Andy Warhol propuso que una obra de arte, reproducida mecánicamente, seguía siendo arte. En Spider-Man: Un nuevo Universo, Phil Lord y Christopher Miller -La Lego Película (2014)- hacen algo que me parece similar, llegar a la esencia del personaje creado por Stan Lee y Steve Ditko en 1962, a través de las variaciones, revisiones, versiones, explotaciones y hasta parodias del héroe arácnido. Y vaya si lo consiguen. La película es divertida, graciosa, espectacular, y emocionante, pero además, es la última palabra sobre el trepamuros. Para ello, se otorga el protagonismo a Miles Morales, creado como sustituto del original Peter Parker en los cómics creados por Brian Michael Bendis para la línea Ultimate -actualización y revisión de los añejos héroes Marvel nacidos en los 60- lo que ya es una buena muestra de que este no es el Spider-Man nuestro de toda la vida. Curiosamente, este aparece como mentor. Para mí, lo mejor de la cinta es la idea de utilizar al Peter Parker al que, creo yo, habría llegado el recientemente fallecido Stan Lee de haber seguido escribiendo las historias sobre el héroe. Veréis, cuando el guionista creó a su personaje más imperecedero y popular, introdujo un elemento inusitado en los superhéroes: Spider-Man envejecía. Eso no le pasaba a Superman o Batman, cuyo status quo se mantenía intacto tras décadas de aventuras, en un reseteo constante tras cada episodio. En cambio, conocimos a Peter Parker en el instituto y con los años le veríamos pasar por la Universidad y casarse -con Mary Jane Watson tras perder la inocencia al ver morir a Gwen Stacy-. Este proceso se truncó porque los lectores -al menos eso interpretó Marvel- no querían ver madurar a un personaje con el que se identificaban completamente. Esto llevó a la editorial a rejuvenecer a Parker o a crear nuevas versiones, como la mencionada Ultimate. El Peter Parker que aparece en este film es el que me habría gustado ver: divorciado, fondón, fracasado, pero de buen corazón. Peter Parker en estado puro. Ya solo por eso la película merece la pena. Pero es que, además, se hace un esfuerzo por recopilar todas las versiones posibles del trepamuros. El clásico, el neoclásico y el moderno. Pero también la parodia de Spider-Ham; la versión libre de Spider-Man Noir, o el guiño manga de Peni Parker -demostrando que este héroe trasciende culturas- o la iteración femenina de un universo paralelo en el que es Gwen Stacy la que se hace superheroína y Peter Parker el que muere. Con todas estas versiones en pantalla, el objetivo es encontrar lo más esencial del personaje: la muerte de un ser querido, el lema ‘un gran poder conlleva una gran responsabilidad’, cierta torpeza social, la implicación de familia y amigos. Pero sobre todo, la esencia de Spider-Man es que es un héroe hecho a sí mismo. Tiene que superar obstáculos y aprender de sus errores ante cada supervillano. Superman, Batman o Wonder Woman son superhéroes maduros que ya lo saben todo. Tuvieron un periodo de aprendizaje, sí, pero en el pasado. Con Spider-Man asistimos a ese aprender a ser un héroe y presenciamos lo difícil que le resulta: por eso estaremos siempre de su lado. Por eso sentimos a Peter Parker -o a Miles Morales- tan humano y tan cercano. Spider-Man: Un nuevo universo es todo esto y además, resume también las adaptaciones cinematográficas, los dibujos animados y hasta el merchandising. Pero, sobre todo, la película vuelve al cómic: su espectacular animación adopta el grano gordo de los primeros comic books en cuatricomía, como hizo Roy Lichtenstein cuando pensó que una viñeta de tebeo también podía ser arte.
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