Muchas ganas tenía de ver la segunda temporada de Mira lo que ha hecho tras una primera entrega prometedora, aunque irregular. Y la verdad es que la nueva tanda de episodios empieza muy bien. Sudor y lágrimas es una estupenda entrega, centrada, en definitiva, en lo que promete la premisa de esta serie: ver a una pareja enfrentada a la dura tarea de ser padres y al mismo tiempo trabajar, y mantener viva su relación. Luego, El hijo de Beto, integra mucho mejor temas como la fama de Berto y la paternidad, algo que no me convenció en la primera temporada. Hay en este episodio una escena perfecta en la que el cómico se enfrenta a los que le acusan de valerse de su fama para recibir trato de favor. Es quizás el mejor momento de la serie. Luego, La noche de la iguana, se desvía de los problemas de la paternidad para mostrarnos a los dos miembros de la pareja en una salida nocturna, por separado, con amigos. Pero la idea de visitar un local frecuentado por la tercera edad, aunque tiene gracia, se aparta del tono costumbrista y parece algo forzada. El siguiente capítulo, La dolce vita, se antoja gratuito: nos muestran la primera cita de la pareja que forman Berto y Sandra (Eva Ugarte), un primer encuentro romántico arruinado por un problema de pareja del hermano de Berto -José (Jordi Aguilar)- y esto se mezcla con flashbacks a la infancia de los protagonistas, con guiños acertados a sus personajes, pero cuya relación con la trama principal puede parecer lejana. La idea de usar el accidente del transbordador espacial Challenger como experiencia traumática común, que explica que Berto y Sandra sean almas gemelas, es digna de aplauso por su humor negro.
Recorre todos los episodios el tema de la ficción dentro de la ficción -visto ya en Seinfeld, por ejemplo- a la que no se le saca partido. Berto está grabando una serie que es, básicamente, Mira lo que has hecho. Esto me lleva a destacar una escena que ejemplifica mis dudas con respecto a esta serie. Vemos a Berto en su casa simulada en un set, que se despide de sus hijos -un muñeco- y de su mujer en la ficción -Belén Cuesta-. Tras cerrar la puerta del decorado, escuchamos una música melancólica y vemos el gesto triste de Berto. Pero ¿A qué responden? ¿Por qué hay de repente un tono triste en el episodio? En este momento, parece gratuito, aunque luego se justificará cuando se desarrolle una pequeña trama sobre una posible infidelidad, que veo poco aprovechada. Resumiendo: la comentada escena solo me funciona de forma retroactiva. El último episodio, Los terribles dos, me parece el resumen de una serie que falla cuando se deja llevar por sus pretensiones y por dejar que un tono dramático se apodere de la historia, presentándonos una crisis de pareja que, francamente, parece tímida. Aunque los pequeños reproches que surgen en una pareja con hijos están muy bien reflejados, creo que los protagonistas se ahogan en un vaso de agua. No critico que sus problemas sean menores -es solo mi opinión- pero sí que no se afronten en el terreno de la comedia. Destaquemos, eso sí, a una estupenda Eva Ugarte, y momentos inspirados de humor: costumbristas, como los silencios incómodos entre los padres que miran a sus hijos jugar en el parque; y también la divertida caricatura de Andreu Buenafuente, convertido en un millonario que vive aislado en su lujosa mansión.
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