AMERICAN HORROR STORY: LA BRUJA DE ROANOKE


¿Se ha agotado la fórmula de American Horror Story? Probablemente sí. ¿Ha dejado de ser divertida para el fan del terror? Absolutamente no. La serie creada por Brad Falchuck y Ryan Murphy fue concebida como una antología en la que cada temporada se ocupa de un subgénero del cine de miedo, manteniendo siempre a un elenco de actores -Jessica Lange a la cabeza- que interpretan a diferentes personajes. Pero, además, cada temporada contiene estimulantes desviaciones de la historia principal que tocan todos los palos del terror. Hemos visto casas encantadas, manicomios, brujas, un circo de freaks, un hotel maldito y en esta reciente entrega, la leyenda -real- de una misteriosa colonia que se esfumó sin dejar rastro, la de Roanoke. Pero, además de estos marcos genéricos, cada entrega de AHS tiene siempre un asesino en serie y todo tipo de monstruos: científicos locos, mutantes, extraterrestres, zombies, vampiros y hasta familias caníbales. La libertad es absoluta y la diversión el fin que justifica los medios. Pero no se puede negar que, tras 5 temporadas, AHS ha perdido frescura y eso se nota en el retorcido planteamiento de su sexta edición. Lo primero es que juega de una forma decidida a la metaficción, desnudando los mecanismos del cine de terror al presentar los hechos que narra como un falso documental interpretado por actores. Es decir, se hace explícito que lo que vemos es ficción al convertir lo que se cuenta en una recreación que forma parte de un ficticio programa de televisión del que llegamos a conocer a su productor, equipo técnico y artístico, e incluso a los espectadores y fans de dicho espacio televisivo. Además, si en temporadas anteriores de la serie los mismos actores interpretan a diferentes personajes, aquí, dos actores dan vida a la misma persona. La habitual Lily Rabe es Shelby Miller, una mujer que sobrevivió a un terrorífico hecho sobrenatural, y Sarah Paulson es Audrey Tindall, una actriz que interpreta a Shelby Miller en la mencionada recreación (por si fuera poco, luego Paulson encarna también a Lana Winters, su personaje en AHS: Asylum). Todo esto da lugar a un juego de espejos entre lo real y la ficción, con mucho sentido del humor: está genial Katy Bates como una actriz obsesionada con su  papel de "La carnicera".


De forma coherente, la propuesta se apoya estéticamente en la elección del último subgénero de moda del terror: el metraje encontrado o found footage. Los referentes son evidentes: primero, sobre todo, El proyecto de la bruja de Blair (1999), pero también están los planos fijos de Paranormal Activity (2007) e incluso films mucho más oscuros como la italiana Holocausto caníbal (1980). Con esta textura lo que nos cuentan es nada menos que un hecho histórico aunque legendario: la inexplicada desaparición de la colonia de Roanoke en el siglo XVI. Además, como es habitual en esta serie, tenemos también el divertido batiburrillo de clichés de horror: una casa encantada, fantasmas varios, un espectro femenino salido del J-horror, un psycho killer con máscara de cabeza de cerdo, una bruja interpretada por Lady Gaga y una familia al más puro estilo de La matanza de Texas (1974). De fondo subyacen los temas recurrentes de la serie: la paternidad irresponsable, una visión ácida del show business y algo de sexo provocador. El gore y la truculencia de los asesinatos aumenta, quizás, para no perder impacto. El resultado de la mezcla de todos estos ingredientes es francamente divertido, aunque, como suele pasar en AHS pierde fuerza en los últimos episodios. A Roanoke le sobran, al menos, un par de entregas que parecen reiterativas. ¿Hay ganas de una séptima temporada? Sin duda. Aunque Falchuck y Murphy tendrán que romperse la cabeza para engancharnos de nuevo: la serie ha renovado hasta la novena entrega.

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