Un niño de 12 años encuentra la espada de Excalibur. Si con esa premisa no queréis ver El niño que pudo ser rey, algo habéis perdido en el camino a la madurez. La segunda película de Joe Cornish es la que me habría gustado ver de niño. El británico se propone como uno de los mejores recuperadores del espíritu del cine popular ochentero: ha firmado el guión de Las aventuras de Tin Tin (2011) para papá Spielberg y su ópera prima, Attack the Block (2011) es lo más parecido a unos Gremlins (1984) del siglo XXI. La premisa de esta película parece parida en aquellos años de la Amblin. El secreto de la pirámide (1985) era Sherlock Holmes para adolescentes, Los Goonies (1985) una de piratas, Una pandilla alucinante (1987) tiraba de los monstruos de la Universal y Exploradores (1985) hacia lo propio con la ciencia ficción. ¿Por qué nadie había aplicado el mismo esquema con las leyendas artúricas? Cornish introduce en su película todas las constantes de aquellas maravillosas películas. Alex (Louis Ashbourne Serkis, el hijo de Gollum/Andy Serkis-) es un niño friki, con algo de sobrepeso, sin padre, que sufre a los abusones de su colegio. Cornish sigue los pasos del viaje del héroe de Joseph Campbell y su héroe recibe la llamada de la aventura, busca aliados, y tiene la ayuda de un mentor. Se trata de Merlín, por supuesto, solo que aquí lleva una camiseta de Led Zeppelin -y está interpretado por unos divertidos Angus Imrie y Patrick Stewart, quien por cierto participó en Excalibur (1981)-. Otro ingrediente importante: los chavales de El niño que pudo ser rey viven en el mundo real. Si Elliot, en E.T., el extraterrestre (1982), jugaba con muñequitos de Star Wars, Alex es un friki que conoce bien a Frodo Bolsón, a Luke Skywalker y a Harry Potter, por lo que es capaz -con metahumor- de identificar las etapas del viaje heroico que acabo de mencionar, lo que lleva a un equívoco crucial en la historia. La película de Cornish está llena de detalles ingeniosos, las malvadas huestes de la bruja Morgana (Rebecca Ferguson) -aunque generados digitalmente- dan miedo, y la película entera está llena de aventura y sentido de la maravilla en un viaje delicioso que nos llevará a ver a los niños protagonistas convertidos en verdaderos caballeros de la mesa (casi) redonda. Cornish, además, le da hondura a su guión y el conflicto interior de su protagonista es emocionante y tiene una revelación equivalente a la de Rey (Daisy Ridley) en Star Wars: Los últimos Jedi (2017). Lo que me parece un mensaje estupendo y democrático. Además, la película le habla a los niños de los tiempos que corren, ese mundo dividido que nos ha tocado vivir de Brexit -o en clave local, del ´procés´- y nos habla también de líderes incompetentes y peligrosos -que podemos identificar con Maduro, Trump y hasta Vox-. Su mensaje final, de convertir a los enemigos en aliados, no puede ser más pertinente.
EL NIÑO QUE PUDO SER REY -CABALLEROS DE LA MESA PLEGABLE
Un niño de 12 años encuentra la espada de Excalibur. Si con esa premisa no queréis ver El niño que pudo ser rey, algo habéis perdido en el camino a la madurez. La segunda película de Joe Cornish es la que me habría gustado ver de niño. El británico se propone como uno de los mejores recuperadores del espíritu del cine popular ochentero: ha firmado el guión de Las aventuras de Tin Tin (2011) para papá Spielberg y su ópera prima, Attack the Block (2011) es lo más parecido a unos Gremlins (1984) del siglo XXI. La premisa de esta película parece parida en aquellos años de la Amblin. El secreto de la pirámide (1985) era Sherlock Holmes para adolescentes, Los Goonies (1985) una de piratas, Una pandilla alucinante (1987) tiraba de los monstruos de la Universal y Exploradores (1985) hacia lo propio con la ciencia ficción. ¿Por qué nadie había aplicado el mismo esquema con las leyendas artúricas? Cornish introduce en su película todas las constantes de aquellas maravillosas películas. Alex (Louis Ashbourne Serkis, el hijo de Gollum/Andy Serkis-) es un niño friki, con algo de sobrepeso, sin padre, que sufre a los abusones de su colegio. Cornish sigue los pasos del viaje del héroe de Joseph Campbell y su héroe recibe la llamada de la aventura, busca aliados, y tiene la ayuda de un mentor. Se trata de Merlín, por supuesto, solo que aquí lleva una camiseta de Led Zeppelin -y está interpretado por unos divertidos Angus Imrie y Patrick Stewart, quien por cierto participó en Excalibur (1981)-. Otro ingrediente importante: los chavales de El niño que pudo ser rey viven en el mundo real. Si Elliot, en E.T., el extraterrestre (1982), jugaba con muñequitos de Star Wars, Alex es un friki que conoce bien a Frodo Bolsón, a Luke Skywalker y a Harry Potter, por lo que es capaz -con metahumor- de identificar las etapas del viaje heroico que acabo de mencionar, lo que lleva a un equívoco crucial en la historia. La película de Cornish está llena de detalles ingeniosos, las malvadas huestes de la bruja Morgana (Rebecca Ferguson) -aunque generados digitalmente- dan miedo, y la película entera está llena de aventura y sentido de la maravilla en un viaje delicioso que nos llevará a ver a los niños protagonistas convertidos en verdaderos caballeros de la mesa (casi) redonda. Cornish, además, le da hondura a su guión y el conflicto interior de su protagonista es emocionante y tiene una revelación equivalente a la de Rey (Daisy Ridley) en Star Wars: Los últimos Jedi (2017). Lo que me parece un mensaje estupendo y democrático. Además, la película le habla a los niños de los tiempos que corren, ese mundo dividido que nos ha tocado vivir de Brexit -o en clave local, del ´procés´- y nos habla también de líderes incompetentes y peligrosos -que podemos identificar con Maduro, Trump y hasta Vox-. Su mensaje final, de convertir a los enemigos en aliados, no puede ser más pertinente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario