El principal problema -para mí- del blockbuster reciente de Hollywood es el miedo a contar sus historias utilizando la imagen antes que la palabra. Es decir, demasiados diálogos explicativos, informativos, quizás por temor a que los espectadores se pierdan al seguir la historia. Y mira que son sencillas. Es por esto que la última entrega de Misión: Imposible me ha entusiasmado. El mejor ejemplo de la forma de operar del director -y guionista- de esta película, Christopher McQuarrie, es una escena en la que Ethan Hunt (Tom Cruise) ha sido capturado. Se encuentra en un calabozo en el que todo indica que va a ser torturado. McQuarrie plantea la situación utilizando la cámara: Hunt está encadenado a un poste, cuya parte superior se nos enseña; hay una mujer, suponemos que enemiga, pero cuya actitud es ambigua; y hay una llave con una pata de conejo sobre una mesa. Todos estos elementos jugarán un papel cuando se resuelva la escena. No ha hecho falta para ello ni una sola línea de diálogo. Es verdad que la película, de vez en cuando, se detiene -mínimamente- para recapitular y que todo quede bien clarito. Pero son peajes que estoy dispuesto a pagar porque Misión: Imposible -Nación secreta, está llena de ideas de planificación, no solo en las espectaculares set pieces de acción -las persecuciones consiguen implicar de lleno al espectador- sino también en las peleas cuerpo a cuerpo y, más importante, en las relaciones de los personajes. McQuarrie hace algo que debería ser básico en el cine, pero que ya casi nadie hace: deja que los actores expresen cosas con sus gestos, con sus rostros. No tiene la necesidad -de nuevo- de evidenciar cada reacción de sus personajes con una frase. La satisfacción ante el resultado de esta quinta entrega de la saga justifica mi confianza en McQuarrie, autor de los guiones de Sospechosos habituales (Bryan Singer, 1995); y más recientemente de la estupenda Al filo del mañana (Doug Liman, 2014) y sobre todo director de Jack Reacher (2012), película que me convirtió en seguidor de su filmografía. Su aportación a la saga de Misión: Imposible, es para mí la mejor de todas, teniendo en cuenta que se trata de una serie que mantiene una media de calidad muy alta en cada entrega; aunque suela pasar desapercibida ante sagas más populares -Fast and Furious 7 (James Wan, 2015)- o más míticas, como Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015) o Terminator: Génesis (Alan Taylor, 2015), por estar estas instaladas en el inconsciente colectivo gracias a un clásico ochentero. La única pega posible es el nulo desarrollo de su personaje protagonista. Ethan Hunt no tiene ningún rasgo de humanidad, ni cuenta con los tics recurrentes de, por ejemplo, James Bond, para definirse. Ni siquiera tiene el sombrero de Indiana Jones. Ethan Hunt es simplemente Tom Cruise, o la idea que tenemos de él como estrella de cine y héroe de acción. Quizás por ello, el director de la CIA, Alan Hunley (Alec Baldwin), define a Hunt como la "manifestación del destino". Quizás por eso a Hunt le roba protagonismo el personaje de Ilsa Faust (Rebecca Ferguson). Me vais a llamar loco, pero creo que el que Tom Cruise permita esto, es una muestra de su humildad.
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