de la agresión y la víctima son menores, lo que acaba implicando a sus padres y a todos los miembros de la colla. Mi gran problema con esta miniserie es, seguramente, su gran virtud: Dolera apuesta por lo pedagógico antes que por lo dramático. 
Pubertat me parece más instructiva y necesaria que emotiva. Cada giro de guión y cada personaje parece estar apoyado en una estadística sobre cómo ocurren las agresiones sexuales y cómo se comportan las víctimas y su entorno. En lugar de concentrar el drama en los personajes implicados en el conflicto central, Dolera busca ecos en los personajes secundarios de la trama, pintando un fresco sobre las actitudes machistas, sobre el feminismo, sobre la perniciosa influencia de las redes sociales y la pornografía, sobre los miedos y prejuicios ante una denuncia tan grave. No tiene miedo Dolera de comprometer la verosimilitud de su relato haciendo que casi cada personaje encarne una problemática distinta: un matrimonio disfuncional que solo se excita con el porno; los prejuicios y la represión de la homosexualidad están presentes en hasta dos personajes; las dudas sobre qué significa la masculinidad en el siglo XXI; una relación sentimental marcada por la diferencia de edad que prácticamente es abuso de menores. Todos estos temas están relacionados con cómo afrontamos la sexualidad y la igualdad de género en nuestra cultura y además se mezclan con asuntos sociales, como la inmigración o las desigualdades económicas. La gran virtud de la serie es que Leticia Dolera evita convertir a los personajes en villanos o en héroes, pero tampoco les da el rol de víctimas. Todos tienen sus defectos, sus traumas e incluso los agresores tienen sus motivaciones, sin que ello los justifique. Pubertat  no es un panfleto feminista. Y de forma valiente, la propia Dolera cuestiona su imagen pública, reconociendo que nadie tiene todas las respuestas sobre cuestiones tan complejas y espinosas. Las comparaciones con otra serie reciente, Adolescencia (2025) son inevitables: Pubertat me parece mucho más didáctica y útil, si bien es cierto que la de Netflix apuesta mucho más por la espectacularidad -ese innecesario recurso al plano secuencia- y contiene momentos dramáticos más conseguidos, y sus intérpretes vuelan más alto. A la serie de Dolera solo le puedo achacar que no intente contar una historia, sino radiografiar un conflicto social, lo que seguramente es la intención original de su autora. Así que nada que objetar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario