El Bar es una de las mejores muestras del cine de Álex de la Iglesia. El último exponente de una filmografía única, en la que el director de El día de la bestia (1995) ha cultivado una mezcla muy personal de cine género y comedia costumbrista. Pocos autores de nuestro país dominan tan bien el retrato del español medio como de la Iglesia y su guionista habitual, Jorge Guerricaechevarría. Ambos suelen fabricar, además, diálogos afilados, de esos que parecen haber sido escuchados en la calle, en el metro, en el bar. Todavía menos directores españoles tienen el ojo privilegiado del realizador de La comunidad (2000), que suele conseguir con aparente facilidad imágenes potentes, de cómic, de esas que se quedan en la memoria, en cada una de sus películas -incluso las fallidas- y que compone secuencias narrativas muy sólidas con su cámara. Pero en lo que creo que Álex de la Iglesia es absolutamente único es en su capacidad para coger cualquier género cinematográfico -thriller, terror, ciencia ficción- y hacerlo verosímil en el contexto de una película española. La clave debe ser, muy probablemente, el filtro del personalísimo humor -negro- del bilbaíno. El bar es un título que parece increíble que no se le haya ocurrido a nadie antes en España, y una película tremendamente entretenida, que solo puede ejecutar un director con talento y mucha experiencia. Aquí de la Iglesia despliega sus mejores recursos y minimiza sus defectos. La historia plantea una situación clara y sencilla: un grupo variopinto de personajes se quedan atrapados en un bar. El típico, el español, el de toda la vida. Los personajes no pueden salir del local -sería un spoiler desvelar el motivo- en una premisa que habría que situar entre El ángel exterminador (1962) de Luis Buñuel y un episodio de The Twilight Zone (1959-1964) de Rod Serling. Se inscribe esta obra, además, en la última tendencia del fantástico low cost: desde Extraterrestre (Nacho Vigalondo, 2011) hasta Calle Cloverfield 10 (Dan Trachtenberg, 2016). Entre el thriller, la película de catástrofes y hasta una de zombies, El Bar tiene sobre todo humor -de espíritu Bruguera-, contundentes golpes costumbristas, y estupendos personajes que nos cruzamos cada día en la vida real: la pija, el hipster, el sin techo, el comercial, el facha, el camarero y la típica dueña de bar que con una fregona en la mano puede ser invencible. Sé que estas categorías hacen pensar en caricaturas: no es así, los personajes -y los actores, todos estupendos, Terele Pávez, Secun de la Rosa, Joaquín Climent, Carmen Machi, Blanca Suárez, Mario Casas- escapan de la bidimensionalidad y acaban resultando reconocibles, creíbles, humanos y sobre todo divertidos. Las risas están aseguradas, sí, pero además, el director consigue imágenes salvajes, rabiosas -Jaime Ordóñez resulta electrizante- histéricas, que aportan una energía tremenda a un film lleno de ideas afortunadas: asistiréis al mejor aprovechamiento dramático del aceite de oliva que yo haya visto nunca.
EL BAR: COSTUMBRISMO PARANOICO
El Bar es una de las mejores muestras del cine de Álex de la Iglesia. El último exponente de una filmografía única, en la que el director de El día de la bestia (1995) ha cultivado una mezcla muy personal de cine género y comedia costumbrista. Pocos autores de nuestro país dominan tan bien el retrato del español medio como de la Iglesia y su guionista habitual, Jorge Guerricaechevarría. Ambos suelen fabricar, además, diálogos afilados, de esos que parecen haber sido escuchados en la calle, en el metro, en el bar. Todavía menos directores españoles tienen el ojo privilegiado del realizador de La comunidad (2000), que suele conseguir con aparente facilidad imágenes potentes, de cómic, de esas que se quedan en la memoria, en cada una de sus películas -incluso las fallidas- y que compone secuencias narrativas muy sólidas con su cámara. Pero en lo que creo que Álex de la Iglesia es absolutamente único es en su capacidad para coger cualquier género cinematográfico -thriller, terror, ciencia ficción- y hacerlo verosímil en el contexto de una película española. La clave debe ser, muy probablemente, el filtro del personalísimo humor -negro- del bilbaíno. El bar es un título que parece increíble que no se le haya ocurrido a nadie antes en España, y una película tremendamente entretenida, que solo puede ejecutar un director con talento y mucha experiencia. Aquí de la Iglesia despliega sus mejores recursos y minimiza sus defectos. La historia plantea una situación clara y sencilla: un grupo variopinto de personajes se quedan atrapados en un bar. El típico, el español, el de toda la vida. Los personajes no pueden salir del local -sería un spoiler desvelar el motivo- en una premisa que habría que situar entre El ángel exterminador (1962) de Luis Buñuel y un episodio de The Twilight Zone (1959-1964) de Rod Serling. Se inscribe esta obra, además, en la última tendencia del fantástico low cost: desde Extraterrestre (Nacho Vigalondo, 2011) hasta Calle Cloverfield 10 (Dan Trachtenberg, 2016). Entre el thriller, la película de catástrofes y hasta una de zombies, El Bar tiene sobre todo humor -de espíritu Bruguera-, contundentes golpes costumbristas, y estupendos personajes que nos cruzamos cada día en la vida real: la pija, el hipster, el sin techo, el comercial, el facha, el camarero y la típica dueña de bar que con una fregona en la mano puede ser invencible. Sé que estas categorías hacen pensar en caricaturas: no es así, los personajes -y los actores, todos estupendos, Terele Pávez, Secun de la Rosa, Joaquín Climent, Carmen Machi, Blanca Suárez, Mario Casas- escapan de la bidimensionalidad y acaban resultando reconocibles, creíbles, humanos y sobre todo divertidos. Las risas están aseguradas, sí, pero además, el director consigue imágenes salvajes, rabiosas -Jaime Ordóñez resulta electrizante- histéricas, que aportan una energía tremenda a un film lleno de ideas afortunadas: asistiréis al mejor aprovechamiento dramático del aceite de oliva que yo haya visto nunca.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario