En el origen de casi todos los superhéroes hay un hecho trágico. El planeta de Superman fue destruido, los padres de Batman asesinados y el ladrón que Spiderman no quiso detener acabó matando a su tío Ben. Estas pérdidas son las que empujan a los héroes en su actividad bienhechora. Son su motivación. Pero en el fondo, cada uno desearía tener el poder de cambiar las cosas. En 1985, el guionista Alan Moore escribió una historia ya clásica, titulada Para el hombre que lo tiene todo. En ella, Superman era atacado por un parásito extraterrestre que le sumía en un coma, que le hacía soñar con lo que habría pasado si Krypton no hubiese sido destruido (el cómic fue adaptado en la serie Supergirl). Estas historias alternativas han sido recurrentes en DC Comics desde la seminal El Flash de dos mundos, publicada en 1961, en la que el Flash moderno, Barry Allen, descubría que el Flash original, Jay Garrick, el de los años 40, vivía en una tierra paralela, Tierra-2. La segunda temporada de esta serie adaptó la idea y la desarrolló en el estupendo episodio Bienvenidos a Tierra-2. Pero ya desde la primera temporada, esta ficción ha jugado con líneas de tiempo divergentes -al estilo de Regreso al futuro (1985)- y paradojas temporales. Era cuestión de tiempo que los productores adaptaran una miniserie reciente en los cómics, Flashpoint (2011), en la que todos los superhéroes tienen vidas diferentes: Bruce Wayne ha muerto y su padre es Batman; Superman no fue criado por los Kent, etc. Aquí, Barry Allen (Grant Gustin) retrocede en el tiempo para evitar su gran tragedia, la muerte de su madre, y con ello creaba una realidad alternativa y, supuestamente feliz. Obviamente, no es así, como se empeña en recordarle el único otro personaje que sabe lo que ha pasado: el Flash-Reverso, Eobard Thawne (Matt Letscher). En esta Central City, el héroe velocista es Kid Flash, Wally West (Keiynan Lonsdale), y su gran enemigo es The Rival (Edward Clariss), versión de un personaje creado en 1949 como antagonista del primer Flash. A pesar de que todos los personajes han cambiado en este episodio, el núcleo sentimental de la historia sigue siendo el amor entre Iris West (Candice Patton) y Barry Allen, amantes destinados a encontrarse una y otra vez a través de líneas temporales y dimensiones alternativas. Así, el gran atractivo del episodio vuelve a ser descubrir los cambios de este nuevo universo, lo que es la excusa perfecta para recapitular sobre lo ocurrido en las dos temporadas anteriores. Me parece estupenda, además, la idea de presentar a The Rival, primero, en su versión alternativa, para luego reintroducirlo como posible villano principal en el mundo real cuando todo vuelve a la normalidad. O casi todo.
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