Un chico y su perro es un episodio anodino de Bates Motel con un amargo sabor: el de lo que podría haber sido. El título hace referencia a la nueva afición de Norman Bates (Freddie Highmore): la taxidermia. Creo que la idea tiene grandes posibilidades, sobre todo en el terreno del humor negro, que son lamentablemente desaprovechadas. Los guionistas apuestan aquí por darle el protagonismo a Norma (Vera Farmiga) y esto tiene una justificación: la actriz se sale. Consigue despertar nuestra simpatía, tiene una vis cómica que se agradece y al mismo tiempo puede resultar inquietante como la madre castradora que Norman necesita para convertirse en el asesino que esperamos que sea en el futuro. Sin embargo, la trama del huésped de la habitación número 9, Jake Abernathy (Jere Burns), que deriva de la historia de trata de blancas de episodios anteriores, no resulta interesante, ni inquietante. Que Norma persiga a Abernathy tiene poca justificación. Por otro lado, la subtrama protagonizada por Dylan (Max Thieriot), si bien resulta entretenida, tiene poca relación con la historia principal. Está de relleno. Los guionistas tampoco desarrollan demasiado que en el instituto de Norman se revele -gracias al chivatazo de Emma (Olivia Cooke)- que mantuvo relaciones sexuales con la guapa Bradley (Nicola Peltz). Las posibilidades de ver al futuro asesino psicópata Norman Bates interactuando con adolescentes idiotas habría dado mucho de sí. Creo yo. Pero aquí solo da pie a que Norman sea enviado al psicólogo. Otra idea genial desperdiciada. La sesión de terapia solo sirve, de nuevo, para el lucimiento de Vera Farmiga. Como suele ocurrir en estas series, dejan lo mejor para el final -para mantenernos enganchados-: el cadáver del ayudante del sheriff, Zack Shelby (Mike Vogel) aparece en la cama de Norma. ¿Ha utilizado Norman por primera vez sus recién adquiridos conocimientos de taxidermia? Eso me encantaría. Pero probablemente haya sido Abernathy. Bostezo.
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