La isla de las mentiras parte de un hecho real, el naufragio del Santa Isabel en 1921, en el que murieron cientos de personas. Una tragedia que, la verdad, solo sirve como detonante en la película de Paula Cons, mucho más interesada en hablar de las vidas de la gente de la isla de Sálvora, en A Coruña. Un lugar inhóspito que parece haber envilecido a sus pobladores, atrapados en la ignorancia más profunda y oprimidos por un sistema económico prácticamente feudal, de una injusticia social tremenda. Todos los habitantes de la isla esconden algún secreto -el título de la cinta no engaña- que la luz del faro no alcanza a iluminar, como tampoco servirá para evitar el naufragio. La película de Cons es visualmente hermosa, aprovechando al máximo la fotografía del rocoso paisaje de la isla y del propio mar. Pero su narrativa es, quizás, algo estática. La directora sí que saca buen partido de sus intérpretes, Nerea Barros está estupenda como una de las mujeres que encabeza el rescate de los náufragos y que se convertirá en heroína a su pesar; Dario Grandinetti cumple como es habitual en el rol de un periodista argentino que hace las veces de detective; Aitor Luna es el farero que, además, ilumina a los vecinos con algo de cultura. La isla de las mentiras es un estupendo drama de personajes sobre la culpa, la injusticia social, con algunos apuntes feministas, y sobre cómo la ignorancia oscurece el alma de las personas. Pero como pretendido thriller se queda corto, no genera la tensión necesaria. Quizás la historia debería haberse guardado algunas de sus cartas, que muestra desde el principio, y quizás habría sido más efectivo contar la historia de este pueblo desde fuera, desde los ojos del personaje de Grandinetti y desde sus averiguaciones. A pesar de estos defectos -es solo mi opinión- un film sólido de factura impecable.
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