OMEGA STATION (9 DE AGOSTO DE 2015) -AVISO SPOILERS-
El último episodio de True Detective, segunda temporada, comienza con la palabra "árboles". Son los que vio la detective Anni Bezzerides (Rachel McAdams) cuando sufrió abusos siendo solo una niña. Quizás son los mismos árboles que al final de esta historia verá Ray Velcoro (Colin Farrell) cuando encuentre una muerte que ya le había anunciado su padre -en el tercer capítulo- en un sueño. "Los árboles son como gigantes" le decía Eddie Velcoro (Fred Ward) a su hijo cuando todos pensábamos que había muerto a manos del misterioso asesino con máscara de cuervo negro.
Esta última entrega comienza con Ray y Anni en la cama. Se confiesan sus secretos más profundos tras mantener relaciones sexuales. Lo hacen como para demostrarnos que hay algo más entre ellos. En un momento posterior de la historia, Ray estará cerca de decirle a Anni "te quiero". Pero si volvemos a esta primera escena, nos encontramos con una conversación que ocurre en un tiempo fragmentado, en voz baja y con el cigarrillo de Anni siempre humeando. Esto es cine negro. La escena contrasta en su tono trascendental con la siguiente, más bien plana, entre Frank Semyon (Vince Vaughn) y Jordan (Kelly Reilly). Se encuentran en una estación de tren -un escenario típico del género- preparando la huida. Pero Frank quiere, antes, ajustar cuentas. Como espectadores, sabemos que esa decisión significa su muerte.
Es curioso que estos sean prácticamente los únicos momentos intimistas en el episodio final de una serie que se definió en su primera entrega por sus largos -larguísimos- diálogos filosóficos que aprovechaban el momento de gracia en la carrera de un actor como Matthew McConaughey. Ahora Nic Pizzolatto ofrece algo diferente. Mantiene intacta su visión pesimista de la existencia y la noción de que el mal tiene raíces muy profundas. Y que solo los que han sido tocados por la tragedia pueden combatir ese mal. Pero Pizzolatto apuesta en la segunda temporada por una historia menos densa -aunque las tramas detectivescas siempre son algo difíciles de seguir- y mucha más acción física. Todo esto con un tono de pesadilla y con fugas oníricas que recuerdan a David Lynch. A pesar de todo, las conversaciones entre personajes siguen estando muy presentes. De hecho, el leitmotiv visual de esta temporada son dos personajes sentados a cada lado de una mesa.
En este episodio final, el más largo de todos, se resuelve -de forma algo abrupta- la trama policial, esa investigación que comenzó con la muerte de Ben Caspere y que llevó a unos diamantes azules robados y a dos hermanos huérfanos: uno de ellos acaba convertido en un vengador. Esto revela que los protagonistas, tres policías, habían sido inicialmente instrumentos de la corrupción, ya que lo que pretendía el asesino, Richard Brune (Christian Campbell), era ajusticiar a los "malvados". Tras este desenlace anticlimático de la trama detectivesca, presenciamos un asalto, tiroteos, persecuciones y la muerte -épica- de dos protagonistas. En escenas paralelas, vemos la muerte -anunciada- de Ray en la sierra; la muerte absurda, innecesaria y alucinada, de Frank en el desierto; el homenaje póstumo a Paul (Taylor Kitsch); la fuga a Venezuela -un país en descomposición- de Anni y Jordan. Todo está narrado, me atrevo a sugerir, con la pretensión de emular a los clásicos del género. Las muertes y la derrota de "los buenos" colocan el relato en las coordenadas de la tragedia, pero allí están esos bebés -de Paul y de Ray- que representan no sé si la esperanza, pero seguramente el futuro. Me quedo con la sensación de que Pizzolatto plantea que la lucha del bien contra el mal continuará en otro tiempo, en otro lugar.
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