Tras Viaje al cuarto de una madre (2018), la relación madre-hija vuelve a ser el núcleo argumental en la segunda película de Celia Rico Clavelino, Los pequeños amores (2024). El planteamiento es tan sencillo como que una mujer, Teresa (María Vázquez) debe mudarse temporalmente con su madre (Adriana Ozores) para ayudarla a rehabilitarse tras una caída accidental. Como en uno de los cuentos de verano de Éric Rohmer, la directora consigue detener el tiempo en esa casa, en medio del campo, que sirve de escenario a la historia y cuya reforma se convierte en una metáfora de la vida de los propios personajes y de sus relaciones. Una vez allí, mientras los ventiladores combaten inútilmente el calor, comienzan a desvelarse los personajes: quién es la madre y quién es la hija. Dos mujeres, cada una en un momento diferente de su vida, las dos con sus problemas, sus manías y sus aspiraciones. Dice Celia Rico Clavelito en esta película -por boca de sus personajes- que no te puedes pasar la existencia esperando algo de la vida, pero también que quizás es todavía peor no esperar nada. En esas estamos. La directora se mantiene fiel a una narrativa formada por pequeños momentos cotidianos -así lo hacia ya en su ópera prima- buscando el naturalismo y evitando el drama y el efectismo. Apoyándose en dos estupendas actrices, Rico Clavelito nos vuelve a hablar de la soledad que todos sufrimos en mayor o menor medida, pero también de cómo la tecnología no acaba de servirnos de compañía; de los sueños de la juventud y de los remordimientos por las cosas que no hicimos. Introduce la directora y guionista un tercer personaje maravilloso, un pintor de brocha gorda que sueña con ser actor, Jonás (Aimar Vega) que debe elegir también -entre el amor y la vocación- y al que imaginamos ya maduro sopesando si tomó la decisión correcta. En su segunda película, Rico Clavelino profundiza en los temas y las dinámicas de su primer trabajo y se permite además algunas fugas poéticas, algunos momentos de amor al cine -la escena del cine de verano es preciosa, Cuando llegue septiembre (1961)- y sutiles ideas sobre el tiempo y la historia ¿Se parecen la vida y las preocupaciones de la protagonista a la de esa mujer prehistórica encontrada millones de años más tarde?
LOS PEQUEÑOS AMORES -DE MADRES E HIJAS
Tras Viaje al cuarto de una madre (2018), la relación madre-hija vuelve a ser el núcleo argumental en la segunda película de Celia Rico Clavelino, Los pequeños amores (2024). El planteamiento es tan sencillo como que una mujer, Teresa (María Vázquez) debe mudarse temporalmente con su madre (Adriana Ozores) para ayudarla a rehabilitarse tras una caída accidental. Como en uno de los cuentos de verano de Éric Rohmer, la directora consigue detener el tiempo en esa casa, en medio del campo, que sirve de escenario a la historia y cuya reforma se convierte en una metáfora de la vida de los propios personajes y de sus relaciones. Una vez allí, mientras los ventiladores combaten inútilmente el calor, comienzan a desvelarse los personajes: quién es la madre y quién es la hija. Dos mujeres, cada una en un momento diferente de su vida, las dos con sus problemas, sus manías y sus aspiraciones. Dice Celia Rico Clavelito en esta película -por boca de sus personajes- que no te puedes pasar la existencia esperando algo de la vida, pero también que quizás es todavía peor no esperar nada. En esas estamos. La directora se mantiene fiel a una narrativa formada por pequeños momentos cotidianos -así lo hacia ya en su ópera prima- buscando el naturalismo y evitando el drama y el efectismo. Apoyándose en dos estupendas actrices, Rico Clavelito nos vuelve a hablar de la soledad que todos sufrimos en mayor o menor medida, pero también de cómo la tecnología no acaba de servirnos de compañía; de los sueños de la juventud y de los remordimientos por las cosas que no hicimos. Introduce la directora y guionista un tercer personaje maravilloso, un pintor de brocha gorda que sueña con ser actor, Jonás (Aimar Vega) que debe elegir también -entre el amor y la vocación- y al que imaginamos ya maduro sopesando si tomó la decisión correcta. En su segunda película, Rico Clavelino profundiza en los temas y las dinámicas de su primer trabajo y se permite además algunas fugas poéticas, algunos momentos de amor al cine -la escena del cine de verano es preciosa, Cuando llegue septiembre (1961)- y sutiles ideas sobre el tiempo y la historia ¿Se parecen la vida y las preocupaciones de la protagonista a la de esa mujer prehistórica encontrada millones de años más tarde?
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