¿Qué es una película, una obra de teatro, una novela, sino una ficción que se parece a la vida -pero no lo es- creada con el fin de emocionarnos? De la tragedia griega a Shakespeare, el drama plantea situaciones extremas, fuera de lo cotidiano, a vida o muerte, que podemos ‘vivir’ sin sufrir realmente. Todd Haynes se divierte de lo lindo en Secretos de un escándalo (2024), película que se inspira en una historia real que parece ficción, en la que se nos presenta una situación extrema: una mujer madura se enamora de un adolescente y, en contra de toda la sociedad, forma una pareja con él. Eso tras cumplir condena en prisión por abusos sexuales. Esta profesora de instituto, Gracie Atherton-Yu, se casaría luego con su alumno y formaría una familia. El caso, ocurrido en los años 90, fue explotado, claro, por la prensa -sensacionalista-. Pero Haynes decide no contarnos esos hechos directamente, sino utilizar a un personaje, el de una actriz, para acercarse a esta pareja 20 años después del escándalo. La protagonista, Elizabeth -estupenda Natalie Portman- pasa unos días con Gracie -espléndida Julianne Moore- y con su joven pareja, Joe - hermético Charles Melton-, para conocerlos y documentarse de cara a la película que está a punto de rodar. Cine dentro del cine. Realidad y ficción. La mirada quirúrgica -e irónica- de Haynes nos muestra entonces a estos tres personajes para estudiarlos detenidamente, interactuando y relacionándose con su entorno familiar y social. El director de la seminal Safe (1995) no nos da demasiadas pistas -al menos no de forma obvia- sobre la verdadera naturaleza de los personajes, permitiendo que el espectador se interrogue durante todo el metraje acerca de las intenciones de cada uno. ¿Es Gracie una mujer enamorada o una desequilibrada que se aprovechó de un menor de edad? ¿Se enamoró realmente Joe de Gracie o simplemente se dejó llevar y fue manipulado? ¿Es Elizabeth una actriz entregada a su oficio, o simplemente quiere aprovecharse de la situación? La mezcla de todos estos elementos es explosiva y cada escena de esta película, aunque parezca que no ocurre nada relevante, está cargada de expectación, de incomodidad, de tensión sexual -incluso homoerótica-. Haynes nos da una de las películas del año porque en ella podemos volcar reflexiones de todo tipo: sobre cuáles eran nuestras expectativas de vida y si se han cumplido; sobre si existen vidas ‘normales’ y sobre si es posible ser feliz enfrentándose a los tabúes y a los condicionamientos sociales, culturales y morales -tema presente en prácticamente toda su filmografía-. Secretos de un escándalo es una película que busca desafiar al espectador interrogándose constantemente sobre la ambigüedad de las situaciones, y el personaje de la actriz le permite cuestionar qué es real y qué es ficción. Puede ser también, nuestra propia vida, una mentira en la que fingimos ser felices de cara a los demás. Y si el duelo de dos mujeres que acaban confundiéndose remite a Persona (1966) de Ingmar Bergman, el propio Haynes -en una entrevista para La Razón- reconoce el homenaje al director -y a Ingrid Thulin- en Los comulgantes (1963), haciendo que Portman nos emocione leyendo una carta mientras mira fijamente a la cámara. No es el único guiño cinéfilo: la sensación de extrañeza que recorre toda la película se apoya también en el original uso de la música, orquestada por Marcelo Zarvos a partir de un tema del mítico compositor francés Michel Legrand para el film El mensajero (1971) de Joseph Losey.
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