Siempre he pensado que Guy Ritchie crea sus ficciones en un universo cinematográfico similar al de Quentin Tarantino. Ambos utilizan géneros reconocibles -y comerciales- para contar historias marcadas por una visión muy personal que se refleja sobre todo en el sentido del humor que nunca falta en sus obras. Esa mirada de ambos directores crea cierta distancia con respecto a lo que vemos. Las obras de Ritchie nunca son realistas, siempre somos conscientes de que estamos viendo una película. Vamos, que Ritchie y Tarantino son postmodernos.
Tras una primera filmografía de cine de gángsters que claramente seguía la estela de Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994), Ritchie se embarcó en las que deben ser sus dos películas más comerciales hasta ahora, Sherlock Holmes (2009) y Sherlock Holmes: Juego de sombras (2011), ambas al servicio de un Robert Downey Jr. al que ahora relacionamos más con Iron Man (Jon Favreau, 2008). Operación U.N.C.LE. se presenta ahora como un nuevo blockbuster, basado en una serie de televisión, que aprovecha la fiebre de películas de espías: Kingsman: Servicio Secreto (Matthew Vaughn, 2014), Mision: Imposible -Nación Secreta (Christopher McQuarrie, 2015) -incluso Fast and Furious 7 (James Wan, 2015)- y la esperada Spectre (Sam Mendes, 2015); y con la ambición de iniciar una saga.
Pero Operación U.N.C.L.E. es algo diferente. Primero por lo ya dicho: la marcada personalidad de Guy Ritchie. Segundo porque estamos tan acostumbrados a que el blockbuster sea una concatenación -más o menos acertada- de set pieces intentando ser espectaculares, que resulta ¿original? que esta película tengo algo menos de acción de lo habitual. A cambio, Guy Ritchie se permite dedicar una gran cantidad de metraje a la interacción entre los tres personajes principales: el americano Napoleon Solo (Henry Cavill), el ruso Illya (Arnie Hammer), y la alemana Gaby (Alicia Vikander). Con ellos, Ritchie y su guionista -Lionel Wigram- fabrican situaciones humorísticas que van de la buddy movie a la comedia screwball. La única pega es que, quizás, personajes como estos no necesitaban demasiado desarrollo.
Lo que hace Guy Ritchie en Operación U.N.C.L.E tiene mucho que ver -para mí- con lo que hizo Matthew Vaughn -productor de las primeras películas de Ritchie- en la estupenda X-Men: Primera Generación (2011), que colocaba a los superhéroes en una película de espías de los años sesenta. Es también una operación similar a la de Tarantino con, por ejemplo, Malditos Bastardos (2009): utilizar los tics de un (sub)género, de una época y aprovecharse de ellos para hacer una película que, sin embargo, conecta perfectamente con la sensibilidad contemporánea. Ritchie también sigue los pasos de Tarantino en lo musical y samplea todo tipo de música pop, muy presente durante toda la película. Además, su compositor Daniel Pemberton se esfuerza -y lo consigue- en confeccionar una partitura que recuerda mucho a Ennio Morricone, por lo que los referentes son los mismos: Tarantino ha conseguido que el propio Morricone componga la música de su inminente The Hateful Eigth (2015). Para mí, lo mejor de este pastiche, es el toque mediterráneo de las escenas en la isla fortaleza -basada en castillo de Baia, en Bacoli- que me recuerdan nada menos que a la Villa Malaparte de El desprecio (Jean-Luc Godard, 1963).
En Operación U.N.C.L.E destacan dos secuencias, dos set pieces. Una roza la parodia: Ilya huye en una lancha de sus enemigos, mientras Solo disfruta tranquilamente de un bocadillo y una botella de vino, esperando el momento oportuno para intervenir y salvarle. La otra es una trepidante persecución que utiliza de forma muy original las tomas aéreas para establecer el espacio por el que se persiguen los personajes. Hay, por último, un mecanismo narrativo -lo más "Ritchie" de la película- que hace patente ese distanciamiento sobre lo que se cuenta que comentaba antes. Utilizando el montaje, el director oculta deliberadamente un elemento en una escena para luego, mediante un flashback casi inmediato, desvelar lo que se nos ha escatimado con el objetivo de sorprendernos. El clímax perfecciona esta estrategia narrativa hasta el límite: apenas 45 segundos separan lo contado de su propio flashback. Para Ritchie cada película es un -sofisticado- juguete y nosotros debemos disfrutar con ellas como niños (grandes).
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